Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena con Riccardo Muti
El Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena es un evento único que, desde 1933, reúne a millones de espectadores en todo el mundo.
Celebrado cada 1 de enero, marca el inicio del año y se retransmite en directo a más de 45 países.
Su prestigio no sólo radica en la calidad de la interpretación de la orquesta, sino también en la belleza y acústica de la Sala Dorada del Musikverein, considerada uno de los mejores auditorios del mundo, y exquisitamente decorada para la ocasión con un mar de flores.
Además, se añaden dos escenas pregrabadas de ballet con atractivas localizaciones y depuradas coreografías. Y en el intermedio se emite un documental sobre los tesoros culturales de Austria con actuaciones musicales.
El concierto se ha convertido en un símbolo de elegancia y tradición, especialmente por su repertorio dedicado a las obras de la familia Strauss (Johann padre, Johann hijo, Josef y Eduard) y otros compositores clásicos.
Vivirlo en directo en la ciudad de Viena es el sueño para cualquier amante de la música clásica.
Dirigido por Riccardo Muti
Este año, y por séptima vez, el director ha sido el napolitano Riccardo Muti, con un programa que combinó a la perfección melancolía y jovialidad, e incluyó obras de Johann Strauss hijo, con un protagonismo especial por su bicentenario.
De las 17 composiciones que se presentaron 10 son suyas, además de un estreno femenino, por primera vez, con «Ferdinandus», de la niña prodigio Constanze Geiger, contemporánea de Strauss, cuyos valses habían recibido el beneplácito de Johann Strauss, padre e hijo.
También se incluyeron obras de sus hermanos, Josef y Eduard, e incluso del padre, con una marcha de apertura, además de la tradicional Marcha Radetzky del final.
Muti es un director como pocos, cuya relación con los vieneses inicia en 1971. Y permanece sin perturbaciones hasta hoy. Los Vieneses se enorgullecen de no tener un director titular, eligen cada vez a aquel con el que desean colaborar. Pero lo más parecido a un responsable musical fijo, si podemos así llamarle, es Muti.
Solo un latinoamericano ha tenido el privilegio de dirigir este concierto, el venezolano Gustavo Dudamel, a los 35 años, siendo uno de los directores más jóvenes en ser invitado.
El director italiano ha forjado con esta inigualable orquesta una longeva alianza basada en la común búsqueda de la excelencia, el respeto y hasta el cariño que se profesan: la complicidad, más allá de lo musical, se percibe en las miradas y las sonrisas que intercambian antes, durante y después del concierto.
Ya retirado de titular de la Sinfónica de Chicago, a los 83 años Muti se mantiene en estupenda forma. Sus gestos son sobrios, pero de vez en cuando revela esa energía tan característica que lo hace sencillamente sensacional,
Al felicitar por el Nuevo Año, y en un gesto muy propio de su personalidad, el veterano director, casi finalizando el concierto, con el inicio de El Danubio azul pidió para el mundo tres deseos: «paz, fraternidad y amor para el nuevo año».
Muti, heredero de Toscanini
Muti, con una abultada partitura por delante, es digno heredero del férreo sentido del ritmo de Arturo Toscanini.
Muti no desperdicia, no se distrae, es todo lo humanamente que se puede acercar a la perfección y con esa agrupación musical logra captar toda nuestra atención. No se pliega en actitudes contemplativas, su fraseo es perfecto, como corresponde, no divaga.
Muti es napolitano, quizás eso lo ayuda a entender tan magistralmente la música vienesa. En el vals se percibe perfectamente la tristeza unida sin ambages a la alegría. Su profundo conocimiento del ritmo austriaco lo hace lograr efectos que pocos directores consiguen.
Es como un juego encantador y mágico, pero lleno de riesgos y Muti no se permite una equivocación. La alternancia de valses y polcas es la norma básica del concierto.
Siempre hay tres propinas, composiciones que se añaden al final y fuera de programa, que están previamente establecidas desde 1958:
- una polca rápida que varía cada año, esta vez fue La bayadera, de Johann Strauss hijo, seguida por el vals más famoso, el Danubio azul, y la Marcha Radetzky, de su padre, a la que se invita al público a aplaudir con la música.
Ha sido un concierto maduro, para gustos exigentes.
El maestro conoce de sobra todos los secretos de su oficio, su manera de dirigir expresa la autoridad que viene del conocimiento profundo de las obras, la experiencia, dejando siempre una abertura para la alegría con la orquesta, tomando siempre espacio para la risa, que sugiere a través de los gestos o con su expresiva mirada.
Muti es sencillamente fenomenal, de estirpe exquisita; de su generación, uno de los grandes. Como siempre, inmediatamente termina el concierto, se anuncia el director para la próxima entrega: Yannick Nézet-Séguin, director del Metropolitan Opera y de la Orquesta de Filadelfia.
Las comparaciones no se harán esperar.