Guerra y emisión de divisas, combinación peligrosa
La combinación es sumamente peligrosa para la salud de las economías de países como el nuestro. Sus ingredientes han sido las grandes emisiones monetarias efectuadas por los bancos centrales y el conflicto militar entre Rusia y Ucrania.
Las emisiones comenzaron como un medio de combatir la recesión provocada por la crisis bancaria del 2008. Superada la crisis y reducido el nivel de desempleo hasta el objetivo programado, consideraciones políticas motivaron que las políticas expansivas continuaran más allá de lo que se había anticipado. Esa prolongación permitió que la pandemia encontrara un escenario de abundancia de fondos disponibles para gastar o invertir. El deterioro socioeconómico provocado por la pandemia, en términos de cierres de actividades, suspensiones de trabajadores y el trastorno de las cadenas de producción y la distribución, hicieron necesario acentuar aún más las medidas de apoyo a empresas, familias y finanzas públicas, a través de mecanismos que frecuentemente culminaban con aumentos en la provisión de liquidez. Hubo de ese modo un enlace entre las secuelas de la crisis del 2008 y los efectos de la pandemia, creando condiciones propicias para alzas de precio causadas por el incremento de la demanda por bienes y servicios.
Y a continuación, la intervención militar rusa dislocó los mercados de alimentos y combustibles, generando una ola expansiva en sus precios, propagada rápidamente por vía del comercio internacional.
Ante esa nociva combinación, los gobiernos de los países del tercer mundo pueden hacer poco para impedir que el costo de la vida aumente, imponiendo penurias sobre la población, siendo esa limitación más intensa cuanto mayor sea la dependencia de combustibles y alimentos importados. Dada esa realidad, queda el componente monetario para fines de actuación de las autoridades. En ese sentido es vital evitar que la depreciación de la moneda local se añada como un factor adicional de inflación.