Cómo afecta la sobrecarga familiar a la mujer
El retraso en la edad para tener hijos y el aumento de la esperanza de vida de las personas mayores conforman la generación bisagra, aquella que se balancea entre las responsabilidades de cuidar su descendencia y su ascendencia, carga a la que se suma el trabajo fuera del hogar.
Tal y como explica la psicóloga e investigadora española Trinidad Núñez, la posibilidad de conciliar entre la vida personal y profesional ha sido uno de los retos que ha marcado a la mujer contemporánea. Así lo dio a conocer durante su intervención en el congreso ‘Economía del cuidado: nuevos roles y retos en la igualdad de género’.
Las cifras confirman que las tareas domésticas están desigualmente repartidas. Ejemplo de ello son los resultados de una encuesta publicada el año pasado por el Instituto Nacional de Estadística, que ofrece datos como que la cantidad de horas semanales que las mujeres mayores de 18 años dedican al cuidado o la educación de sus hijos, cuidado de otros familiares y labores domésticas es claramente superior al número de horas semanales que invierten los hombres.
A consideración de la psicóloga Karem González, esto tiene que ver con el concepto sociocultural que se ha instaurado de la mujer. “Evolutivamente hablando, las mujeres nos hemos dedicado a labores domésticas y crianza. Nuestros antecesores se dividían las tareas por género y capacidades físicas. En los tiempos modernos esto sigue siendo así por este instinto materno-protector que sigue caracterizando en gran medida el cerebro femenino”, indica.
Asimismo, dice que el hecho de que la mayoría de los hombres no sepa ejercer su rol de padre dentro de la familia influye en que recaigan más responsabilidades sobre el sexo femenino. “Los hombres no tienen una idea clara de qué se refiere mostrar afectos, ternura y diálogo con aquellos que dependen de ellos”, apunta.
Estas son las consecuencias
La sobrecarga familiar tiene costos personales que se proyecta en estrés y agotamiento físico y mental. Además, también tiene consecuencias en la sociedad, ya que se malgastan talentos y capacidades de la mitad de la población y, al reducir sus posibilidades de participación en la vida política, impide que muchas mujeres sean referencia para otras, explica Núñez.
“Cuidar supone esfuerzo mental, porque requiere organizar, planificar, tomar decisiones y todo ello supone gasto de energía psicológica. También absorbe energía mental estar pendiente de los dolores ajenos, de intermediar en los conflictos familiares, absorbe energía mental acompañar a la visita médica o sostener un llanto”, externa.
En eso concuerda González, quien dice que una mujer que asume toda la carga del hogar queda deshumanizada de sus necesidades más básicas como el descanso, el sueño y la alimentación. Es decir, no tiene tiempo para dedicarse a sí misma y cuando lo hace, se siente culpable.
En el caso de las que delegan las responsabilidades, Pilar Sepúlveda, vocal de la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial de España, expresa que de igual modo reposa sobre sus hombros una carga pesada.
“La gran mayoría de las mujeres trabajadoras se encargan de la logística del hogar: quién va a llevar al niño al colegio, quién va a hacer la comida, quién busca al niño al colegio, quién cuida a mamá o a la abuela. Entonces somos mujeres que trabajamos en la calle que hemos delegado en cuidadores, pero no nos hemos liberado del cuidado”, afirma.
Si bien es cierto que en la actualidad los hombres se involucran más en el hogar, el problema radica en que siguen siendo delegados de la mujer. “El marido ayuda, pero somos nosotras quienes nos encargamos de decirle ‘encárgate de esto’ o ‘haz esto’. Es decir, al final somos las cuidadoras directas”, dice.
El hecho de tener que asumir las responsabilidades del hogar de forma directa, influye en que los hombres ocupen más puestos de poder que las mujeres en el ámbito laboral. Y es que, a pesar de que reciben las mismas oportunidades, ni siquiera aspiran a ellos, porque priorizan el bienestar familiar.
Qué se puede hacer
Identificar las situaciones que se viven como mujeres trabajadoras y cuidadoras es fundamental para establecer estrategias de funcionamiento saludable. Para ello, la guía de autocuidados ‘Mala de acostarme’, de María Martín Barranco, plantea responder las siguientes preguntas: ¿te castigan innecesariamente por no ser perfecta?; ¿consigues un espacio y un tiempo de autocuidado, de pensar en ti y en lo que te gusta?; ¿dispones de espacio de ocio y no consigues disfrutarlo adecuadamente?
Una vez respondas esas preguntas, la psicóloga Karem González sugiere poner en práctica los siguientes consejos:
-Tener en cuenta que antes de ser madre eres humana. Permítete sentir y vivir un día a la vez, ponerte límites de funcionamiento y respetarlos y de la misma forma educar a tus hijos para que los respeten.
-Ten un proyecto, ese espacio, lugar, acto o cosa que sea tuyo y se parezca a ti, ese oficio o hobbie al cual acudir como tu ancla a tierra. No puedes hacer de un rol tu identidad.
-Rodéate de mujeres sanas y realistas. No elijas relaciones que te reten a convertirte en lo que no eres, sana tus relaciones, sana tu femineidad y sana las generaciones de mujeres que vienen detrás.
-No sigas la cadena. La mejor herencia que puedes dar al otro es librarlo de cuidar de ti. Rompe el molde del sufrimiento, del sacrificio sin fin y atrévete a ser plena, sana y feliz. Herédale a tus hijos el permiso de ser libres.