El escrutinio confirma la histórica victoria del Sinn Féin en Irlanda del Norte
El largo y tedioso escrutinio de los votos de las elecciones autonómicas de Irlanda del Norte, celebradas el pasado jueves, ha confirmado finalmente este sábado un giro histórico, anticipado por las encuestas, y la tendencia sostenida de las primeras papeletas. El Sinn Féin, considerado durante décadas el brazo político de la organización terrorista IRA, se ha convertido en la primera formación de la Asamblea Autónoma de Stormont.
Al alcanzar la mágica cifra de 26 escaños, era ya matemáticamente imposible que sus rivales arrebataran la ventaja a los republicanos ―la BBC adelantaba a las 20.00 de este sábado que incluso obtendría 27―. Su candidata, Michelle O´Neill, ha anunciado un “momento de cambio” muy importante: “Hoy arranca una nueva era que nos ofrece a todos la oportunidad de volver a imaginar las relaciones de esta sociedad, sobre la base de igualdad y de justicia social”, ha dicho O´Neill.
La vencedora republicana debería ocupar el puesto de Ministra Principal del Ejecutivo Autónomo, según establece lo dispuesto en el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 que llevó la paz a ese territorio británico. El empeño de los partidos unionistas, —cuya división ha provocado que pierdan por primera vez la posición de fuerza más votada— en exigir que el Gobierno británico se deshaga unilateralmente del Protocolo de Irlanda que firmó con la UE anticipa meses de bloqueo e inestabilidad política.
El Partido Democrático Unionista (DUP, en sus siglas en inglés) no ha aclarado todavía si su candidato, Jeffrey Donaldson, ocupará el asiento de Viceministro Principal, para permitir así que las instituciones autónomas vuelvan a funcionar. “Permitiré que se abran las negociaciones, pero no nombraré ministros hasta que no se resuelva el asunto del Protocolo”, ha anticipado Donaldson, que admitía su derrota, antes incluso de que el escrutinio la confirmara. Los unionistas consideran que ese tratado internacional fue una traición de Johnson a su causa, y los alejó más del Reino Unido al imponer la permanencia de Irlanda del Norte en el mercado interior de la UE y crear un nuevo control aduanero en el mar de Irlanda. Sus rivales sospechan que es la excusa para no admitir que, después de casi un cuarto de siglo de dominar las instituciones autonómicas, les corresponde ahora ocupar una posición secundaria. El DUP ha pasado de tener 28 escaños a ocupar el segundo puesto.
La tercera fuerza más potente de las elecciones ha sido Alliance, que ha logrado más que duplicar los siete escaños que tenía en la Asamblea Autónoma . Sus integrantes se definen como una formación progresista, más interesada en resolver los problemas de la ciudadanía como la carestía de la vida o las deficiencias en la sanidad y educación públicas norirlandesas que en resucitar la permanente batalla sectaria entre verdes y naranjas. Su mensaje social era muy similar al del Sinn Féin, pero no están contaminados por un pasado vinculado a la violencia, y han resultado muy atractivos para un voto de clase media que busca superar la división de la sociedad.
El unionismo sospecha que la voluntad última del Sinn Féin será hacer avanzar la agenda de un referéndum de unificación de la isla. La líder del partido, Mary Lou McDonald, —que ya logró ser la fuerza más votada en las Elecciones Generales de la República de Irlanda celebradas en 2020— no oculta que ese sea el principal objetivo de la formación, pero lo relega a un futuro indefinido. “Esta ha sido la votación del cambio y de la defensa del entendimiento. La votación de una generación. Ahora toca trabajar”, decía a la BBC. “El Brexit nos ha demostrado que esas decisiones deben planificarse con tiempo y detalle”, advertía.
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El Gobierno de Johnson remató las pésimas expectativas electorales del unionismo horas antes de que se abrieran las urnas. El ministro británico para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, descartó que en los planes a corto plazo de Downing Street se contemplara un cambio legislativo que otorgara poderes a los ministros para alterar unilateralmente el Protocolo de Irlanda, algo que habría desatado la ira de Bruselas, y que el Gobierno del Reino Unido barajó seriamente en las últimas semanas.
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