El universo léxico del casabe
Ay, el casabe, ¡cuántas alegrías nos ha dado y nos va a seguir dando!
Tras su declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad le dedicamos una Eñe a la palabra casabe y recordamos que en torno a ella se ha formado una constelación de voces que reflejan en nuestro patrimonio léxico lo que hay detrás de este valioso reconocimiento internacional.
Hasta su llegada a las Antillas nuestra lengua española no se había visto en la necesidad de disponer de una palabra para referirse a la yuca ni al casabe, sencillamente porque no se había topado con ninguna de estas realidades.
Pero esas palabras empiezan a hacerse necesarias. Y así yuca y casabe, y muchas otras relacionadas con ellas, se incorporan a nuestro patrimonio léxico y empiezan a regirse por las normas de nuestra lengua.
Los cronistas nos cuentan acerca del proceso de rallado de la yuca en unas «piedras ásperas» llamadas por los indígenas guayos, que sigue siendo la palabra preferida en el español dominicano para denominar el ´utensilio para rallar´.
Su completa adaptación al español la demuestra no solo su uso generalizado, sino su productividad léxica. Basta con ojear el Diccionario del español dominicano (o con consultarlo en la red en www.igalex.org) y descubriremos la familia numerosa del sustantivo guayo, los derivados que ha generado y las locuciones en las que aparecen.
Por cierto, jugar con las familias de palabras sigue siendo una de las más divertidas formas de aprender nuevas palabras.
El verbo guayar en su uso recto se refiere a la acción de ´desmenuzar algo rallándolo´. Pero la cosa no se queda ahí. Pasen y disfruten de nuestra apabullante creatividad léxica. Coloquialmente guayar significa ´trabajar duro´ y la locución guayar la yuca se refiere a ´trabajar duramente y experimentar penalidades o precariedades´.
Con guayar nos referimos también a ´mantener relaciones sexuales´ (dejemos para otro momento y lugar de dónde puede proceder la analogía).
Guayamos cuando frenamos un vehículo; guayamos gomas cuando aceleramos bruscamente y hacemos sonar los neumáticos sobre el asfalto, pero también si lucimos unos zapatos nuevos; y estamos guayando en el aro cuando pasamos por una mala situación económica.
Guayamos la hebilla si bailamos muy pegados a nuestra pareja y nos guayamos cuando nos equivocamos o fallamos; también nos guayamos cuando nos herimos la piel al sufrir una caída. De ahí que un guayón sea una rozadura o raspón y una guayada una equivocación o error.
Mucho más agradables son el guayao, esa bebida refrescante elaborada con hielo triturado y jarabe de sabores y el guayaero, que nos lo vende por las calles. Y a nadie le gusta que lo relajen llamándole guayahielo a su teléfono celular cuando es grande y de un modelo pasado de moda.
El universo léxico del casabe va a ser nuestro territorio en estas semanas. Explorarlo nos va a llevar a recordar, a conocer, a valorar muchas de nuestras palabras.
Son nuestras porque nacieron aquí, en esta isla donde nosotros nacimos o a donde la vida nos traído. Y son nuestras también porque son de todos, porque han pasado a enriquecer el patrimonio lingüístico y cultural que compartimos los que hablamos en español.