El valor del trabajo
Cuando toque hablar de nuevo de la subida de los salarios volveremos a recordar que durante los meses más duros de la pandemia, los de las restricciones horarias y el confinamiento, unas cuantas profesiones dieron una lección de ciudadanía y respeto a su oficio.
Y aunque pudimos entender que no nos podemos pasar sin ellos… se trata de trabajos tradicionalmente mal remunerados. El dinero que muchos de ellos reciben por su labor no es proporcional a su contribución al bien común.
Más allá del veredicto del mercado laboral toca repensar la importancia de los oficios y de las profesiones para el funcionamiento de la sociedad tal como la hemos configurado. Los que pudieron trabajar desde sus casas apreciaron el valor, la trascendencia de algunas ocupaciones que a menudo se pasan por alto.
Entendimos cuál era el valor de estos trabajadores cuando les pusimos la etiqueta de “labores esenciales”. Efectivamente, solo los indispensables tuvieron la obligación y/o el permiso de seguir trabajando.
¿Qué se puede hacer? ¿Es factible pensar que los que hicieron que la situación no fuera inmanejable, los que nos cuidaron, alimentaron, vigilaron y limpiaron las calles, mantuvieron el supermercado provisto y abierto, analizaban nuestra sangre… van a cobrar un sueldo que se corresponda con el peso de su función?
No; la vida va por otros derroteros. Lo esencial termina por ser muy secundario y lo artificial a menudo (casi siempre) paga mejor. Los indispensables trabajaron con responsabilidad y dedicación. Dejaron en casa el miedo al contagio y con jornadas a menudo dobles. Entendimos que eran indispensables. Cuando se hable de ajuste salarial, será bueno recordarlo.