El Brasil de Bolsonaro: retrato de una desilusión
El entusiasmo generado por Jair Messias Bolsonaro se ha enfriado mucho entre los que votaron en 2018 a este polémico militar retirado con la esperanza de que sacara a Brasil de la grave crisis política, económica y de confianza que le impedía avanzar. Prometió regenerar la vida pública, reactivar la economía, combatir a la izquierda y la ideología de género, defender el derecho a las armas, mano dura y eficacia… Convenció y ganó las elecciones de manera contundente. Tres años y una pandemia después, la desilusión cala entre sus votantes como indican las encuestas y confirman los protagonistas de esta serie que nació para tomar el pulso al Brasil de Bolsonaro. A través de familias o personas elegidas al azar en cinco capitales brasileñas, EL PAÍS narró en 2019 las expectativas de sus seguidores (aquí lo puede leer) y en 2020 les pidió que hicieran balance del primer año de mandato (leer aquí). Los protagonistas de estas historias encarnan los grandes asuntos en la agenda bolsonarista.
A diez meses de las elecciones generales, visitamos por tercera vez a los Prado Neves en Porto Alegre para conversar sobre economía, a Da Silva en Brasilia para hablar sobre combate a la corrupción y al pastor Galdino en São Paulo para preguntarle sobre valores. La familia de Salvador de Bahía que encarnaba el desafío de la seguridad pública ha declinado la invitación. Y como contrapunto, los Kardec-Chaves de Manaos, que no votaron por el actual presidente.
Los Prado Neves en Porto Alegre: Economía
“No lo voy a votar por el mal ejemplo que da”
Anriel do Prado Neves, de 26 años, que hace tres años colocó una pegatina de Bolsonaro en el coche que conducía para una aplicación de transporte, admite ahora que no votará por el capitán retirado en las elecciones de octubre de 2022. “Diré que ha sido incluso un buen presidente, hizo las privatizaciones necesarias. Pero no lo voy a votar por el mal ejemplo que da. No usa mascarilla, dice lo que no debe, generó una gran rivalidad “, explica el joven, que se ha emancipado y mudado a una ciudad vecina.
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
La matriarca, la cuidadora de ancianos Ereni Azevedo do Prado, añade que “nadie está contento con el gobierno”. El impacto de la inflación es brutal, especialmente en los alimentos, que suma un 12,6% en 12 meses. “Cuando hace nueve años entré a trabajar en una de las casas donde trabajo, ganaba 90 reales (16 dólares, 14 euros) por noche. Ahora son 100 pero entonces con 2,5 compraba cinco kilos de arroz y ahora está a 30″, dice en su casa de Morro da Cruz, un barrio en la periferia de Porto Alegre, en el sur de Brasil.
Aunque ahora vive sola, ni siquiera con sus cuatro trabajos puede ahorrar: cuida a una anciana todas las noches, los miércoles limpia, los jueves cocina y los viernes hace doble turno en una casa, un empleo en el que ha solicitado la jubilación. “No me quejo. Si tengo servicios, todo bien. Pero a final de mes no queda nada”, explica.
En cambio, su hijo prosperó incluso durante la pandemia. Trabajando como conductor, cambió de auto y logró comprar un terreno donde construye su propia casa. “Tenemos que trabajar mucho más hoy para conseguir ganancias”, admite, pero celebra que el gas que alimenta su automóvil no haya subido tanto como la gasolina, que en Porto Alegre supera los siete reales el litro (1,25 dólares).
La otra hija, Gessian, también se mudó a otra ciudad en busca de trabajo y encontró empleo en un salón de belleza.
La pandemia dejó al hijo conductor sin clientela y tuvo que recurrir por un periodo corto a la ayuda de emergencia gubernamental. “Pero abrí una empresa individual y comencé a hacer entregas”, dice. Solo después de la segunda dosis de vacuna se sintió lo suficientemente seguro como para reanudar el trabajo al mismo nivel que antes. “Ahora, incluso voy a fiestas, pero no grandes, solo familiares. Extraño ver algún pequeño espectáculo “, revela.
Su madre tuvo que trabajar varios días bajo los efectos del Covid, que solo se confirmó en la tercera prueba, cuando los síntomas habían cesado. La señora Prado Neves enumera los miembros de su familia que se contagiaron: su hija, hermana, sobrina, dos sobrinos. Uno de ellos, de 39 años, no pudo resistir. Su victoria particular es no haber contagiado a las ancianas para las que trabaja y ver a su padre salir ileso incluso con una de sus hijas enferma en casa.
Sobre el previsible duelo entre Bolsonaro y Lula en las elecciones, lo tiene claro. “No voto por ninguno”, dice sin inmutarse. “Decidiré más adelante”, contemporiza, comentando, sin embargo, que el nombre del ex juez Sérgio Moro aparece ocasionalmente en conversaciones con familiares y amigos.
El hijo Anriel también menciona a Moro como alternativa a Bolsonaro. “En 2018, no tuve dudas, para mí fue Bolsonaro, y punto. Pero si vuelve a ser él (el candidato frente a Lula), no votaré. Pero creo que será Moro”, dice este votante decepcionado con el intento de reelección del hombre al que veía como una salida a la corrupción y al apego al poder. “Dijo que iba a acabar con la reelección, así que es un poco irónico que él mismo sea candidato”.
“No estoy arrepentido. Estoy decepcionado”
El dentista Adalcyr Luiz da Silva Júnior, de 56 años, que votó por Bolsonaro en las dos vueltas afirma categórico: “No estoy arrepentido. Estoy decepcionado”. Eligió al excapitán del Ejército por su propuesta anticorrupción y porque entendió que era el único capaz de evitar una victoria del Partido de los Trabajadores, que con Lula y Dilma Rousseff gobernó durante 13 años. Su decepción obedece principalmente a que el presidente no ha impulsado las políticas que dijo defender en la lucha contra la delincuencia de cuello blanco. “La operación Lava Jato ha terminado. No hizo ningún esfuerzo por defender el paquete (legislativo) anticorrupción. No se dedicó a luchar por la cárcel para los condenados en segunda instancia. Y ha hecho lo mismo que los demás, acabó uniéndose a los políticos de siempre para poder gobernar”, dice en Brasilia.
En las otras dos entrevistas que concedió para esta serie, se mostró optimista. Pero la segunda vez ya asomaron algunas críticas. Y siempre recalcó que no tenía ídolos en política. Ahora demuestra que la decepción no atañe solo a un área. “Cuando me pregunta qué veo de positivo en el Gobierno, le respondo que, lamentablemente, hay muchas más cosas negativas que positivas”. Las enumera… “En salud no hizo nada bueno. La gestión de la pandemia fue vejatoria. Simplemente dio un mal ejemplo. Tampoco hubo nada bueno en economía, tal vez solo la privatización de (la eléctrica) Eletrobrás”. También menciona la inflación. “¿Cómo no rebelarse la gente con gasolina a casi ocho reales, el gas a 100 y carne a un precio impagable?”.
Tras mucho pensarlo y enumerar casi una decena de errores, el dentista asegura haber encontrado un punto positivo en la Administración Bolsonaro: “No hay ningún gran escándalo de corrupción que implique al Gobierno. En los gobiernos del PT hubo el petrolão, el mensalão, desvíos en Correos, (casos) en todas partes. No estoy diciendo que hoy no haya corrupción, pero hasta ahora no ha salido a la luz nada grave”, subraya.
¿No considera un escándalo el llamado presupuesto secreto en el que el Gobierno compró el apoyo parlamentario a través de enmiendas sin ninguna transparencia o el intento de comprar vacunas sobrefacturadas? “No me gusta opinar sobre algo que está aún caliente. Esperemos un poco más, pero no parece que esto sea corrupción como la que hubo en Gobiernos pasados, especialmente en el PT “, suaviza.
Respecto a la pandemia, explica que como profesional de la salud no puede estar de acuerdo con la actitud del presidente. “Insistió en oponerse al confinamiento. Fue prácticamente el único gobernante del mundo que lo hizo. Tal vez las cuarentenas fueron demasiado lejos, pero la apertura general que quería el presidente no está bien. Hubo más de 600.000 muertes y varias podrían haberse evitado si hubiera actuado de otra manera”. Nadie cercano a él murió o enfermó gravemente de la covid.
Con la vista puesta en los comicios, explica que solo hay una posibilidad de que repita su voto por Bolsonaro: si el presidente va a segunda vuelta frente a Lula, que lidera las encuestas. “Creo que la manera de echar a Dilma Rousseff del poder fue incorrecta. Pero no me gusta la forma en que gobierna el PT”, añade. Por eso no descarta el voto útil en primera vuelta. Apoyaría a Ciro Gomes, un candidato de centroizquierda que quedó tercero en 2018, pero avisa: “Si siento que Moro tiene más posibilidades de pasar a segunda vuelta, cambiaría mi voto por él”.
El odontólogo alberga una cierta desconfianza por el exjuez del caso Lava Jato, que condenó a Lula hasta el punto de apartarlo de las elecciones de 2018 y que rompió con Bolsonaro tras acusarlo de injerencia en la policía para proteger a sus hijos. Destaca que, a diferencia del resto de presidenciables, “Moro nunca ha sido probado”. Eso sí, desconfía de las encuestas electorales pero también advierte de que uno no puede fiarse de su entorno: “En 2014, nadie que yo conociera votó por Dilma. Todos eran Aécio (Neves – PSDB). Aun así, ganó ella”.
Sí confía en el sistema de votación, que Bolsonaro ha intentado minar. “Nunca me tragué se discurso de que las urnas están amañadas. En 1998, Brasil perdió ante Francia en la final de la Copa del Mundo y se dijo que era un amaño. No me lo creo. Si en una Copa del Mundo tiene que tener mucha gente involucrada para que una trampa como esa funcione, ¡imagina una elección!.
El pastor Galdino en São Paulo: Valores
“Votaré a quién esté más próximo de los valores conservadores”
El pastor Marcos Galdino, de 37 años, se declara en periodo de reflexión. Su entusiasmo por Jair Bolsonaro se ha evaporado. Dejó de considerarlo el candidato idóneo. Incluso ha dejado de hacer campaña a su favor en Internet. “No puedo decir que votaré por él. Votaré por quién esté más próximo a los valores conservadores”, explica en el templo de la Asamblea de Dios que dirige en un barrio de clase media de São Paulo. Y ese ahora mismo es Bolsonaro, pero podría haber sorpresas. No seria la primera vez.
Los motivos de su desencanto con un presidente al que ha visto varias veces en persona durante estos tres años como parte de delegaciones de pastores son variados: la falta de humanidad que demostró en la pandemia con exabruptos como “no soy sepulturero”, el nulo avance de la agenda en valores, la calamitosa situación económica, su incapacidad de asumir que ya no es un diputado del montón sino el jefe del Estado…
La agenda en valores no se ha traducido en las medidas concretas que Galdino esperaba cuando votó por él. La llamada agenda de costumbres “no ha avanzado hacia la derecha ni hacia la izquierda, estamos donde estábamos”, afirma. En las cuestiones más candentes como el derecho al aborto, la legalización de las drogas o lo que la ultraderecha califica de ideología de género, no ha habido novedades sustanciales. “Han sido meras discusiones, que no se han traducido en nada”, dice. A su modo de ver, ninguno de los bandos ha ganado terreno.
Se felicita, sin embargo, de que el presidente haya cumplido su palabra de colocar un jurista evangélico en el Tribunal Supremo. Prefiere el calificativo conservador porque, insiste, le daría igual que fuera católico. El abogado André Mendonça es el juez “terriblemente evangélico” prometido por Bolsonaro, el primero abiertamente religioso de la corte. Lo crucial para Galdino, además de los saberes técnicos que considera prioritarios, es que sea conservador, que frene cualquier cambio progresista que la izquierda pretenda impulsar a través de la más alta instancia judicial de Brasil.
Los evangélicos son un electorado codiciado por todos. En 2018 destacaron como el colectivo que apoyó de manera más unánime a Bolsonaro porque es extremadamente conservador y por sus promesas de regeneración de la vida pública (que acabaron abandonadas en un cajón). Galdino afirma que quiere un Supremo que respete la mayoría conservadora de Brasil. Le incomoda que se centre en ampliar derechos para las minorías. “Si Bolsonaro es reelegido, va a equilibrar el Supremo porque nombraría dos jueces más. Ese es uno de los asuntos que me haría votar por él”, explica. Si tuviera que proponer un nombre para ir de vicepresidente con Bolsonaro, no duda: la ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, la pastora Damares Alves, que “ha hecho un excelente trabajo además de ser una sierva de Dios”.
Su decepción no significa de ninguna manera que esté tentado de votar por Lula da Silva, al que apoyó hace ya muchos años. “Lula es un bandido y el pueblo evangélico no puede votar a un bandido”, exclama obviando que las condenas por corrupción contra el expresidente fueron anuladas. Añade que “abusó de la buena fe del pueblo para enriquecerse en la mayor trama de corrupción” de Brasil. Tampoco le convence el antiguo juez Sérgio Moro, del que dice que “prestó un buen servicio como juez, pero cuesta verlo en política, es inexperto”.
De nuevo las críticas más contundentes del pastor Galdino son para algunos jueces del Supremo a los que acusa de extralimitarse para acallar al Bolsonarismo.
Padre de tres hijos, de 15, 7 y 4 años, cuenta que los duros efectos de la pandemia se dejaron sentir en la iglesia. Le arrebató un tío, varios fieles y amigos. Durante seis meses los cultos presenciales quedaron suspendidos, la recaudación cayó porque los feligreses perdieron ingresos y se multiplicó la demanda de ayuda. Pero Galdino destaca que también trajo nuevos feligreses —”más gente empezó a pensar en la vida postmortem”— y una enorme ola de solidaridad. “Fue una lección ver a la sociedad volcada en apoyar al prójimo”.
Los Kardec-Chaves en Manaos: Los que no votaron por Bolsonaro
“Los efectos de la economía están en las calles, la gente pasa hambre”
El empresario Allan Kardec Filho, de 39 años, y su esposa, la socióloga Ana Cláudia Chaves, de 41, no se sorprendieron en absoluto por el comportamiento del presidente Jair Bolsonaro en el cargo. “No votamos por él porque evaluamos sus propuestas y vimos que todo iba a salir mal. Obviamente salió mal y sigue saliendo mal “, dice él en el piso que comparten con sus hijas en una urbanización cerrada de clase media alta en Manaos, la principal ciudad de Amazonia. Sostiene que este Gobierno “no tiene nada bueno que decir”, así que “inventa, miente, distorsiona”
Para ella, la creciente tasa de desempleo es lo más grave. La empresaria era dueña de una cadena de lavanderías y de un puesto de comidas que tuvo que cerrar por el confinamiento. “El paro nunca estuvo tan alto como ahora, es una locura. Los efectos de la economía están en las calles, la gente pasa hambre, mendiga”.
Cerrados los negocios, Chaves tuvo que ponerse a trabajar como empleada de terceros. “En la escala de nuestra clase social, eso es descender en el panorama económico. Así que ha sido como esperábamos, como comentamos en las otras dos entrevistas. Lo que no esperábamos era que una pandemia agravara aún más todo un escenario perverso, un escenario de inhumanidad por el que ha pasado Manaos”.
La socióloga detalla con los ojos llenos de lágrimas el brutal impacto en su familia de la pandemia, el colapso de los hospitales y la falta de oxígeno. Perdió a su padre en enero pasado por complicaciones post-covid. “Nuestra familia se vio directamente afectada. Lo que es más absurdo es este discurso que puso los valores cristianos por encima de todo y de todos. Mi padre debía haber sido vacunado en noviembre de 2019. Pero Bolsonaro decidió discutir su parte en los (supuestos) sobornos (en la compra de vacunas) en lugar de participar en la comisión de la OMS (Organización Mundial de la Salud) para discutir la vacuna, es el Gobierno más corrupto e inhumano que existe “, dice.
La catastrófica escasez de oxígeno por la falta de reacción gubernamental, que causó muertes en hospitales, también les afectó. “Para el tratamiento de mi padre, pudimos alquilar todo el equipo, incluida la asistencia médica. Mi madre vive frente al Hospital 28 de Agosto, desde la habitación de mi padre en casa, ella veía las carreras de la gente para conseguir un cilindro de oxígeno, era surrealista, aterrador, la gente lloraba, rezaba “, explica con lágrimas en los ojos. Dice que incompetencia. también mata.
A esta empresaria también le preocupa la deforestación de Amazonia, que alcanza récords, porque, además de la tala ilegal de árboles, supone “abrir un camino para todo lo que es ilegal, la minería ilegal, el acaparamiento de tierras, el asesinato de trabajadores rurales, el tráfico de armas y la invasión de tierras indígenas, ha abierto las puertas de par en par”.
Si pueden, el año que viene harán campaña contra una reelección de Bolsonaro. Ambos pretenden votar por Lula da Silva como presidente de la República. “Es como el asunto de la vacuna, te pones la que hay, pero si es Lula, mejor”, sostiene Chaves.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS América y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la región.