Marine Le Pen acorta distancias con Macron ante las presidenciales de 2022
Marine Le Pen se ha consolidado, una década después de tomar el mando de su partido, como una figura central en la política francesa. Pasan los presidentes y ella sigue ahí: la alternativa inamovible a los políticos y partidos de gobierno. Cuando falta más de un año para las elecciones presidenciales de 2022, se impone la cautela ante cualquier pronóstico, pero varios sondeos apuntan que la jefa del partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional (RN) no ha dejado de recortar distancias ante el presidente centrista Emmanuel Macron.
Le Pen carga todavía con desventajas considerables. Su apellido, que es el de la estirpe ultra más conocida de Europa, espanta a buena parte de la población. Sin carisma, arrastra la imagen de incompetencia que se evidenció en el debate, fallido para ella, con Emmanuel Macron en la campaña para las elecciones presidenciales de 2017. El RN, mezcla de partido personalista y empresa familiar y lastrado por problemas financieros graves, apenas tiene implantación territorial ni cuadros preparados para gobernar la segunda economía europea, única potencia nuclear de la UE con asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU. Su ideología, enraizada en el nacionalismo radical y el rechazo a los inmigrantes, no es mayoritaria.
Durante tiempo, se habló del techo de cristal de Marine Le Pen, un tope electoral que le impediría ganar las presidenciales. Estas elecciones se celebran a dos vueltas. Se clasifican para la segunda los dos candidatos más votados en la primera. El argumento era que, en la segunda vuelta, se unirían todos los votantes contrarios a la extrema derecha para impedir su acceso al Palacio del Elíseo. Todos contra Le Pen: era el llamado frente republicano.
El frente republicano funcionó en 2002, cuando Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, perdió en la segunda vuelta de las presidenciales ante Jacques Chirac: comunistas, socialistas, centristas, derechistas votaron en masa al conservador Chirac para frenar a Le Pen padre. Chirac sacó un 82% de votos frente al 18% de Le Pen. En 2017, Le Pen hija volvió a colarse en la segunda vuelta, y obtuvo un 34% de votos frente al 66% de Macron. El frente republicano empezaba a agrietarse.
De los últimos sondeos sobre las elecciones presidenciales de 2022, se deduce que la unión de todos contra Le Pen puede haber pasado a mejor vida. Si la primera vuelta se celebrara hoy, Le Pen quedaría primera con un 26% o un 27% de votos, frente a Macron con un 23% o 24%, según un sondeo del instituto Harris Interactive para el diario L’Opinion. No se ha publicado el sondeo sobre la segunda vuelta. Pero Le Parisien desveló que, según estos datos, Macron derrotaría a Le Pen por 52 a 48%. La distancia es tan estrecha —cuatro puntos— que, teniendo en cuenta el margen de error, significaría que el Palacio del Elíseo está al alcance de la mano para el nacionalismo populista de derechas.
La empresa demoscópica no ha confirmado los datos, que no se han publicado oficialmente. Por tanto, hay que tomarlos con pinzas. Pero confirman una tendencia. Le Pen no ha dejado de acortar distancias desde 2017. Otro sondeo, del pasado junio, realizado por el instituto Ifop, situaba a Le Pen a 10 puntos de Macron, 45% a 55%. Y el RN fue la fuerza más votada y derrotó a La República en Marcha (LREM) de Macron en las últimas elecciones de alcance nacional, las europeas de 2019. Todo puede cambiar hasta las elecciones, pero en la política francesa se da por casi seguro que Le Pen se clasificará para la segunda vuelta: toda la pelea política es por saber quién se enfrentará a ella, si el presidente Macron u otro candidato.
“A un año y medio de las elecciones, hay que abordar todos los sondeos con prudencia”, avisa Jean-Yves Camus, director del Observatorio de las Radicalidades Políticas en la Fundación Jean Jaurès. ”Pero demuestran de forma incontestable que Marine Le Pen lo haría mejor en 2022 que en 2017″.
Camus cita dos acontecimientos que pueden explicar que, en el último medio año, Le Pen se haya acercado tanto a Macron en los sondeos. El primero es la decapitación del profesor de instituto Samuel Paty el pasado 16 de octubre, que colocó en el centro de la política francesa la amenaza islamista, tema predilecto de la extrema derecha. “El asesinato de Samuel Paty sacudió algo en la opinión pública francesa, y no solo entre los electores de derechas”, explica Camus. “Afectó considerablemente a docentes y funcionarios que a veces se sienten desprotegidos ante el islamismo”.
El segundo acontecimiento que puede favorecer a Le Pen es la gestión de la crisis sanitaria, plagada de tropiezos y confusión, por parte de Macron y su Gobierno. Lo curioso en el caso francés es que, con excepciones, Le Pen ha evitado a la hora de hacer oposición la retórica estridente de otros partidos parecidos como Vox en España o AfD en Alemania. “No se ha sumado al conspiracionismo”, constata Camus, coautor de La extrema derecha en Europa: Nacionalismo, xenofobia, odio. “Es como si quisiera dar la impresión de que, cuando se quiere ser presidenta de la República, no sirve para nada gritar mucho y fuerte”.
Le Pen, que nunca ha sido una política popular, intenta pulir una imagen deteriorada para parecer presidenciable. Es la llamada desdemonización que empezó cuando asumió el mando del Frente Nacional. Apartó a su padre, el fundador del FN, y repudió sus salidas de tono antisemitas y xenófobas. Reclamó la herencia del general Charles de Gaulle, padre de la Francia contemporánea y bestia negra de Jean-Marie Le Pen. Y rebautizó al partido como Reagrupamiento Nacional, para sacarlo del rincón ultra.
La propuesta del Frexit —la salida de Francia del euro y de la UE— ha quedado aparcada y Marine Le Pen reivindica la bandera del feminismo, del ecologismo, de la laicidad y de los de abajo ante las élites. Al mismo tiempo, ve que conceptos que abanderaba su partido, como el cierre de las fronteras o el repudio de la globalización, se han convertido en realidades cotidianas con la pandemia, aceptadas por casi todo el espectro político.
“Si el electorado del RN se moviliza bien, si Marine Le Pen no vuelve a cometer los errores de 2017, si Emmanuel Macron no hace el pleno entre todos los que hace tres años votaron por él a izquierda y derecha porque el balance del quinquenio se juzgará insuficiente”, dice Camus, “su victoria, aunque siga siendo improbable, será una posibilidad que hay que contemplar”.
La última oportunidad
Las elecciones presidenciales de abril y mayo de 2022 serán las terceras a las que concurre Marine Le Pen, de 52 años. En las primeras, en 2012, no logró clasificarse para la segunda vuelta. Lo consiguió en las segundas, en 2017, pero perdió ante el actual presidente francés, Emmanuel Macron. Un tercer fracaso podría poner fin a su carrera política. Muchos ya la señalan como culpable de que, en una década de auge del populismo nacionalista en las democracias occidentales, el partido más veterano de la extrema derecha europea y uno de los que cuenta con un caladero de votos más abundante, no haya arañado ninguna cuota de poder en su país. Los rivales se preparan para relevarla. La principal es Marion Maréchal-Le Pen, sobrina de Marine y nieta favorita de patriarca ultra Jean-Marie Le Pen. Ahora dedicada a su centro educativo con sede en Lyon, Maréchal-Le Pen, de 31 años, aparece como una alternativa más joven y más conservadora que su tía. Más de diez millones de franceses votaron en las presidenciales de 2017 a la candidata del Reagrupamiento Nacional (RN) formación que se jacta de ser el primer partido obrero de Francia. Dos años después, el RN fue el más votado en las europeas. Y, sin embargo, el sistema electoral a dos vueltas —tanto en las presidenciales como en las legislativas, regionales o municipales— perjudica a este partido: en la segunda vuelta, todos suelen unirse en su contra. No controla ninguna gran ciudad —Perpiñán es la excepción desde el pasado verano— ni ninguna región, y sus seis diputados de 577 en la Asamblea Nacional no le dan derecho ni a tener grupo parlamentario.