Proyecto de empleo doméstico podría ser arma de doble filo
El Ministerio de Trabajo impulsa una medida que busca hacer justicia al trabajo doméstico, una iniciativa que es casi imposible de criticar, pero que, a la larga, podría acabar creando más daño que beneficio.
Pongo mi ejemplo, para no irme lejos. Tengo una doméstica a la cual le tengo estima. Trabaja duro para sostener a su familia, atiende bien la casa y, lo mejor de todo, es muy honesta, pues a veces ni la comida regalada se quiere llevar.
Mis amistades dicen que le pago bien, comparado con la media del país, y que le doy una serie de beneficios que no son normales en ese tipo de trabajo. Eso lo hago porque es en lo que creo y porque el presupuesto que tengo destinado a esos fines me lo permite. Ahora, ¿qué pasará bajo el escenario que plantea el gobierno?
Pues de entrada puedo decir que si me tocara inscribirla en la Seguridad Social, tener que ocuparme de sus pagos oficiales y si los costos se salen del presupuesto mensual, de seguro tendré que prescindir de sus servicios, porque para eso este tipo de roles se les conoce como “la ayuda”, no como “el problema”.
Estoy convencido de que esta iniciativa, por más justa que parezca, sino tiene en cuenta la realidad de este tipo de trabajo, está destinada al fracaso, a crear una nueva ilegalidad al descaro o simplemente a condenar a muchas de estas personas al desempleo.
Los empleos informales son un fenómeno directamente vinculado a la división de clases sociales, así ha sido por siglos. Hay que garantizar derechos que garanticen la dignidad humana y eviten los esquemas de explotación o esclavistas, eso sí, pero sin que se afecte la dinámica natural que trae la autoregulación de los mercados.
Tengo la impresión de que alguien mueve esos hilos con algún interés particular, como crear un sindicato al estilo de los choferes, que genere cuotas, dinero, poder, etc. Ojalá no sea así, pero a eso huele.
Yo no quisiera perder a mi doméstica porque un día me llega con las exigencias del sindicato. La quiero mucho, pero las cosas tienen límites. No quiero un sindicato metido en la dinámica de mi casa, para eso está la calle y ya sabemos cuál ha sido la experiencia.