El Cibao no es gigante
Ese Cibao original, y el auténtico, lo terminarán conformando las tierras de Moca y Salcedo, y terminará frente al Atlántico en el puerto de plata que asombró al descubridor. Elementos fisiográficos y geomorfológicos, a más de geografía política, extendieron el nombre del Cibao, obviando características distintivas, hacia todas las demás provincias del norte de la República. Es probable que algunos geógrafos, a causa de las cuencas fluviales de los ríos Yaque del Norte y Yuna, determinaran la designación –nominando Cibao a las 14 provincias norteñas- debido a que el Yaque del Norte sigue su ruta hacia el oeste para desembocar en Montecristi, y el Yuna se orienta hacia el este para finalizar su curso en la bahía de Samaná. Empero, existen tal vez otras razones donde se imbrican los aspectos históricos y de interdependencia en tiempos pasados cuando, debido a la pelonería que arropaba al país antes y después de su proceso independizador –diríamos que hasta hace pocas décadas- todos los pueblos del Norte adoptaran el calificativo cibaeño, cuando hoy sabemos que se precisa delimitar las distintas áreas geográficas de la región norte.
Resulta una inventiva, motivada por temas demográficos o de acomodamientos de geografía política, las divisiones de Cibao central o Cibao oriental. El Cibao es una línea recta con una ligera curvatura, si hacemos una visualización mental que nace en La Vega, sigue hacia Moca y Santiago y culmina en Puerto Plata. Obviamente, tenemos que incluir a Bonao que se desprendió de La Vega para crear la provincia Monseñor Nouel en 1982, aunque esa constitución provincial se hizo formalmente diez años después, en 1992. La curvatura que señalo la origina Salcedo, que es parte del Cibao porque durante muchos años fue una sección de La Vega. Luego, dos dictadores cambiarían su estatus, cuando Ulises Heureaux la eleva a puesto cantonal y la pone a depender de Moca (Provincia Espaillat) en 1896, y así permanecería hasta 1952, o sea durante 56 años, cuando Rafael L. Trujillo –apenas nueve años antes de su muerte- la constituye en provincia y le agrega a Tenares, que también era una común de Moca, y a La Jagua, que pertenecía a La Vega, la cual designa con el nombre de Villa Tapia. Salcedo se forma pues con desprendimientos de La Vega y Moca, y el nombre honra al Gral. Francisco Antonio Salcedo (Tito), no a Pepillo Salcedo como han afirmado muchos. Tito Salcedo fue un héroe mocano de las guerras de independencia. En esa misma ley que crea la provincia Salcedo, Trujillo reduce a la provincia Espaillat a su común cabecera y a la común de Gaspar Hernández, que fue el primer enclave municipal con el que se formó esta provincia, que fue creada en 1885 en el gobierno de Alejandro Woss y Gil, en honor al santiaguero Ulises Francisco Espaillat y –dato que supongo no conocen muchos- pasaron a ser parte de Moca las comunes de San Francisco de Macorís, San Antonio del Yuna, Matanzas y, por supuesto, Juana Núñez, la hoy Salcedo, que ya le pertenecía. Moca fue por muchos años una común de La Vega. Salcedo, hoy provincia Hermanas Mirabal (aunque su común cabecera sigue honrando al héroe independentista mocano), tiene lazos familiares comunes con su antigua cabeza de demarcación, aun cuando siempre me ha parecido que se ha sentido más cerca de San Francisco de Macorís.
¿Cuál es el aspecto central que identifica al cibaeño? El habla. El lenguaje popular, donde ocurren variaciones fonéticas muy acusadas, se acentúa la vocal “i” y ocurre con frecuencia la aspiración o elisión de la “s”. Donde el habla cibaeña es más fácil de constatar es en Santiago, sin duda alguna, hasta donde los intelectuales tienen que hacer esfuerzos para hablar sin la variación lingüística aludida. Pero, también es muy notoria en Moca y Salcedo, y un poco menos en La Vega y Bonao, pero como en Puerto Plata este debilitamiento de la “s” y el realzamiento de la “i” como sustituto de las consonantes más fuertes, es una expresión identitaria del cibaeño. No es sólo el elemento fonético y la misma fonación al nombrar una palabra o construir una frase, sino que los componentes del fonema son alterados por el habla cibaeña de distintas formas: con las expresiones rurales, el lenguaje coloquial, giros dialectales, modismos, variables léxicas. Estos elementos lingüísticos no son tan comunes, o prácticamente desaparecen en otras provincias de ese lado del país que llamamos Norte, que es el genérico de la región, no Cibao.
Lo de llamar Cibao a las 14 provincias del Norte es un mito, como el antillanismo que nos enseñaban antes en las escuelas que incluía a una Jamaica que ni por historia, raza, lengua y cultura tenía ninguna unidad con los países de las Antillas Mayores, aunque sí entre Cuba, Puerto Rico y República Dominicana. Desde el punto de vista del habla, a pesar de las diferencias en los formatos del lenguaje, República Dominicana está más cerca de Venezuela que de cualquier otro país centroamericano o caribeño, con las excepciones citadas. Aparte del “vale” o el “pues” tan recurrentes en los venezolanos, tienen vocablos y expresiones lingüísticas similares a las nuestras, muchas incluso que fueron comunes en el habla de nuestros padres y abuelos, y que los venezolanos conservan aún. O como el Caribe, otro gran mito geográfico y cultural. Incluso Centroamérica, donde a pesar de que realmente son parte de un entramado geográfico similar y cercano, tienen diferencias muy notables entre unos y otros de sus pueblos. Panamá fue, por mucho tiempo, un país en solitario, no integrado a Centroamérica, y después de muchos debates y francos pareceres en contra, hasta tiempos recientes. Y sólo lo es de nombre. Las unidades regionales constituyen siempre un discurso de deseo.
El Cibao es, pues, si partimos desde Bonao: las provincias Monseñor Nouel, La Vega, Espaillat, Hermanas Mirabal, Santiago y Puerto Plata. No es Cibao central, es Cibao total. Las ocho provincias restantes son: el Nordeste, que tiene como capital a San Francisco de Macorís, y que incluye a la provincia María Trinidad Sánchez (Nagua), la provincia Sánchez Ramírez (Cotuí), y a la provincia de Samaná, que es un enclave geográfico con peculiaridades que la distinguen no sólo del resto de las provincias norteñas sino de las de todo el país, y que solamente guarda relación con San Pedro de Macorís, por la presencia de migrantes barloventinos en el último caso, y en el primero por la migración de familias de esclavos libertos de Estados Unidos. Ahí cambia el origen, el habla, los nombres y apellidos, la religión y la gastronomía. Desde luego, Samaná estuvo antes colonizada por españoles y franceses. El presidente haitiano Jean Pierre Boyer tuvo un rol estelar en la conformación racial de Samaná.
Al Nordeste debiera pertenecer Monte Plata, una de las dos anomalías geográficas del país en términos de pertenencia provincial y regional. Regularmente se la une al Este, pero esta provincia, creada en 1982, hace frontera con Duarte y Sánchez Ramírez, y en mayor dimensión con la provincia Santo Domingo. Apenas un trozo es fronterizo con Hato Mayor. Nunca se sabe pues, dónde ubicarla, y creo que debe ser en el Nordeste. Monte Plata, formada por familias que fueron obligadas a migrar desde Puerto Plata y Monte Cristi, tuvo muchos altibajos como parte de la caprichosa voluntad del dictador Rafael L. Trujillo, que deseando engrandecer su patria chica la convirtió en común de San Cristóbal (mucho antes lo había sido de El Seibo y también de Santo Domingo), al crear la provincia Trujillo. Después, el dictador la convierte en provincia con las comunas de Guerra, Bayaguana, La Victoria, Villa Mella y Yamasá, llamándola provincia Monseñor Meriño. Trujillo incorpora años después a Monte Plata y sus comunas a su provincia de nacimiento, y Monte Plata fue, hasta 1983, un municipio de San Cristóbal. Yo la situaría en el Nordeste, pues está muy alejada, física y geográficamente del Este. La otra anomalía es Villa Altagracia, que sigue siendo parte de la provincia San Cristóbal por una medida antojadiza del trujillato. Parece un “alma en pena” en medio de la geografía nacional. Debiera pertenecer a la provincia Santo Domingo, hasta por cuestiones prácticas. No hay ningún vínculo de la gente de Villa con San Cristóbal, provincia donde inicia lo que se conoce como Sur cercano.
Aparte del Nordeste, está la Línea Noroeste (Valverde, Monte Cristi, Santiago Rodríguez y Dajabón, con todas sus pertenencias). Esa es la otra parte del Norte que no tiene ninguna razón para ser considerada Cibao. Su capital no está bien definida, pues ni la Iglesia católica logró sortear el asunto entre Mao y Montecristi y, en una medida inusual, creó la diócesis con el nombre de las dos. Yo creo, empero, que Mao debe ser la capital de esta subregión del Norte. En fin, Cibao y Norte son dos cosas distintas. El Cibao no es gigante. Gigante es el Norte, en habitantes, producción y cultura, aunque el Cibao –formado por sólo seis provincias- sea la parte del Norte de mayor riqueza histórica, social, económica y cultural del país dominicano. Eso creo.