Biden viaja a Seúl y Tokio para pedir cooperación entre las sociedades abiertas frente a China
A veces, lo que no se hace es tanto o más significativo que lo que sí. Y es lo que ocurre en el viaje que Joe Biden comienza este viernes, el primero de su mandato a Asia. El presidente estadounidense visitará Corea del Sur y Japón, pero no se desplazará a China, algo que sí hizo su predecesor, Donald Trump. Aunque ausente de la ruta, Pekín será la verdadera protagonista de la gira con la que el inquilino de la Casa Blanca pretende enviar —como hizo en su cumbre con los países del sureste asiático la semana pasada— el mensaje de que, pese a la guerra en Ucrania, Washington mantiene el Pacífico como su prioridad. Y de que no ceja en su rivalidad con el coloso asiático.
Un gigante que ha recibido con enorme malestar la visita. “Incluso antes de que comience el viaje del líder estadounidense, el punto de vista de que Japón y Estados Unidos unen fuerzas para confrontar a China ya es generalizado, creando una atmósfera ponzoñosa”, arremetía el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, en conversación con su homólogo nipón Yoshimasa Hayashi en vísperas de la partida del Air Force One.
También en vísperas de la gira, el consejero de Seguridad Nacional estadounidense, Jake Sullivan, conversaba el miércoles con su homólogo chino, Yang Jiechi, para abordar la gira, la guerra en Ucrania y “asuntos específicos de la relación chino-estadounidense”, según un comunicado de la Casa Blanca.
Poco después, Sullivan compareció en rueda de prensa para hablar del viaje de Biden: “El mensaje que intentamos enviar en este viaje es una visión positiva de cómo puede ser el mundo si las democracias y las sociedades abiertas se unen”. “[La visita] enviará un poderoso mensaje que creemos que se escuchará en todas partes. Creemos que se escuchará en Pekín, pero no es un mensaje negativo y no está dirigido a un solo país. Está dirigido al público de todo el mundo”, afirmó. Estados Unidos considera que su mensaje resuena con más fuerza tras su apoyo a Ucrania frente a la invasión rusa, en un esfuerzo internacional de presión del que China se ha desmarcado.
En Seúl y en Tokio, el presidente estadounidense encontrará oídos receptores. En Japón gobierna desde octubre Fumio Kishida, con quien comparte la visión sobre los valores de las democracias liberales. En Corea del Sur acaba de asumir el poder el presidente conservador Yoon Suk-yeol, partidario de una relación más estrecha con Washington y de ampliar la política exterior de su país hacia un papel más global, para dar menos prioridad a las relaciones con Corea del Norte.
Yoon ha dado señales también de estar abierto a un acercamiento a Tokio, tras el distanciamiento que caracterizó el mandato de su predecesor, Moon Jae-in, por motivos históricos. La perspectiva de que Seúl —al que durante años se ha considerado el eslabón más débil en el triángulo Corea del Sur-Japón-Estados Unidos— pueda integrarse más en esa órbita alarma a Pekín. No es casualidad que enviara al mismísimo vicepresidente, Wang Qishan, a la investidura de Yoon el pasado día 10. O que su ministro de Exteriores, Wang Yi, hablara este lunes con su homólogo surcoreano, Park Jin.
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“Hace al menos 20 años desde que un presidente estadounidense podía viajar a Japón y Corea del Sur y contar con que los líderes de ambos países estaban tan a favor de la alianza”, apunta Michael Green, del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS) en Washington, en una charla con periodistas. “Biden va a reunirse con los socios más firmes que podría pedir, tanto en Tokio como en Seúl”.
China fue el tema dominante y casi único de política exterior del que se habló antes de las presidenciales de 2020. Sin embargo, la caótica salida de las tropas estadounidenses de Afganistán, primero, y la invasión rusa de Ucrania, después, “han requerido una enorme cantidad de tiempo, concentración, energía y recursos”, según reconocía recientemente un alto funcionario estadounidense. Sullivan intentaba el miércoles esquivar ese relato asegurando que ambos esfuerzos se alimentan mutuamente.
Lazos económicos
El presidente estadounidense llegará a la región portando regalos. En este caso, en forma de una propuesta de cooperación económica, el Marco Económico Indo-Pacífico (IPEF, por sus siglas en inglés), que se firmará en Tokio y al que Seúl ya ha manifestado que se sumará. En la región, está extendida la percepción del IPEF como una coalición que excluye a China de las cadenas de suministro globales.
La iniciativa busca devolver presencia estadounidense al terreno de los macroacuerdos comerciales suscritos en los últimos años en la región —el RCEP (Asociación Económica Integral Regional, en sus siglas en inglés) entre países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica o CPTPP, principalmente de Estados del Pacífico—. El expresidente Donald Trump se retiró en su momento del CPTPP (entonces llamado TPP) negociado por la Administración de Barack Obama. Ahora, Washington también trata de enmendar la ventaja dada a China, ávida ocupante del vacío que dejó su rival ―Pekín fue fundadora del RCEP y ha solicitado la membresía del CPTPP―. Pero, con mucho menor contenido que sus alternativas, el proyecto comercial que propone Biden también representa un reconocimiento de que la política estadounidense actual no cuenta con ningún apetito por aprobar nada que huela a globalización.
Según la ha descrito el Departamento de Comercio estadounidense, la iniciativa cuenta con cuatro pilares: el comercial y el desarrollo de infraestructuras; las energías limpias, las cadenas de suministro, y asuntos fiscales y contra la corrupción. Pero carece de un atractivo clave: no ofrecerá a los firmantes asiáticos un mayor acceso a los mercados estadounidenses.
China ya había expresado su oposición a la adhesión de Seúl. El lunes, el ministro Wang advirtió a su homólogo Park contra el “desacople” de Seúl y la posibilidad de “romper las cadenas” de suministro con China. “Debemos respetar nuestros intereses comunes”, aseguró Wang, que instó a “permanecer vigilantes ante el riesgo de una nueva Guerra Fría”.
En Tokio también se celebrará una cumbre del Quad, la asociación informal entre Japón, Australia, la India y EE UU que trata de responder a la creciente influencia de China en la región. Una cumbre que Pekín escudriñará con atención. “Creemos que esta cumbre demostrará, tanto en el fondo como en la forma, lo que las democracias pueden dar y que estas cuatro naciones, trabajando juntas, defenderán y mantendrán los principios de un Indopacífico libre y abierto”, señaló el estadounidense Sullivan este miércoles. Ahí, el eslabón más débil es la India.
Nueva Delhi comparte las reticencias de sus socios ante el Gobierno de Xi Jinping, multiplicadas desde que en 2020 un violento encontronazo entre sus tropas en la frontera en el Himalaya acabara con Pekín avanzando unos metros en el terreno que ambos países se disputan. Pero le espera de los demás el reproche por su rechazo a condenar la invasión rusa de Ucrania y por los lazos históricos que mantiene con Moscú en materia de Defensa.
La cumbre dará también oportunidad a Biden para tratar con Australia tras sus elecciones del próximo sábado. Unos comicios que pueden tener un impacto en el devenir del Quad y de Aukus, la alianza militar tripartita entre Washington, Londres y Canberra y que China detesta.
En las paradas del viaje, Biden tratará tanto con Yoon como con Kishida la amenaza que representa Corea del Norte, que según los expertos podría estar preparando un nuevo lanzamiento de un misil intercontinental durante la gira del presidente estadounidense. Después de tres años de interrupción de las conversaciones con Washington sobre desnuclearización, Pyongyang ha abandonado este año la moratoria de pruebas de misiles de largo alcance que se impuso en 2018. Según algunos expertos, podría estar preparando también un ensayo nuclear en un futuro próximo.
Taiwán, la isla a la que Estados Unidos debe proporcionar por ley armamento para su defensa ante una hipotética invasión china, será otro de los asuntos dominantes en las conversaciones con el primer ministro japonés. Ante una presión cada vez mayor de Pekín hacia lo que considera una provincia rebelde que no renuncia a unificar por la fuerza, Tokio ha elevado la voz a favor de Taipéi.
Precisamente, y como ocurre en cada conversación entre ambos Gobiernos, Taiwán fue uno de los ejes del diálogo del miércoles entre Sullivan y Yang. Según el comunicado chino, Yang subrayó a su homólogo que “si Estados Unidos continúa jugando la carta de Taiwán y sigue por el camino erróneo, seguro que se llegará a situaciones peligrosas”.
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