Las primarias de Ohio ponen a prueba la influencia de Trump en el Partido Republicano
La pintoresca lista de los siete candidatos a las primarias republicanas de Ohio para el Senado de Estados Unidos, que se celebran este martes, puede contemplarse como un buen resumen del presente y el futuro de un partido en busca de su verdadera alma y que aún vive a la sombra de Donald Trump. La encabezan Josh Mandel, que está obsesionado con la inmigración y opina que los verdaderos racistas son los activistas del Black Lives Matter, y un exmarine de nombre J. D. Vance, reconvertido en inversor de capital riesgo, primero, y, después, en autor de un best-seller sobre cómo Estados Unidos empujó de un tren en marcha a la América blanca y pobre. También compiten en la carrera Mike Gibbons, un empresario que no quiere ser tomado por político; Matt Dolan, un legislador estatal cuya familia es propietaria del equipo de béisbol de Cleveland; Jane Timken, una mujer apoyada por el senador saliente, Rob Portman, que, visto lo visto, parece haber decidido tirar la toalla; y Neil Patel y Mark Pukita, dos emprendedores con pocas opciones.
Y luego está el candidato de Trump. Esta votación, que es abierta, también es una prueba sobre su ascendencia real entre los republicanos, que se debaten entre continuar su agresiva senda para rentabilizar el descontento de los habitantes de esa enorme porción de tierra que separa las dos costas de Estados Unidos, o emprender el camino de vuelta del partido hacia la vieja moderación.
Ohio, con Indiana, abre la campaña de las elecciones legislativas de medio mandato, en las que está en juego el control del Senado y de la Cámara de Representantes; y que tienen ciertamente mala pinta para los demócratas. El interés de los medios estadounidenses ha estado centrado en estos primeros compases en Trump y en los candidatos que ha decidido apoyar siguiendo un patrón que, fiel a su estilo, no siempre ha obedecido a la lógica. Hasta qué punto los votantes republicanos secundarán las apuestas del expresidente es una de las incógnitas que todos en su formación, amigos o enemigos de Trump, están deseosos de despejar para calcular sus posibilidades de volver a la Casa Blanca en 2024.
Por eso, además de entre sí, los aspirantes de Ohio han competido por su atención. Y el escogido ha sido finalmente Vance, de 37 años, que alcanzó la fama nacional e internacional con la publicación de Hilbilly: una elegía rural, donde retrató las desdichas de una familia de los Apalaches, la suya, sin dejarse nada fuera: la adicción a los medicamentos, el alcoholismo, la desindustrialización, la acumulación domestica de armas o la desesperanza. La memoir, que vendió tres millones de ejemplares, se convirtió tras el triunfo de Trump en 2016 en el manual de consulta urgente para entender quiénes lo habían votado (y también en una película, producida por Netflix, que no fue tan bien).
Vance recibió el apoyo de Trump el 15 de abril, con un mensaje en el que el expresidente, por una vez, se tragaba el orgullo: “No ha dicho grandes cosas sobre mí en el pasado (…). Pero es nuestra mejor opción para ganar en una carrera que se prevé dura”. El candidato no se ha cortado en los últimos años en sus ataques a Trump, a quien ha definido como “el Hitler de Estados Unidos”, “un fraude total” y “un desastre moral”. Ambos echaron pelillos a la mar el pasado 23 de abril durante un mitin en el condado de Delaware, en el que Vance, aclamado por el público y en presencia de Trump, dijo: “Tiene razón. No siempre fui amable con él, pero está claro que es el mejor presidente que he visto en mi vida y que reveló la corrupción en este país como nadie”.
En el mensaje en el que hacía público su apoyo, el magnate reconocía que su decisión le había costado lo suyo: “Me gustan y respeto a algunos de los otros candidatos, han dicho grandes cosas sobre ‘Trump’ [sic] y, como yo, aman Ohio y aman nuestro país”. Hasta que llegó la sorpresa, su favorito parecía ser Josh Mandel, un hombre con los desvelos de un trumpista de pura cepa: sigue creyendo que los demócratas robaron a los suyos la elección de 2020, que Estados Unidos está gobernada por la izquierda radical y que el país se desliza hacia una dictadura woke, término que define a quienes se identifican con luchas como los derechos de los homosexuales, el racismo o la libertad de elección de género y que la derecha estadounidense emplea como arma arrojadiza. La prueba de que la cosa estuvo reñida en la cabeza de Trump la brindó él mismo el domingo en un desliz que se convirtió en viral. Fue durante un mitin en Nebraska, en el que fundió los nombres de ambos candidatos en uno solo: J. D. Mandel.
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Los aspirantes han apurado el último fin de semana de campaña. Gibbons, el tipo hecho a sí mismo que se ha financiado con 17 millones de dólares su propio bolsillo, consideró “un insulto para los ciudadanos de Ohio que Trump haya apostado por Vance”, porque pasó una parte de su vida en San Francisco. El senador Dolan, el que más se ha desmarcado del expresidente, ha hecho campaña de casa en casa, también entre los demócratas, apostando por “dejar de mirar al pasado”; mientras Timken, la única mujer en la carrera, ha optado por dejar de gastar en anuncios electorales televisivos, lo que da una idea de las perspectivas de la candidata más asociada al establishment.
Vance, por su parte, invitó a un acto del sábado a dos de los miembros del ala más extrema de su partido: los congresistas Matt Gaetz (Florida) y Marjorie Taylor Greene (Georgia). Greene abrió fuego con la salva de obsesiones de la extrema derecha política y mediática de este país: la tiranía médica en el tema de las vacunas, Disney, que convierte a los niños en homosexuales, y la supuesta política de fronteras abiertas para desestabilizar Estados Unidos a base de llenarlo de inmigrantes.
Más pragmático, Vance decidió centrarse en los problemas económicos de Ohio: los tratados de libre comercio que han empujado a la deslocalización de muchas de las industrias que trajeron prosperidad a Ohio, la amenaza china o la codicia de Wall Street. La retórica de Vance está en sintonía con el America First, de Trump. Durante toda la campaña ha querido mandar el mensaje de que, si resulta elegido para el Senado, pondrá a sus vecinos por delante.
Desde los tiempos del presidente Lyndon B. Johnson (1963-1969), Ohio siempre ha votado lo mismo que el conjunto de Estados Unidos, salvo en una ocasión: en 2020, cuando los republicanos se llevaron el Estado, y Joe Biden, la Casa Blanca. El candidato que resulte elegido este martes se enfrentará, presumiblemente, al demócrata Tim Ryan, miembro de la Cámara de Representantes en Washington desde 2013.
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