El mafioso albanés que intentó conquistar Roma en 10 meses
La máxima criminal señala que quien controle el precio de la droga, controlará el mercado. Pero quien domine ese espacio económico, tendrá también el poder sobre el territorio: la calle. De este modo, el emergente clan de los albaneses en Roma puso a funcionar en 2019 toda su maquinaria de contactos con la ayuda del clan Casamonica, un histórico grupo de la ciudad, y fletaron un avión privado. Iban a traer desde Brasil siete toneladas de cocaína. Una cantidad suficiente para inundar de droga los 15 distritos de la capital. El peso exacto, también, para descompensar la balanza de la fragmentada escena criminal de la Ciudad Eterna. Italia entendió en enero de ese año los cambios a los que se enfrentaba con el caso Brasile Low Cost, una operación policial internacional coordinada desde Roma y con la que la DEA estadounidense y agentes infiltrados abortaron la entrada del cargamento de cocaína de Brasil, que hubiera cambiado definitivamente el equilibrio del crimen organizado en Roma. Los albaneses, como sucedió antes en otros lugares de Europa, querían su parte de la ciudad.
El símbolo del fulgurante ascenso de este grupo es Elvis Demce, albanés de 37 años de segunda generación criado en la periferia de Roma. “Yo soy Dios”, proclamó al salir de la cárcel en mayo de 2020, después de pasar ahí seis años por un homicidio del que terminó absuelto. Y a pesar de que el pescado en la ciudad ya estaba repartido, se comportó como una deidad. Sustituyó a sus compatriotas, arrestados en la operación Brasile Low Cost, ganó más de 10 millones de euros en ocho meses, importó cocaína directamente de Sudamérica y logró el beneplácito de la ‘Ndrangheta para los negocios. Pero infringió el primer mandamiento de la Constitución mafiosa: no hacer ruido. “Si no lo hubiéramos arrestado, ahora sería enorme”, señalan fuentes de la investigación.
Roma nunca quiso dueños. El crimen organizado supo encontrar un equilibrio fluido en la capital de Italia para distribuirse un enorme territorio ―la segunda ciudad más grande de Europa en extensión―, un lugar fértil para el tráfico de drogas y el blanqueo de capitales mientras no hubiera violencia. Pese a los intentos de la Cosa Nostra, la Camorra y la ‘Ndrangheta, el único núcleo que logró articular todas las corrientes criminales fue la legendaria Banda della Magliana en los años setenta y ochenta: un tutti frutti de delincuentes y neofascistas del grupo terrorista NAR (Nucleos Armados Revolucionarios).
Tras su lenta descomposición, algunas figuras como Michele Senese, napolitano y delegado de la Camorra en Roma, se convirtieron en los catalizadores de todos los intereses que confluían en la ciudad. Pero su detención en 2013 y el lento desguace de su clan, abrieron hacia 2017 la puerta a nuevos grupos, entre los que destacaban los albaneses. “Hubo otro fenómeno que marcó el cambio de tornas: el asesinato de Diabolik”, señala un fiscal que conoce bien el universo de las mafias del este de Europa.
Fabrizio Piscitelli, apodado Diabolik, era el líder de los ultras de la Lazio. Pero también un criminal que controló parte del tráfico de drogas de Roma, ayudado, en gran medida, por grupos de albaneses. Fue él, en realidad, quien les introdujo en la escena criminal. “Compartían la fe futbolística y política”, señala un magistrado. O sea, el fascismo. Y la Lazio, cuya Curva Norte está nutrida de ciudadanos del Este. El 7 de agosto de 2019, mientras estaba sentado en un banco del parque de los Acueductos de Roma, se le acercó un sicario argentino vestido de runner y le pegó un tiro en la nuca antes de salir corriendo. La Dirección Investigativa Antimafia (DIA) seguía desde hacía tiempo a Diabolik, que intentaba convertirse en algo parecido a un capo en una ciudad que nunca admitió dueños.
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Piscitelli llegó a sentarse el 13 de diciembre de 2017 en una mesa con las familias mafiosas de los Spada, Casamonica y Exposito para garantizar la estabilidad en el distrito romano de Ostia. Un encuentro celebrado en un restaurante de la periferia que en los sumarios se bautizó como Pax Romana. La clave es que en esa importante comida, ya estaban los albaneses, representados por Dorian Petoku, protagonista de aquel intento de importar siete toneladas en el vuelo chárter de Brasil que terminó desbaratado con la intervención de la DEA y un policía infiltrado. Piscitelli quiso tenerles cerca. Y cuando Petoku fue arrestado poco después en la operación Low Cost, llegó el turno del nuevo rey.
Elvis Demce supuso el punto de inflexión. Hijo de albaneses y totalmente romanizado —su grupo hablaba en romanesco, el dialecto local―, conocía perfectamente los resortes culturales del país y tenía más hambre que nadie. “Ha salido el ISIS”, escribió a sus amigos anunciando el advenimiento de un nuevo orden cuando fue excarcelado por falta de pruebas en un caso de homicidio. Un magistrado que conoce bien su modus operandi, reconstruye la progresión de su grupo. “Durante 25 años los albaneses trabajaron para el clan napolitano de Michele Senese. Primero como porteros de sus locales, luego como camellos. Son más violentos que nadie, y se reforzaron a partir de ese músculo. Muchos terminaron en la cárcel y entraron en contacto con los calabreses. La prisión es también una gran red de contactos profesionales y los acuerdos que hicieron ahí dentro con la ‘Ndrangheta [la mafia calabresa, la más poderosa de Italia], fueron fundamentales. Pactos que reflejan un mecanismo básico de cualquier actividad empresarial”, apunta.
El mecanismo es sencillo. El precio de la coca en origen lo marca también la capacidad del comprador de ocuparse de todas las fases posteriores a la importación: recuperar el contenedor del puerto, la custodia, el transporte, el corte, la distribución en la calle. Y la banda de Demce era extraordinaria ofreciendo esas comodidades a latinoamericanos y calabreses y obteniendo un precio competitivo de unos 30.000 euros por kilo. Los contactos conseguidos permitieron comprar grandes cantidades de cocaína. Primero a los calabreses y luego directamente a los carteles sudamericanos. No sustituyeron a los calabreses en el control de la droga en origen. Pero aportaron su control en algunos puertos del norte de Europa y de Albania (Durrës). “Gracias a eso, determinados grupos de albaneses lograban vender unos 30 kilos por semana en Roma. Para colocar esa droga hay que estar seguro de que la venderás y tener una gran infraestructura logística y de distribución importante. Eso significa conquistar el territorio. Y se hace con violencia o acuerdos con otros grupos”.
Los albaneses lo hicieron de ambas maneras. Y en la Fiscalía Antimafia de Italia se estudió con atención el fenómeno. Uno de sus magistrados cree que “es una novedad que haya emergido este tipo de mafia con tanto control del territorio”. “Tienen estructuras más fluidas, menos organizadas. No están repartidas por cargos y roles. Es muy distinto a ‘Ndrangheta, pero están muy relacionados con ellos. Tienen la gestión de algunos canales de droga. Fueron fuertes con la heroína de Afganistán y con el hachís, tanto de Albania como de Marruecos. Y, sobre todo, están atentos a la gestión de los puertos del norte de Europa. Especialmente en Holanda: en Róterdam y Ámsterdam”.
El problema es que Demce, que se hacía llamar Don Pablo ―por Pablo Escobar—, quiso recuperar lo que consideraba suyo cuando salió de la cárcel. Pero un compatriota había ocupado su territorio. “Esas zonas estaban gestionadas por Ermal Aarpaj. Y ahí comenzó una guerra fratricida”, apuntan fuentes del Núcleo Operativo del Comando Provincial de Roma de los Carabinieri. Demce intentó asesinar a su rival. “Aquí solo hay una iglesia. Y en esta ciudad, hasta los adoquines son nuestros”, se le escucha en una conversación interceptada. Y Arapaj, primero huyó a España y, luego, regresó a Roma para matar a Demce. Se desató el caos. Y se infringieron todos los códigos aprendidos por la Cosa Nostra durante los atentados de los años noventa. El ruido, como sucede siempre, atrajo a la policía y a los magistrados, que comenzaron a ponerles cerco. Acorralado por las investigaciones, a Demce se le ocurrió que lo mejor sería enfrentarse al Estado.
El plan que diseñó el capo albanés consistía en asesinar a policías y a dos magistrados ―los hermanos Francesco y Giuseppe Cascini, que se encontraron por casualidad investigando a esta organización―, como recuerda una fuente de los Carabinieri. “Era una locura. Nunca ha habido un atentado contra un juez en la capital de Italia. Y no sé si hubieran llegado hasta el final, pero tenían las armas: granadas, bazokas, fusiles… Decían que iban a usarlas para eso en un lugar exacto”.
El problema es que las conversaciones telefónicas donde Demce explicaba que iban a cometer el atentado en pleno centro de Roma —piazzale Clodio, sede de los tribunales penales― se realizaron a través de una aplicación de encriptación telefónica llamada SkyEcc, cuyo servidor había sido interceptado meses antes por Europol. “Encontraron a 170.000 contactos que hablaban libremente por ahí”. Estaba todo detallado. Operaciones, cantidades. También fotos de rehenes a punto de ser ejecutados con una pistola en la sien a la espera de la orden final de Elvis Demce. Y en marzo de 2021 comenzaron las detenciones. “Ese servidor fue como abrir una caja de pandora, sobre todo en Italia. La mayoría de criminales de un cierto tipo utilizaba este sistema para comunicarse. Tenemos meses enteros de conversaciones genuinas y detalladas. Es un material probatorio de mucho relieve. Estamos todavía trabajando en él”, apuntan en los Carabinieri.
La operación se concluyó el pasado enero con 27 detenciones y la desarticulación de la primera capa del grupo. Se les atribuyen delitos de tráfico internacional de estupefacientes agravado por la utilización del método mafioso. “Hoy están debilitados. El golpe fue muy duro. Pero siguen ahí. Su estructura líquida y menos vertical les permite rearmarse más rápidamente”, señalan fuentes de la investigación. Una vida, solía decirse, no es suficiente para conocer Roma. Elvis Demce intentó conquistar una ciudad eterna en solo 10 meses y terminó en la cárcel. Es posible que sus sucesores se lo tomen ahora con algo más de tiempo.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Contenido exclusivo para suscriptores
Lee sin límites