Biden y sus aliados asiáticos intensifican los esfuerzos para contrarrestar a China
Los ecos de la guerra de Ucrania se han dejado sentir este martes en Tokio. Los cuatro líderes del Quad, la alianza informal que aglutina a democracias tan dispares como Estados Unidos, Japón, Australia y la India, han tenido en mente la invasión rusa para advertir de que no tolerarán una repetición de un acto similar —ni de sus pasos previos— en la región de Indo-Pacífico. Se oponen, han asegurado en el comunicado final tras la reunión, a “cualquier acción coercitiva, provocadora o unilateral que intente cambiar el statu quo” en la zona. El destinatario de la alerta no se mencionaba por nombre, no hacía falta. Todos lo sabían: China.
La invasión rusa salió a relucir una y otra vez en la cumbre, la segunda en persona de esta alianza informal creada en su día para responder al tsunami de 2004 en el sudeste asiático, y rescatada y reconvertida casi tres lustros después en un mecanismo de cooperación estratégica entre cuatro democracias en las cuatro esquinas de la región indopacífica y que comparten su inquietud hacia la creciente influencia de Pekín en la zona.
“Esto se trata de democracias contra autocracias, y tenemos que asegurarnos de que cumplimos”, afirmó al comienzo de la cumbre el presidente estadounidense, Joe Biden, que concluía con la celebración de este evento y de reuniones bilaterales con cada uno de los socios, una gira de cinco días por Asia. “El asalto ruso a Ucrania subraya la importancia de los principios fundamentales del orden internacional, la integridad territorial y la soberanía. El Derecho internacional y los derechos humanos deben defenderse siempre, con independencia de dónde se violen”, afirmó. El anfitrión del encuentro, el primer ministro nipón Fumio Kishida, se sumó a la tesis. La guerra en Ucrania, subrayó, representa “un grave incidente que ha agitado fundamentalmente el orden internacional basado en el estado de Derecho”. “No debemos permitir que cosas así ocurran en el Indo-Pacífico”.
El flamante jefe de Gobierno australiano, el laborista Anthony Albanese —vencedor de las elecciones el sábado y llegado inmediatamente después de su investidura el lunes— coincidía. “Nuestra alianza del Quad es más necesaria que nunca para responder a los desafíos y amenazas de un mundo con menor certidumbre; para transformar a mejor ese mundo y construir una región indo-pacífica más fuerte, con más colaboración, que respete la soberanía”.
El primer ministro indio, Narendra Modi, fue el único que no se pronunció explícitamente contra la ocupación rusa. Su país cuenta con importantes lazos de defensa con Moscú y, al igual que ha hecho China, esquiva sistemáticamente condenar las acciones del Gobierno de Vladímir Putin. El representante de Nueva Delhi optó por destacar la “cooperación mutua” del cuadrángulo en otras áreas menos contenciosas, desde el refuerzo de las cadenas de suministro a la distribución de vacunas, para “continuar fortaleciendo la imagen del Quad como una fuerza para el bien”. Más tarde, la Casa Blanca indicó que en la bilateral entre ambos, Biden enfatizó a Modi las consecuencias globales de la guerra en Ucrania.
En una aparente deferencia a la postura india, el comunicado final no menciona de manera explícita a Rusia. El texto sostiene, en cambio, que los cuatro líderes “abordaron las respectivas respuestas al conflicto en Ucrania y la trágica crisis humanitaria en curso”.
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Respuesta a los movimientos chinos
Pero la gran protagonista en ausencia, y la razón de ser de la cumbre, era China. Buena parte de las iniciativas acordadas en la reunión se han pactado con ella en mente, desde una mayor cooperación para la distribución de vacunas —que contrarreste la que lleva a cabo Pekín en otros países asiáticos— a un fondo de 50.000 millones de dólares para el desarrollo de infraestructuras en la región, una respuesta a los proyectos que China acomete dentro de su iniciativa Nueva Ruta de la Seda.
El comunicado final dedica especial atención a las actividades marítimas chinas, una de las principales fuentes de roces entre el gigante asiático y los componentes del Quad, y menciona los “desafíos al orden marítimo basado en las leyes, incluido en los mares del Sur y el Este de China”. En el del Este, Pekín y Tokio se atribuyen la soberanía de las islas Diaoyu/Senkaku. En el del Sur, China, que reclama el control del 90% de las aguas y mantiene disputas con media docena de países, ha construido una serie de islotes artificiales que ha transformado en bases militares.
Las conclusiones del encuentro aluden a “la militarización de puntos en disputa, el uso peligroso de buques guardacostas y milicias marítimas, e intentos de interrumpir las actividades de explotación de recursos marinos por parte de otros países”. Todas ellas prácticas de las que se ha acusado a China. Los cuatro países han acordado crear un mecanismo que supervisará mediante satélite las actividades de las flotas pesqueras y posibles milicias marítimas chinas, y que se empleará también para fines humanitarios.
La cuestión de Taiwán, a la que China considera parte de su territorio y no renuncia a unificar por la fuerza, también pendía sobre el encuentro. Un día antes, Biden había parecido poner fin a la ambigüedad estratégica que su país había mantenido durante cuatro décadas, al asegurar que sí acudiría militarmente en defensa de la isla si China la invadiera. Este martes, en cambio, contestó con un tajante “no” a la pregunta de un periodista acerca de si había puesto fin a esa política. “La política no ha cambiado en absoluto. Lo dije cuando hice ayer mi declaración”, agregó el presidente estadounidense.
Tras la declaración de Biden del lunes, la segunda desde octubre en la que parecía confirmar el cambio en la política estadounidense, China advirtió a Washington que está “jugando con fuego”. Estados Unidos “utiliza la carta de Taiwán para someter a China, y se va a quemar”, aseguró Zhu Fenglian, la portavoz de la Oficina de Asuntos Taiwaneses del Gobierno en Pekín.
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