El chavismo muestra los dientes en la batalla por su gran feudo
Este domingo, en Barinas vuelve a medirse el descontento contra el chavismo. Los comicios regionales se repetirán en el Estado llanero del sur de Venezuela, luego de que el candidato de la opositora Mesa de la Unidad Democrática derrotara a Argenis Chávez, hermano del fallecido presidente Hugo Chávez y parte de la dinastía que ha gobernado ese territorio por más de 20 años como un feudo, como la cuna del líder de la revolución bolivariana. Una victoria que ha descalabrado al chavismo y que el Tribunal Supremo, aliado de Nicolás Maduro, bloqueó con una sentencia que ordenó hacer nuevas elecciones este 9 de enero, bajo el argumento de que el ganador, el opositor Freddy Superlano, tenía una supuesta inhabilitación.
Si bien el oficialismo se quedó con la mayor parte de las alcaldías y gobernaciones en los comicios del 21 de noviembre, no tuvo los mejores resultados y perdió buena parte de su caudal de votos. Pero el triunfo opositor en Barinas ha resultado una sorpresa para la que en este segundo intento han mostrado los dientes. Casi todo el Gobierno nacional está desplegado en esa región, se han movilizado recursos del Estado para mejorar el abastecimiento de gasolina y gas escasos en todo el país, han llegado góndolas con neveras y electrodomésticos para entregar en la veloz campaña que ha emprendido Jorge Arreaza, excanciller y exesposo de Rosa Virginia, la hija mayor de Hugo Chávez y padre del llamado “Gallito”, el nieto del que siempre hablaba el expresidente en sus alocuciones.
Despliegue militar
También se han desplegado 24.000 funcionarios de seguridad, seis veces más que en el proceso pasado, según denuncias de algunas ONG, por lo que la votación será en un ambiente militarizado. El contingente militar que custodia las máquinas y el material de la votación es clave. En noviembre, cuando Superlano llevaba una ventaja de un centenar de votos, la totalización de los votos no se completó por la falta de tres actas que no entregaron los funcionarios.
“Los mecanismos de fiscalización y penalización disponibles para el Consejo Nacional Electoral son insuficientes para controlar una acción concertada del Estado, en campaña electoral, como la que se ha evidenciado en Barinas”, ha reconocido el rector Roberto Picón esta semana en una serie de tuits en los que enumeró todas las violaciones a la norma que se han cometido.
La de Barinas es una fotografía que explica la crisis democrática del país: el chavismo solo está dispuesto a presentarse en elecciones en las que no pierda ni amenacen la permanencia de Maduro en el poder. Las pasadas regionales formaron parte de las negociaciones del Gobierno con la oposición, una parada en la ruta para encontrar una salida a la deriva institucional del país. Y ha sido el proceso electoral con mayores garantías en mucho tiempo como el cambio del árbitro con la incorporación, por primera vez en la era chavista, de dos rectores sin vínculos y afinidades con el Gobierno, y la presencia de misiones de observación internacionales que no venían al país hace 15 años.
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Las nuevas elecciones de Barinas, sin embargo, no tendrán observación internacional. La misión de la Unión Europea fue expulsada luego de haber presentado su informe preliminar. De las circunstancias en las que ocurren estos segundos comicios han sido enterados los delegados por parte de la oposición, pero está en suspenso que la misión regrese al país para dar su evaluación final, así como que se retomen las negociaciones políticas de México que han quedado estancadas.
Lo que parecían avances se han estrellado con la ausencia de separación de poderes en Venezuela y la voracidad del chavismo. Pero en esta ocasión, la oposición se ha plantado distinto. No solo concurrió unida a las elecciones de noviembre pasado, sino que también aceptó volver a competir en Barinas en condiciones aún más desiguales para ratificar el triunfo que aseguran tener en las manos. En 2018, en los comicios regionales anteriores, el chavismo también aplicó maniobras en los estados Bolívar y Zulia y arrebató esas gobernaciones ganadas por la oposición.
“El Gobierno convirtió las elecciones en un plebiscito”, dice el nuevo candidato opositor Sergio Garrido, en un claro de señal telefónica durante su gira por Barinas esta semana. “El triunfo de Barinas ha sido una manifestación de esperanza para todo el país. Estoy preparado para todos los escenarios. Tenemos los pies sobre la tierra. Sabemos que van a tratar de torcer el proceso, que son capaces de llevar a la gente amarrada a votar, que están intentando comprar la consciencia de los electores, pero contamos con el respaldo de gente”, ha dicho.
El propio Superlano, al que despojaron del triunfo en noviembre, líderes y cabezas de varios partidos de la oposición como Juan Guaidó, Henrique Capriles Radonski (Primero Justicia), Carlos Prosperi (Acción Democrática), e incluso de David Uzcátegui (Fuerza Vecinal), una facción desprendida de los grupos mayoritarios, han visitado el Estado en respaldo a Garrido como si se tratara de un asunto nacional.
El candidato chavista ha recorrido las calles del Estado alzando un cuadro con el retrato del que fue su suegro, el expresidente fallecido. Su designación quedó en manos de Maduro y no de la dirección nacional del Partido Socialista Unido de Venezuela, algo que abrió nuevas fisuras en los grupos de poder del chavismo, la propia familia Chávez y en el partido, que podrían pasarle factura el domingo. Aunque los sondeos electorales vaticinan un triunfo para la oposición, está por verse el efecto la operación del Gobierno y la inscripción de una tercera candidatura apoyada por un sector opositor que ha pactado con el oficialismo y que podría dividir el voto. También habrá que ver si el chavismo aceptará perder por segunda vez.
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