Bayrou trata de formar un Gobierno centrista en Francia antes de Navidad
El primer ministro francés, François Bayrou, se propone formar un Gobierno antes de Navidad. Un Gobierno que dure más que el de su predecesor Michel Barnier, destituido por una moción de censura apenas tres meses después de su nombramiento. No lo tiene fácil. Su inicio de mandato ha sido complejo. Tras las tensiones y la sensación de improvisación que acompañó su designación, el nuevo jefe del Ejecutivo se ha enfrentado a una ola de críticas por la gestión del ciclón Chido en Mayotte, un archipiélago en el océano Índico que pertenece a Francia. El líder del partido de centroderecha Movimiento Democrático (MoDem) trata, pese a ello, de acelerar la formación de un Gobierno con el apoyo de los partidos moderados y con un estrecho margen de maniobra.
En una entrevista en la televisión pública France 2 el jueves por la noche —la primera desde que asumió el cargo el 13 de diciembre— Bayrou quiso lanzar un mensaje de optimismo. El jefe de Gobierno afirmó que esperaba formar un Ejecutivo “este fin de semana” o, a más tardar, “antes de Navidad”. “Creo que todo el mundo tiene que asumir sus responsabilidades. Lo que nos espera es tan difícil que tenemos que trabajar juntos”, añadió.
La semana ha sido de alto voltaje para Bayrou, que combina su nuevo cargo con el de alcalde de Pau, donde ha sido elegido ininterrumpidamente desde 1982. El primer ministro empezó el lunes su ronda de contactos para formar un Ejecutivo que dure al menos hasta el verano del año que viene, momento en que pueden volver a convocarse elecciones legislativas. La última ronda, de tres horas, tuvo lugar el jueves, cuando se reunió con los líderes del centro macronista, la derecha moderada, socialistas, ecologistas y comunistas. Tras la cita, Bayrou les pidió que aclarasen si preferían integrar el nuevo Gobierno o quedarse en las filas de la oposición. Del encuentro quedaron excluidos el partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional (RN), de Marine Le Pen, y el izquierdista La Francia Insumisa (LFI), de Jean-Luc Mélenchon.
“No nos ha dado argumentos para que no votemos una moción de censura”, declaró el líder del Partido Socialista (PS), Olivier Faure, tras la reunión. “Esperamos que aporte aclaraciones sobre su voluntad de llegar a un acuerdo”, añadió. En los últimos días, los socialistas —que disponen de 66 diputados— se han mostrado dispuestos a sellar un pacto de no censura al nuevo Ejecutivo. Pero su condición para ello es que el Gobierno no vuelva a utilizar el artículo 49.3 para aprobar por decreto ninguna iniciativa. Algo complicado dada la mayoría parlamentaria actual.
La líder de los ecologistas, Marine Tondelier, declaró por su parte que su partido —con 38 escaños— no había sido escuchado. La derecha de Los Republicanos (LR), con 47 diputados, aún no ha clarificado su posición. Tanto Laurent Wauquiez, el presidente del grupo en la Asamblea Nacional, como Mathieu Darnaud, el presidente del grupo en el Senado, hablarán por teléfono con Bayrou este viernes por la tarde, informa el diario Le Monde. Wauquiez pidió el jueves a los representantes de los otros grupos políticos “un compromiso de estabilidad de seis meses” para el futuro Gobierno. Es decir, que no haya moción de censura en ese periodo.
¿“Una puerta abierta”?
En un intento de convencer a los socialistas, Bayrou afirmó también durante la entrevista en France 2 que estaba dispuesto a “retomar” las negociaciones en torno a la reforma de las pensiones, pero matizó que no quería “suspenderla”. Es “una puerta abierta de buena voluntad”, insistió. La reforma, que aumenta la edad de jubilación de los 62 a los 64 años, fue adoptada por decreto el año pasado en medio de una gran convulsión social. Los partidos de izquierda piden suspender su aplicación y recuerdan que fue su alianza, el Nuevo Frente Popular, quien ganó las últimas elecciones legislativas de julio, lo que les otorga legitimidad para exigir que haya un cambio de rumbo político.
Durante la entrevista, el primer ministro tendió otra mano a la izquierda al prometer que no usaría el artículo 49.3 de la Carta Magna, salvo “si hay un bloqueo absoluto sobre los presupuestos” de 2025. Las negociaciones para aprobar los presupuestos quedaron interrumpidas tras la moción de censura apoyada por la izquierda y la extrema derecha el 5 de diciembre, que tumbó al conservador Michel Barnier. “Espero que podamos tenerlo [el presupuesto] a mediados de febrero”, dijo Bayrou.
El alcalde de Pau expresó también su deseo de que el actual ministro del Interior, Bruno Retailleau, integre el nuevo Ejecutivo. El político, quien pertenece al ala más conservadora de la derecha, “mostró decisiones y orientaciones que responden a una parte de lo que pide la opinión” pública, aseguró Bayrou. Su presencia en el Gobierno es, sin embargo, una línea roja para los socialistas y los ecologistas.
El primer ministro busca reunir en un mismo Gobierno a figuras de la “derecha republicana” y de “la izquierda democrática y de gobierno”. Pero su margen de maniobra, debido a la dificultad de conciliar distintas sensibilidades, es estrecho. Sus primeros pasos al frente de Matignon —sede de la jefatura del Gobierno— han ido, además, acompañados de polémicas. El lunes, representantes del macronismo y de la oposición le reprocharon no haber asistido de manera presencial a la reunión de crisis organizada para gestionar las consecuencias del ciclón Chido en Mayotte.
Cuando un diputado ecologista le preguntó por ello el martes, Bayrou contestó que el Gobierno sí estaba presente en el archipiélago y que no era “habitual” que “el primer ministro y el presidente de la República abandonen el territorio nacional al mismo tiempo”. Su respuesta le valió un alud de críticas de una parte de la oposición, que recordó que el archipiélago es parte de Francia.
Un sondeo del instituto Odoxa/Backbone Consulting para el diario conservador Le Figaro revela que un 65% de los franceses considera que el inicio del mandato de Bayrou no es satisfactorio. Desde su nombramiento, Bayrou afronta la difícil tarea de sortear la profunda división que las elecciones legislativas de julio dejaron en el Parlamento.
Tras los comicios, la Asamblea Nacional quedó fragmentada en tres bloques casi iguales. El Nuevo Frente Popular (NFP) —la alianza integrada por LFI de Mélenchon, socialistas, comunistas y ecologistas— logró 182 de 577 diputados, pero quedó muy lejos de la mayoría absoluta de 289. El bloque presidencial, formado por tres partidos de centro y centroderecha, obtuvo 168; y el ultraderechista RN, 143. El partido de Le Pen, pese a terminar tercero en ese esquema de bloques, se convirtió en el árbitro de la contienda.