La Policía ha vuelto a salirse de cauce en su brutalidad
“Incontrolables”, para mí, es el adjetivo que resume los dos primeros gobiernos de Joaquín Balaguer cuando el “candidato de la paz” y, al resultar elegido presidente en junio de 1966, fue el presidente de la post guerra llamado a poner en ejecución la Pax americana y de evitar que República Dominicana se convirtiera en otra Cuba en las narices de Estados Unidos (EE.UU.).
En efecto, poco después de la firma del Acta institucional el 3 de septiembre de 1965, comenzó la persecución de militares y combatientes constitucionalistas, así como de connotados dirigentes políticos señalados por Estados Unidos como comunistas al servicio de Cuba, la Unión Soviética y China verbigracia la agresión aquel 19 de diciembre de ese año cuando Caamaño y sus compañeros fueron a rendir homenaje a la tumba del coronel Rafael Fernández Domínguez, líder militar que organizó el movimiento que dio al traste con el triunvirato presidido por Donald Reid Cabral el 24 de abril de 1965. Ese aciago día de diciembre fue muerto en el hotel Matum el coronel Juan Lora Fernández quien junto a Francis Caamaño enfrentó militarmente a Estados Unidos entre abril y septiembre de 1965.
A la refriega del Matum siguió el nombramiento de Caamaño, Montes Arache, Lachapelle Díaz y Peña Taveras entre otros exmilitares constitucionalistas como agregados en diferentes embajadas dominicana de Europa y América Latina. La Pax americana comenzaba a manifestarse y alcanzó su objetivo cuando Joaquín Balaguer fue elegido presidente el 1 de junio de 1966. Al nuevo presidente correspondía pues ponerla en ejecución. Seguro de su plan los EU abandonaron República Dominicana en septiembre de ese año.
La cacería de izquierdistas y constitucionalistas comenzó en agosto de 1966 con el aleve asesinato del comandante Pichirilo. Atentado que marcó el ritmo de lo que debería, según EE.UU. ser República Dominicana. Los que no fueron conscientes de que habían pedido la guerra fueron asesinados en el primero o en el segundo de los tres períodos ininterrumpidos de gobierno de Balaguer y que hoy conocemos como el “de los doce años” (1966-78).
A finales de ese represivo primer período de Balaguer, fue cuando el propio presidente utilizó el adjetivo “incontrolables” para calificar a ciertos oficiales de la contrainsurgencia gubernamental que se habían salido del control de sus superiores.
Sólo en los gobiernos con vocación totalitaria (y el actual gobierno dominicano no la tiene) las instituciones creadas para la seguridad ciudadanas se convierten, al sentirse respaldadas por sus superiores o por la arrogancia propia de un poder que no les ha sido conferido, en enemigos de la anhelada seguridad ciudadana como ha venido sucediendo en estos últimos meses en la vía pública y en diferentes destacamentos policiales en donde agentes de la policía, sin motivos que lo justifiquen, han golpeado hasta la muerte a varios jóvenes.
La brutalidad policial no es inherente a la institución creada para mantener el orden público: tampoco el director de la Policía nacional ha dado esa orden a sus subalternos para que se hagan “respetar” por la ciudadanía. Diríamos que los “incontrolables” están de regreso o que tal vez nunca se fueron y sólo esperaban que la impunidad les diera la oportunidad de manifestarse y no han perdido tiempo. Recordemos el asesinato de aquella joven que fue mortalmente herida en las inmediaciones de la playa de Boca Chica en el verano de 2021 luego de haber chocado la motocicleta de un policía y no se detuvo; el agraviado la persiguió, le disparó y la mató.
Ese trágico incidente estuvo precedido por la muerte de una pareja en las inmediaciones de Villa Altagracia cuando una patrulla policial disparó, sin razón, al vehículo en que viajaban. Como muchos agentes de la institución del orden conscientes de que la manida declaración oficial: “¡Esas muertes no quedarán impunes!” no es más que palabras de políticos que no escatiman y se sienten autorizados a sus exacciones como son las muertes de aquel joven masacrado en el cuartel de San José de Ocoa, y ese otro en el de Naco en Santo Domingo y, como si no fuera suficiente, otros dos en Santiago y Moca. Todo eso en menos de un mes.
Durante el “gobierno de los doce años” el régimen tenía un objetivo político definido según la Pax americana: decapitar a la izquierda dominicana y alejar a República Dominicana del socialismo a la cubana permitiendo a las instituciones de la contrainsurgencia aniquilar a la izquierda dominicana.
Recordemos la tristemente célebre “Banda Colorá” y el secuestro y posterior asesinato de Santiago Manuel Hernández (Mangá) aquel joven izquierdista que fue sacado herido del hospital Padre Billini por miembros de la famosa banda dirigida, entre otros por aquel capitán Núñez y Ramón Pérez Martínez (Macorís).
Sobre ese horrendo asesinato Juan Bosch publicó en la revista del PRD Política, teoría y acción (1972): “Fue la policía la que lo mató, estremecedor, profundo y contundente testimonio del terror en la República Dominicana” en donde el reconocido político y escritor recurrió a su abandonada carrera de autor de novelas para dar cuenta, con este extraordinario texto, del terror y la inseguridad que habían impuesto en República Dominicana los incontrolables que parecen, según los eventos de los últimos meses, renacer de sus cenizas, como el mitológico fénix.