Otro Juan Guaidó
Nicolás Maduro lo volvió a hacer. En el tablero de la política venezolana, donde la oposición es su principal rival, el régimen siempre termina saliéndose con la suya. La designación de María Corina Machado como candidata presidencial fue una chispa de esperanza para millones de venezolanos que buscan un cambio real. Pero el nombramiento de Edmundo González Urrutia como presidente del gobierno interino no es más que una repetición del guión que convirtió a Juan Guaidó en una figura simbólica y, a la larga, ineficaz.
Maduro ha perfeccionado el arte de desarticular cualquier amenaza política. Con Guaidó, su estrategia fue clara: desgastar su imagen mediante una combinación de maniobras legales, persecución política y campañas de desinformación. El resultado fue un líder que, pese al reconocimiento internacional, nunca pudo consolidar el cambio prometido. Ahora, con González Urrutia, todo apunta a que veremos un nuevo episodio de ese mismo ciclo: una figura creada bajo el manto de la legitimidad, pero limitada por un poder real que continúa en manos del régimen.
La jugada maestra de Maduro no está solo en debilitar a sus oponentes, sino en manipular el contexto internacional. A medida que países que antes apoyaban al gobierno interino buscan reestablecer relaciones con Caracas, el régimen logra ganar terreno en el plano diplomático. Esto deja a figuras como González Urrutia en una posición aún más precaria que la de Guaidó.
Para la oposición venezolana, el reto no es solo enfrentarse a Maduro, sino superar sus propias divisiones internas. Mientras no haya una estrategia clara y unificada, Maduro continuará manejando el juego a su antojo. Al final, González Urrutia podría terminar siendo otro nombre más en la lista de intentos fallidos de la oposición, una pieza más en el ajedrez político del chavismo, donde el jaque mate parece siempre esquivo para quienes buscan la democracia. Maduro, como siempre, gana tiempo. Y mientras tanto, los venezolanos pierden esperanza.