El partido FARC debate abandonar la sigla que lo identificó en la guerra

El partido FARC debate abandonar la sigla que lo identificó en la guerra
El presidente del partido FARC, Rodrigo Londoño, ‘Timochenko’, durante una rueda de prensa sobre la asamblea de la organización.Luis Eduardo Noriega A. / EFE

La militancia de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, el partido surgido del acuerdo de paz en Colombia, debate a lo largo de este fin de semana dejar atrás las siglas que identificaron a la extinta guerrilla de las FARC durante más de medio siglo de conflicto armado en su segunda asamblea, de carácter extraordinario debido a que el encuentro se ha visto postergado durante cerca de diez meses por la pandemia del coronavirus. “La realidad demostró que escoger este nombre no fue lo más acertado”, ha señalado Rodrigo Londoño, Timochenko, el máximo líder que selló a finales de 2016 el histórico pacto con el Gobierno de Juan Manuel Santos, y que suele optar desde hace algún tiempo por usar “el partido de la rosa”.

Fiel a su ideario, la FARC irrumpió en el tablero político a principios de septiembre de 2017 sin renunciar a sus siglas, en un guiño a sus bases, y se presentó ante la sociedad con un símbolo tradicionalmente socialdemócrata como la rosa roja. Londoño ha recordado que en ese congreso constitutivo ya había planteado la inconveniencia de mantener esa sigla, pero fue derrotado en las votaciones finales –por 628 delegados frente a 264–. “Es bien complejo mantener el nombre de FARC, no porque estemos arrepentidos de él, no porque nos dé vergüenza, sino porque fue el nombre con el que participamos en el conflicto”, y está muy asociado a “ese dolor que dejó la guerra”, ha admitido el ahora presidente del partido.

Haber conservado esa asociación con las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ha sido un lastre electoral. El acuerdo de paz garantiza al partido una bancada de diez escaños por dos periodos legislativos, cinco en la Cámara de Representantes y cinco en el Senado. De allí que la antigua guerrilla se haya estrenado en el Congreso a pesar de que las urnas no le han perdonado medio siglo de guerra, pues en los comicios de marzo de 2018 logró apenas 85.000 votos –y renunció a la candidatura presidencial de Londoño–.

Desde que ocurrió aquel cónclave que fijó los estatutos del partido, han estallado múltiples crisis. Probablemente la más seria ha sido la huida de Iván Márquez, el jefe negociador de la insurgencia en los diálogos La Habana, quien se rearmó en agosto de 2019 y ha presentado a su disidencia como las nuevas FARC. Con el sistema de justicia transicional en marcha, Colombia también se ha asomado a la dolorosa verdad de la guerra. Los exguerrilleros han reconocido, entre muchos otros crímenes, el magnicidio del líder conservador Álvaro Gómez Hurtado y dos atentados a los que sobrevivió Germán Vargas Lleras, el vicepresidente de Santos, al que pidieron perdón.

A cuatro años de firmado, el acuerdo atraviesa un momento tormentoso. El incesante asesinato de líderes sociales y firmantes de la paz, así como el resurgir de la violencia en distintos territorios, amenazan la implementación. “Estamos muy preocupados por la difícil situación de seguridad de excombatientes, líderes sociales y afrocolombianos, y condenamos enérgicamente el asesinato de 25 excombatientes que fueron asesinados mientras esperaban respuesta a su solicitud de medidas de protección”, señaló esta semana la Misión de Verificación de la ONU en Colombia al presentar su informe ante el Consejo de Seguridad.

Ya son más de 250 los excombatientes asesinados en el marco del proceso de paz y más de 500 los líderes sociales caídos desde que Iván Duque llegó al poder hace dos años y medio, señaló Londoño este viernes durante la instalación de la asamblea, que concluye el próximo domingo y también debate tanto el programa del partido como sus orientaciones electorales. En su discurso, advirtió que el Estado colombiano “por un lado no ha brindado la protección acordada a los firmantes, y peor aún, por el otro, no se ha comprometido a fondo en la implementación de los acuerdos”, lo que considera la primera condición para detener el goteo de asesinatos.

“Claro que sí, nos están matando, nos están incumpliendo, y en este Gobierno no hay posibilidades reales de cambiar esa tendencia. Es más, en este 2021 de seguro van a acudir a todas las artimañas posibles, para buscar asfixiar el proceso”, abundó Timochenko en su diagnóstico. “La forma de revertir esta tendencia es primero que todo organizando la defensa de lo acordado a través de acciones de masas, como lo fue la peregrinación, y trabajándole duro para que en el 2022 salga victorioso para la Presidencia un candidato que esté comprometido en la implementación de los acuerdos de paz, así como un Congreso que mayoritariamente acompañe al nuevo presidente en ese propósito”, concluyó.

El propio liderazgo de la FARC también llega fragmentado al encuentro. Los congresistas Victoria Sandino e Israel Zúñiga –más conocido como Benkos Biohó, quien sustituyó a Iván Márquez cuando renunció a su escaño, antes de rearmarse–, así como el excomandante Milton de Jesús Toncel, más conocido como Joaquín Gómez, anunciaron en una carta pública que no asistirán, ya que “es una Asamblea no solo de espaldas al país, sino divorciada de las problemáticas de la antigua guerrillerada”. Londoño ha considerado esa posición “desafortunada” en momentos en que necesitan unificarse por la paz y la reconciliación, pero “respetable” en el escenario de la política legal. “Finalmente, la mejor prueba de que somos un partido político y no un ejército es que se pueda disentir de las orientaciones de la dirección”, le dijo a este periódico el también senador Julián Gallo, conocido como Carlos Antonio Lozada.

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