La otra pandemia

Se sabe que doña Altagracia Guzmán se jubiló, que está feliz y retirada. Se ofrece sin embargo a asesorar sobre cualquier duda con la misma simpatía y atención con que atendía a la prensa en los años en que, activa, se dedicó a reestructurar un sistema de salud que venía con deficiencias y crecía un tanto desordenado. Como diputada y como ministra, entre otros cargos, su labor política siempre empujaba reformas administrativas de alcance.

Acaba de poner en circulación un pequeño libro titulado La transformación de la salud mental, escrito en colaboración con el doctor Ángel Almánzar. Muy oportuno porque a todos los niveles etarios, de ocupación laboral, sociales y económicos, la pandemia ha dejado sus secuelas.

A la doctora Guzmán le preocupan profundamente las deficiencias que el sistema actual de salud tiene en el área de la psiquiatría. No sólo a nivel público. También a nivel privado la falta de centros especializados de atención, sea ambulatoria o de internamiento, hace que los pocos que existen tengan unos precios prohibitivos.

Estamos mal, mentalmente hablando. La incertidumbre se somatiza, la angustia causa enfermedades graves, el estrés cuando menos, envejece. Pero si ya hablamos de enfermedades psiquiátricas, estos pacientes tienen un camino realmente hostil por delante.

“No puede haber salud mental sin libertad, como tampoco puede haber atención eficiente fuera del contexto social donde se produce la enfermedad”, palabras del doctor Almánzar. El desamparo de los familiares, destaca la doctora Guzmán, es otro de los aspectos olvidados de la enfermedad mental.

Hay urgencias médicas más allá de la COVID-19.