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Los panameños responden a Trump con una reivindicación patriótica del Canal

Los panameños responden a Trump con una reivindicación patriótica del Canal

El clamor “el canal es de Panamá” se ha extendido con fuerza por este país centroamericano desde el 21 de diciembre, cuando Donald Trump comenzó con las amenazas de arrebatarle el control del paso si no baja los precios a barcos estadounidenses para pasar por él. El presidente electo de Estados Unidos (EE UU) ha logrado unir a una población fragmentada por discusiones políticas internas en una proclama de reivindicación patriótica homogénea, justo cuando se conmemoran 25 años de la recuperación de la vía a manos panameñas.

Primero lo dijo el presidente, José Raúl Mulino: “Cada metro cuadrado del Canal de Panamá y sus zonas adyacentes es de Panamá y lo seguirá siendo”. Enseguida lo repitieron expresidentes, antiguos administradores del Canal y partidos opositores, quienes también resaltaron su administración eficiente y gritaron “somos soberanos”. Expertos y líderes de opinión han llamado a Trump desde delirante hasta “mercenario ideológico” en medios locales, donde cada día hay decenas de columnas de opinión en la misma sintonía. Los gremios empresariales bramaron por el “intento de injerencia extranjera” y la Cámara Marítima recordó que el Canal es “un patrimonio inalienable de la nación panameña”. Hasta hubo una protesta de trabajadores el día de Navidad frente a la embajada de EEUU, con la quema de fotos de Trump y la bandera de su país al grito de “esta patria se defiende”.

El 31 de diciembre pasado también se cantó en las celebraciones por el cuarto de siglo de administración panameña del Canal: “Es nuestro orgullo, nuestra herencia”, corearon en un despliegue de escena digno de espectáculo de Disney, bajo un cielo celeste infrecuente en estos días de lluvias continuadas. “Por 25 años los panameños y su canal hemos cumplido con el compromiso nacional de una operación segura y continua para el mundo, demostramos la capacidad de administrar y reafirmamos el compromiso con la construcción del tercer juego de esclusas”, dijo el administrador de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP), Ricaurte Vásquez.

Vásquez entregó al presidente Mulino más de dos mil millones de dólares este diciembre. Desde el 2000, la Autoridad del Canal aportó al Tesoro Nacional quince veces más que en los 85 años de administración estadounidense (28.000 millones de dólares entre ese año y 2024, contra 1.879 millones entre 1914 y 1999). De manera directa, eso representa alrededor de un cuarto de los ingresos corrientes del Gobierno. Además, por el impacto y movilización del sector logístico, ayuda a generar cerca del 12% del producto interno bruto (PIB).

Aunque la actividad está concentrada en la franja canalera y la mayoría de la población cree que sus beneficios no llegan a todos, por estos días en Panamá el taxista, el recepcionista, el último reportero de la cadena televisiva, repiten el mismo canto de presidentes, ministros y empresarios: “ataque”, “soberanía”, “el Canal es de Panamá”. Es que el Canal es mucho más que el corazón económico del país.

“Las dimensiones políticas, existenciales e identitarias del Canal para el pueblo panameño son inmensas y fundamentales”, explica Ana Elena Porras, catedrática de la Universidad de Panamá. “Representa la identidad nacional, así como la independencia económica y la libertad política”. Esa idea fue reivindicada durante la celebración del último día de 2024, donde también fue repasada la historia con una versión muy diferente de esgrimida por Trump.

Los hechos son conocidos. En 1903 el presidente estadounidense Theodore Roosevelt tomó el país para finalizar con fondos privados las obras inconclusas del único paso entre el Atlántico y el Pacífico. Con la excusa de levantar el Canal, desmanteló más de veinte pueblos, expulsó más de 40.000 personas y modificó el orden social con la imposición de un sistema racial, el Silver Roll, que arrasó con la diversidad política vibrante de la época en la ruta transístmica y la convirtió en un enclave sin población local.

Así nació la Zona del Canal, una franja de 1.432 kilómetros cuadrados que EE.UU dominó hasta el último día de 1999, cuando fue devuelto en cumplimiento del tratado Torrijos-Carter de 1977, pactado por el recién fallecido expresidente Jimmy Carter.

En el medio hubo intentos insistentes de Panamá por revisar el contrato que legitimó la colonia, con algunos avances y hasta una ruptura de relaciones en 1964, cuando oficiales norteamericanos asesinaron a 22 estudiantes por intentar plantar una bandera panameña en un cuartel militar, pero una vez devuelto ningún presidente norteamericano había arriesgado algo como lo de Trump. “Es un hecho insólito”, dijo el excanciller Ricardo Alberto Arias a EL PAÍS.

En el Gobierno cayó como huracán imprevisto. Primero, porque el presidente Mulino está alineado con EEUU desde el primer minuto en la presidencia. El 1 de julio, inmediatamente después de jurar y sin quitarse la banda que acababan de ponerle, inauguró su gestión con la firma del memorandum que puso en marcha el plan de deportación masiva que evitó que miles de migrantes siguieran ―o emprendieran― la travesía hacia el norte tras cruzar el tapón del Darién.

“Estoy en la mejor disposición de relanzar las relaciones de los Estados Unidos con Panamá”, dijo Mulino tres días después, en los festejos del 4 de julio de la Embajada estadounidense. De ahí en más, acompañó la posición de EEUU en un voto contra Palestina en las Naciones Unidas, convocó a líderes regionales por la crisis en Venezuela y acaba de contratar a una empresa norteamerica para realizar el estudio de su obra insignia, un tren que cruzará medio país. Pese a que el mandatario panameño era más cercano al campo ideológico de Trump que al suyo, el presidente Joe Biden lo calificó como “un valioso aliado”.

https://x.com/JoseRaulMulino/status/1854131192909750699?

Segundo, porque, aunque Trump calificó las tarifas pagadas por barcos estadounidenses para cruzar el Canal como una “estafa” y el trato hacia la Armada como “muy injusto e imprudente”, lo cierto es que las embarcaciones de la fuerza naval de EEUU cruzan sin costos por reservas ni hacen filas como las demás embarcaciones. En los últimos nueve años “solo han pagado 17 millones en peajes”, según indicó una fuente ligada al Canal de Panamá.

Finalmente, nadie en Panamá era capaz de imaginar a esta altura de la historia el resurgir de las ideas colonialistas contra las que pelearon a lo largo del siglo XX.

“Trump con sus dichos demostró un interés directo en procurar alguna transacción con el Estado panameño”, enfatiza el abogado y analista Rodrigo Noriega, quien arriesga que pueda tratarse de “recibir migrantes deportados de los Estados Unidos, disminuir la presencia del Gobierno chino en el país, o ambas cosas”. En el Gobierno coinciden en que Trump busca algo, pero no hay acuerdos sobre qué es lo que quiere.

La hipótesis más fuerte apunta a China. Otra, a los intereses de empresas estadounidenses en un proyecto minero cerrado en 2023 por la justicia de Panamá: la empresa First Quantum Minerals buscó el apoyo de Trump para mediar a favor de la reapertura de la mina. El consejero delegado consideró posible una mediación del presidente electo, teniendo en cuenta que hay accionistas estadounidenses en el proyecto y que la embajadora de ese país en Panamá ya había apoyado la continuidad de la mina durante la crisis de octubre de 2023. El dato curioso es que entre los accionistas también hay empresas chinas. Una teoría más débil, comentada por fuentes del gobierno a El PAÍS, recuerda los problemas legales de la Organización Trump en Panamá por una supuesta deuda de millones de dólares en impuestos.

También están quienes piensan que Trump solo habló para fagocitar a los supremacistas blancos y sus seguidores radicalizados. Cualquiera podría concluir que le funcionó si hubiera escuchado las conversaciones del viernes 27 de diciembre en el único rincón de Panamá donde hubo un puñado de contentos: la antigua Zona del Canal. “El Canal lo hizo Estados Unidos, incluso Panamá es un país gracias a Estados Unidos”, dice John en un antiguo teatro de Albrook donde ahora tocan bandas y venden tragos. John nació, vivió y vive en Panamá, pero no es panameño: es zonian, nacido en la Zona desmantelada el último día de 1999, cuando el Canal pasó a manos panameñas.

Cualquiera sea la intención de Trump, el analista Noriega dice que las amenazas del republicano deben tomarse “muy en serio”, ya que Panamá “es muy vulnerable a lo que decida el Gobierno de los Estados Unidos”. Por ejemplo, “prohibir que la carga que se origina en Estados Unidos pueda ser manipulada en puertos chinos, o incluso pueden pretender sacar a Panamá del régimen del dólar”.

El gobierno esperará hasta el 20 de enero, cuando Trump asume la presidencia, para zanjar las dudas. Mientras tanto, durante los festejos del martes pasado en las faldas del Canal, rodeado de ministros, expresidentes, con la embajadora de EE.UU. sentada a pocos lugares de la de China y sin mencionar a Trump, el presidente Mulino tranquilizó: “No hay otras manos en nuestro canal, más que las panameñas. Pueden estar tranquilos, en nuestras manos se va a quedar por siempre”.

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