La europeísta Maia Sandu renueva como presidenta en Moldavia en plena tensión con Rusia por el suministro energético
La europeísta Maia Sandu ha jurado este martes su cargo como jefa del Estado reconociendo que Moldavia tiene por delante un camino lleno de retos, como la reforma de la justicia, la dependencia energética de Rusia, la mejora de un sector económico en crisis y el ingreso del país en la Unión Europea. Este martes, durante su discurso de investidura, Sandu ha prometido que seguirá luchando para que el país logre ingresar en el club de los Veintisiete antes de 2030. “Moldavia tiene un sueño y lo defenderemos. Ganaremos las batallas una por una, ya sean crisis o reformas necesarias”, ha declarado la política, reelegida por segunda vez en las elecciones del pasado noviembre. La renovación del mandato se produce en plena tensión con Rusia por el suministro energético que llega a este país europeo.
“La integración europea es nuestro camino hacia la seguridad y el bienestar, pero no pensemos en ella como un billete de primera clase hacia el paraíso. No es la solución milagrosa para todos nuestros problemas: los franceses no vendrán a hacernos justicia, ni los daneses a recoger nuestros residuos, ni los alemanes a administrar nuestras aduanas”, ha proseguido Sandu.
Sandu, la primera mujer en ocupar la presidencia y la primera persona que logra un segundo mandato en Moldavia, ha asegurado que los cambios se conseguirán, aun con dificultad. Uno de los asuntos más espinosos a los que se ha referido es la llegada del frío intenso, que podrá afectar severamente a los moldavos si Ucrania cumple su palabra de cortar el tránsito de gas ruso a Europa por el sistema de gasoductos ucranios, que Kiev rechaza prolongar. El Parlamento de Moldavia aprobó el 13 de diciembre el estado de emergencia en el sector energético por un período de 60 días, ante el riesgo de interrupción del suministro de gas ruso a la región separatista de Transnistria.
La decisión de Moldavia se produce en pleno conflicto con la empresa rusa Gazprom. Esta pide a las autoridades moldavas que paguen una deuda histórica de unos 700 millones de dólares, unos 673 millones de euros, una cantidad que el Gobierno de Chisinau no reconoce por estar vinculada a Transnistria, territorio que no tiene bajo control desde el cruento conflicto armado en 1992 en el que la región separatista contó con la asistencia militar rusa. Desde entonces, este conflicto congelado de la época de la Unión Soviética es un polvorín. Maia Sandu lleva tiempo pidiendo que los 1.500 soldados rusos presentes en la región se retiren, también del arsenal custodiado por fuerzas rusas que aún guarda unas 20.000 toneladas de armas y municiones, según la Organización de Seguridad y Cooperación Europea (OSCE).
“El hecho de que se avecina un duro invierno no es ningún secreto. Pero lograremos [superarlo]. Juntos nos enfrentamos a la pandemia, la inflación y a la crisis de todo tipo. Fuimos chantajeados con gas, ahora somos chantajeados con dejarnos a oscuras. No es la primera vez, pero ganará la luz. Resistiremos para librarnos del chantaje”, ha aseverado Sandu.
Por su parte, Moscú ha denunciado que Chisinau quiere hacerse con la región separatista por la fuerza, algo que el Gobierno moldavo negó este lunes durante una reunión gubernamental. En concreto, el servicio secreto ruso (SVR) asegura que la jefa de Estado transmitió “la necesidad de elaborar un plan de una operación para tomar el control de Transnistria y acabar con la presencia de las fuerzas de paz rusas en la región” durante una reunión con miembros del Gobierno sobre seguridad energética. “Nadie puede garantizar que la presidenta moldava no intente desatar una guerra en la región”, subraya el comunicado del SVR, citado por la agencia oficial rusa Tass.
EL SVR asegura también que Maia Sandu “se salió de sus casillas” tras ser informada de que Moldavia podría experimentar problemas con los suministros de energía cuando expire el contrato de Gazprom. Según la nota del SVR, la presidenta moldava ha exigido tomar por la fuerza la central termoeléctrica de Cuciurgan, situada en Transnistria, que produce en la actualidad el 80% de la energía necesaria para Moldavia.
En cambio, el jefe de gabinete de la presidenta Sandu, Adrian Balutel, sostuvo que entre Moldovagaz —la empresa suministradora moldava de gas— y Gazprom “existe un contrato claro que prevé la entrega de gas natural en la margen izquierda, [donde se encuentra Transnistria] independientemente de la ruta de tránsito”.
El peligro de la propaganda rusa
El primer ministro moldavo, Dorin Recean, declaró al inicio de la reunión gubernamental que las informaciones falsas difundidas en el espacio público sobre el supuesto plan forman parte de la “guerra híbrida”. “Observo de nuevo una campaña de desinformación e, incluso, de histeria. En el espacio público se vuelve a promover un escenario falso y apocalíptico de que la República de Moldavia pretende tomar el control en la región de Transnistria mediante acciones militares. Lo digo una vez más: es parte de la guerra híbrida. Quienes lanzan tales escenarios, me refiero al Kremlin, deberían hacer lo que están obligados conforme al contrato: suministrar gas natural a la izquierda del [río] Dniéster”, afirmó Recean.
Horas antes, Balutel, afirmó que “Chisinau sigue firmemente comprometida con la resolución pacífica del conflicto, sin excepción”, subrayando que “un paso esencial para lograrlo es la retirada completa e incondicional de las tropas rusas, que están ocupando ilegalmente el territorio soberano de Moldavia”. Por su parte, la Oficina de Reintegración acusó a Moscú de “tratar de desestabilizar la situación de Moldavia, diseminar el miedo y la desconfianza entre los ciudadanos y extender la inseguridad y el enfrentamiento en la zona”.
De hecho, el peligro de la desinformación también ha sido abordado por Sandu durante su discurso de investidura, en el que ha instado a los ciudadanos a no dejarse influir por la propaganda rusa. La interferencia de Moscú en las elecciones presidenciales del pasado 2 de noviembre, que llegó a poner en peligro la victoria proeuropea, es un ejemplo del calibre de otro de los problemas que la mandataria tendrá sobre la mesa durante los próximos años.