Las grandes potencias aparcan tensiones para comprometerse contra la proliferación nuclear
Washington y Moscú se cruzan advertencia día sí y día también a cuenta de la presencia militar de Rusia en la frontera con Ucrania. La relación entre Estados Unidos y China se encuentra en su peor momento desde que los dos países establecieron lazos diplomáticos plenos en 1979. La Unión Europea, aunque buscando una posición propia, también afronta el pulso Oeste-Este. Los recelos por el rearme nuclear se han multiplicado. Sin embargo, en medio de la escalada de tensión con la que despidieron 2021, las grandes potencias aparcaron este lunes sus diferencias para enviar un mensaje de tranquilidad al mundo y comprometerse a evitar la proliferación de armamento atómico.
Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, emitieron un comunicado conjunto en el que advierten de que “no se puede ganar una guerra nuclear y que [esta] nunca debe librarse”. La expresión evoca el principio que lograron establecer Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov en los últimos compases de la Guerra Fría. Fue el estadounidense quien pronunció primero las palabras en su Discurso del Estado de la Unión en 1984: “Una guerra no puede ganarse y no debe librarse”, dijo. Al año siguiente, ambos líderes la citaron en un comunicado para la historia tras su cumbre en Ginebra.
Desde el inicio de la era nuclear, en 1945, los arsenales atómicos se han convertido en uno de los grandes riesgos de la seguridad internacional, pero todas las potencias que los han desarrollado miran por el rabillo del ojo lo que hace el resto antes de renunciar al suyo.
“Mientras existan [armas nucleares] deben utilizarse con fines defensivos, de disuasión y de prevención de la guerra”, señalan los Gobiernos en su texto de este lunes. La declaración se hace pública antes de la décima conferencia de revisión del Tratado sobre la No proliferación (TNP), que iba a celebrarse a partir de este martes en el cuartel general de la ONU en Nueva York, pero el pasado miércoles fue pospuesta para más adelante con motivo de la pandemia.
Las ambiciones de Irán despiertan especiales recelos. El régimen está cada vez más cerca de lograr la bomba nuclear mientras las negociaciones de la mesa de Viena para tratar de reactivar el acuerdo de 2015 para frenar su programa atómico continúan atascadas. Irán tiene 11 veces más uranio enriquecido de lo permitido, según los últimos informes del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), y buena parte de ese combustible alcanza hasta el 60% de pureza, un umbral muy por encima del 3,67% que permitía aquel acuerdo y más cerca del 90% que se requiere para un eventual uso militar. Así, el plazo para que Irán disponga de suficiente uranio enriquecido para una bomba atómica se ha reducido de un año a uno o dos meses. Y la elección del ultraconservador Ebrahim Raisí como presidente del país ha lastrado aún más el diálogo.
Desde Washington, con todo, no solo se mira con vértigo a Irán. Este verano, dos informes alertaron del incremento del arsenal nuclear de China. Uno publicado a finales de julio, a cargo de la Federación de Científicos Americanos (FAS, en sus siglas en inglés) advirtió de que el régimen de Xi Jinping está construyendo una nueva red de 110 silos para el lanzamiento de cabezas nucleares en la región de Xinjiang. Solo unas semanas antes, otro trabajo del Centro James Martin para los Estudios de No Proliferación hablaba de otros 119 silos cerca de la ciudad de Yumen, una zona desértica.
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La capacidad que se le calcula al gigante asiático, de 350 cabezas nucleares (según la Federación Americana de Científicos), queda aún lejos de las 4.000 que operan Estados Unidos y Rusia, pero los números revelan que China aprieta el acelerador (un año atrás, el Pentágono cifraba en menos de 200 cabezas el arsenal). Joe Biden y Vladímir Putin llegaron a un acuerdo el pasado febrero para prorrogar su tratado de no proliferación New START, que fue firmado en 2010 y limita el número de cabezas nucleares desplegadas por cada uno a un máximo de 1.550 y 700 sistemas balísticos en tierra, mar y aire.
Las cinco potencias subrayan en su texto de este lunes su “voluntad de trabajar con todos los Estados para establecer un entorno de seguridad que permita conseguir más progresos en materia de desarme, con el objetivo último de un mundo sin armas”, según ha explicado en un comunicado aparte la presidencia francesa, informa la agencia AFP. Ese objetivo último, a la vista de los números, parece aún muy lejano.
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