Las disquisiciones filosóficas acerca de la felicidad
«La felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que hace están en armonía»
Gandhi.
¿Existe la felicidad? Si realmente existe, ¿adónde entonces podemos encontrarla?
Acerca de la primera de estas dos preguntas, unos responderán que no, otros que sí. Y en una posición intermedia, abundan los que plantean que solo existen momentos felices. En fin, cada respuesta estará determinada por la concepción filosófica o visión del mundo que cada quien posea.
Sobre el tema, históricamente es mucho lo que se ha escrito y discutido. Sólo hay que recordar las reflexiones filosóficas de los pensadores griegos pertenecientes al período posaristotélico mejor conocido como Helenismo. Surgen en esta etapa las llamadas escuelas helenísticas ( Cinismo, Estoicismo, Escepticismo, Epicureísmo, Eclecticismo…), así denominadas al conjunto de escuelas filosóficas, helenístico – romanas, que se desarrollaron primero en Grecia y más tarde en Roma desde el siglo IV hasta finales del siglo II d.C. Tenían estas en común que todas utilizaron la filosofía como medio para presentar un ideal de vida o la concepción de que la vida es una búsqueda continua de la felicidad, y la filosofía la única vía aceptada para encontrarla.
¿Dónde encontrar la felicidad?
«En el placer», para epicúreos ; «en la virtud…», plantean los estoicos, y «en la imperturbabilidad», de acuerdo al criterio de los escépticos.
En términos más específicos, los representantes de la escuela cínica consideraban que la base de la felicidad y la virtud se encontraba en el desprecio a las normas sociales establecidas, en la renuncia a la riqueza y a todas las satisfacciones provenientes de los sentidos. Su rechazo a las normas de conductas los llevaba hasta la infracción y al comportamiento indecoroso Siguiendo a Sócrates, Antístenes, fundador del Cinismo, creía que el ideal de vida buena es el que se basa en la autosuficiencia y en la libertad. Por eso despreciaba los bienes materiales, ya que estos, según su pensar, siempre nos atan. La autonomía del sabio debe estar por encima de las costumbres y convenciones o normas sociales. Años más tarde se empezó a dar el nombre de cínicos a las personas que de manera desvergonzada hacían caso omiso a las reglas de la moral y la decencia.
Los pensadores de la escuela estoica (estoicos) establecían, en otro orden, que la felicidad radica en liberarse de las pasiones, en el autodominio, en el sosiego del alma, en la indiferencia y en el vivir conforme a la naturaleza. Las pasiones tienen que ser controladas por la razón., pues nos provocan intranquilidad y desasosiego. Los estoicos daban prioridad a los temas éticos y morales. Su ideal era la ataraxia («apatía»), la condena de toda emoción. Entendían que el sabio se dedica a la vida contemplativa, se eleva por sobre las preocupaciones del hombre común, se aísla, se distingue de los insensatos y es un ciudadano del mundo que no se encuentra atado a su ciudad. En tal virtud consideraban que el sabio no tiene patria, forma parte de la humanidad en su conjunto, Fundada en Grecia, el Estoicismo ha sido considerada como la más significativa de las escuelas helenísticas y la más influyente corriente del pensamiento en el mundo romano
El escepticismo es la concepción, escuela o corriente filosófica opuesta al dogmatismo que sostiene que no se puede alcanzar la verdad y que el conocimiento es imposible. Pone en duda la posibilidad del conocimiento de la realidad objetiva. Los escépticos dudan de todas las formas del conocimiento. El sujeto no puede aprehender el objeto. La objetividad es imposible, pues los factores subjetivos lo impiden. El escepticismo, en consecuencia, se asocia al agnosticismo.
Al igual que las demás escuelas helenísticas, el Escepticismo tuvo como objetivo presentar un ideal de vida. En tal virtud sostenía, como los estoicos y epicúreos, que, para alcanzar la felicidad o tranquilidad del alma, la ataraxia, vale decir, la imperturbabilidad, tranquilidad del ánimo. Para esta corriente, la vida feliz se consigue mediante el autodominio. El hombre sabio usa la razón para evitar que las circunstancias del momento perturben su serenidad. Con la razón, debemos distanciarnos de las circunstancias que nos alteran. La gente es infeliz porque se deja abrumar por demasiados elementos.
El epicureísmo fue fundado por Epicuro (341-270 a. d. C). Como las demás doctrinas helenísticas, la filosofía de Epicuro se convierte en un medio para dar a conocer sus postulados de carácter ético y presentar lo que a su juicio debe ser el nivel o modo de vida que debe llevarse a cabo. Afirman los epicúreos que la felicidad consiste en dominar las pasiones, llevar una vida tranquila y eliminar cualquier práctica que pueda complicarla o todo lo que sea capaz de atormentar al ser humano, como la tristeza, la angustia, el aburrimiento, el dolor, y las preocupaciones inútiles.
Su fundador identificó el bien con el placer, pero un placer elegido racionalmente; pues no todo placer es elegible. A veces es preciso rechazar algún placer, porque sabemos que nos traerá dolores futuros. Y otras veces es conveniente padecer un dolor pequeño, ya que luego nos traerá grandes placeres. El sabio es autosuficiente. No necesita grandes riquezas y lujos para ser feliz. La felicidad se obtiene evitando el dolor. Los placeres que más felicidad nos aportan son los más sencillos. Los dioses existen – continúa diciendo Epicuro – pero lo único que se puede afirmar es que son inmortales y felices. No es racional preocuparse por ellos. Tampoco es sensato estar angustiado por la muerte. Al morir, se termina el sentir. Así pues, nada hay que temer.
En resumen, el Epicureísmo o filosofía de Epicuro se basa en cuatro principios:
- No existen motivos para temer a los dioses, porque ellos no pueden llegar hasta nosotros, ni para ayudarnos, ni para castigarnos.
- Tampoco hay motivo para temer a la muerte, porque ella no nos pertenece: mientras vivimos, la muerte no está presente, y cuando está presente nosotros ya no estamos.
- El dolor y el mal son fáciles de evitar. Ningún sufrimiento dura mucho tiempo, y cuanto más intenso menos permanece.
- El placer y el bien son fáciles de conseguir. Donde hay placer no existe pesar ni sufrimiento.
Así reflexionaban estos pensadores acerca de la felicidad. Son muchos, sin embargo, los que piensan que la felicidad no es más que una construcción ideal forjada en nuestra mente, esto es, que no existe, sino momentos felices. Y parecen tener razón quienes así opinan, por cuanto en apenas segundos pasamos de un momento altamente placentero a otro donde prima el tormento, la angustia, la tristeza y el dolor. Y Cuando hoy navegamos en el mar del placer y el regocijo, mientras mañana se nos verá postrado en la sala del galeno tratando de eliminar el mal que de permanecer podría borrar para siempre la sonrisa de nuestros rostros.