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Las elecciones en números
Las elecciones en números

A medio camino entre las elecciones de 2020 y las de 2024 resulta oportuno hacer un ejercicio de matemática electoral para comparar los resultados de las elecciones presidenciales de 2016 y 2020 con el fin de pensar en posibles escenarios para el 2024.

Por supuesto, la política no se reduce a números fríos, aunque estos ayudan a entender situaciones y procesos políticos que son los que, en último término, definen el curso de las competencias electorales.

El hecho más notable de las elecciones de 2020 fue, sin duda, el desplome electoral del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en comparación con los resultados que obtuvo en el 2016. En efecto, en las elecciones presidenciales de 2016, el candidato presidencial de ese partido, el expresidente Danilo Medina, obtuvo 2,847,438 votos (61.74%), mientras que en el 2020 el candidato Gonzalo Castillo apenas alcanzó 1,537,078 votos (37.46%), esto es, una diferencia de 1,310,400 votos.

Este resultado constituyó un revés electoral de la mayor envergadura para ese partido político. En lo que respecta al Partido Revolucionario Moderno (PRM), este pasó de 1,613,222 votos (34.98%) en el 2016 a 2,154,866 votos (52.52%) en el 2020, un salto significativo que le dio el triunfo electoral.

Hay que señalar, sin embargo, que la diferencia de votación de este partido entre el 2020 y el 2012, cuando todavía era el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), fue solo de 24,677 votos, lo que significa que el candidato del PRM en las elecciones de 2020 –el hoy presidente Luis Abidaner- logró un apoyo electoral prácticamente idéntico al que alcanzó el expresidente Hipólito Mejía en las elecciones de 2012.

Mientras que si se compara la votación del PLD en el 2016 con la del PRM en el 2020, este último obtuvo 692,572 votos menos que el primero, lo que muestra que el triunfo electoral del PRM –sin minimizar su contundencia- estuvo bien distante de la votación del PLD en el 2016.

En términos estrictamente numéricos, los siguientes factores arrojan luz para entender el cuadro electoral de 2020 y pensar en posibles escenarios para el 2024. En primer lugar, hubo una diferencia de 508,601 votos válidos entre las elecciones de 2016 y las de 2020, de lo que se puede deducir razonablemente que los abstencionistas fueron simpatizantes del PLD que no se sintieron motivados a votar, a diferencia de los electores del PRM que, sin duda, estuvieron mucho más motivados a ir a las urnas en un contexto favorable al cambio político.

En segundo lugar, un nuevo partido político producto de un desprendimiento del PLD -la Fuerza del Pueblo (FP), con el expresidente Leonel Fernández como candidato presidencial bajo la sombrilla legal del Partido Reformista Social Cristiano (PRSC)- obtuvo 365,226 votos (8.90%), los cuales naturalmente surgieron de la base electoral del PLD. Estas dos partidas –la abstención y la votación a favor de este nuevo partido- suman 873,827 votos, cantidad superior a la ventaja que obtuvo el PRM sobre el PLD.

En tercer lugar, el desplome del PLD en las tres principales demarcaciones electorales –provincia Santo Domingo, Distrito Nacional y Santiago, las cuales este partido había ganado cómodamente en las elecciones de 2016 y las dos primeras de manera sucesiva desde 2004, sacó de competencia al PLD frente a un ascendente PRM que tuvo como principal base de sustentación a las clases medias urbanas que se activaron políticamente en torno al tema de la corrupción y la impunidad, especialmente a partir de la suspensión de las elecciones municipales. La mitad de los votos que obtuvo el PRM por encima del PLD corresponden a esas tres demarcaciones y la otra mitad al resto del país.

Esos números no permanecerán estáticos, pero su variación, a favor de una u otra fuerza política, dependerá de cómo cada una de ellas enfrente sus propios desafíos en el trayecto hacia las elecciones de 2024. Como punto de partida, hay que reconocer que el PRM y su seguro candidato presidencial -el presidente Abinader- constituyen la fuerza política a vencer en las próximas elecciones, pues en un régimen presidencial de dos períodos quien ejerce la presidencia suele tener ventajas frente a sus opositores, aunque en estos tiempos de crisis los partidos de gobierno están tendiendo dificultades para mantenerse en el poder.

Por supuesto, esta vez el electorado evaluará hechos concretos y no solo una promesa de cambio como ocurre cuando se hace campaña electoral desde la oposición. Otro aspecto es que el ejercicio gubernamental produce realineamientos de los sectores sociales como consecuencia de las políticas y decisiones que se adoptan desde el poder, lo que puede beneficiar o perjudicar al partido de gobierno.

Por ejemplo, el giro brusco del gobierno hacia la derecha en varios temas, siendo el más notable el tratamiento de la cuestión haitiana, le generará al PRM apoyos en sectores conservadores que probablemente no votaron por este partido en el 2020, pero, a la vez, esto puede restarle respaldo en sectores liberales que aspiraban a cambios progresistas que no han visto realizar. En todo caso, el desafío del PRM consiste en consolidar o ampliar su base electoral pues no tiene mucho margen de maniobra si desea evitar una segunda vuelta electoral.

En lo que respecta al PLD, se puede decir que este partido difícilmente encuentre de nuevo, al menos en el corto y mediano plazo, una coyuntura política más difícil que la que enfrentó en el 2020, de lo que es posible deducir que si el proceso interno de selección del candidato o candidata presidencial de ese partido resulta exitoso y se mantiene unido, con una movilización renovada de sus bases partidarias deseosas de volver al poder, el PLD puede mejorar significativamente sus resultados electorales.

Esto podrá conseguirlo únicamente si recupera una buena parte del terreno perdido en las grandes demarcaciones electorales. Su mayor desafío consiste en construir una narrativa en torno a los logros de sus gestiones de gobierno –estabilidad y crecimiento económicos, desarrollo de la infraestructura, reducción de la pobreza y expansión de las clases medias, políticas sociales- que contrapase la narrativa de la corrupción y la impunidad que marcó la pasada campaña electoral y que seguro resurgirá en esta nueva oportunidad.

Por su parte, la FP está en una posición mucho mejor que en el 2020 cuando acababa de darse la ruptura con el PLD. Esta vez cuenta con mucho más tiempo para hacer la campaña electoral, a lo cual se agrega que el contexto de crisis global tiende a favorecer, por su experiencia de Estado y su conocimiento de los asuntos internacionales, al expresidente Fernández. Paradójicamente, su fortaleza puede ser la fuente de su debilidad, pues el hecho de haber sido presidente tres veces podría convertirse en una limitación para inspirar nuevamente a la gran masa de votantes.

El desafío de este partido está en crecer no solo atrayendo votantes del PLD sino también expandiéndose hacia votantes del PRM o de quienes se abstuvieron en las elecciones pasadas. Con excepción de las elecciones de 1996 –las primeras que se llevaron a cabo con la modalidad de la doble vuelta electoral-, el electorado dominicano ha elegido al presidente en primera vuelta en las siguientes seis elecciones presidenciales.

Este es un patrón de conducta electoral que no puede subestimarse, lo que no quiere decir que sea inmutable. El PRM apostará –tiene indefectiblemente que hacerlo- por ganar en la primera vuelta ya que en un escenario de segunda vuelta su triunfo electoral estará seriamente comprometido. Por su parte, el PLD y la FP se disputarán la principalía de la oposición con miras a obtener un triunfo en primera o segunda vuelta.

El hecho de que estas dos fuerzas políticas se nutran en gran medida de la misma base electoral hace bastante difícil, aunque no imposible, que una de ellas gane en primera vuelta, pero igual puede decirse que si se produce un escenario de doble vuelta la probabilidad de triunfo de la que encabece la oposición crece enormemente. Cuando el PLD haya definido su candidato o candidata presidencial se podrá apreciar mejor cómo se irá configurando el cuadro electoral a partir de estas variables que ya comienzan a definir el proceso de cara a las elecciones presidenciales de 2024.

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