Tribunal Constitucional enderezando entuertos
El Tribunal Constitucional ha tomado una decisión acertada al declarar la inconstitucionalidad de la Ley 1-24 sobre la Dirección Nacional de Inteligencia, resolviendo un problema para el Estado de derecho. Esta declaración representa un avance positivo, aunque su fundamentación se ha centrado mayormente en tecnicismos jurídicos.
Dicha legislación presentaba serias deficiencias al limitar la libertad de prensa, el ejercicio periodístico y el secreto profesional, derechos fundamentales en una sociedad democrática. Además, vulneraba el derecho a la privacidad y promovía un enfoque autoritario al convertir al ciudadano en un potencial espía. Es importante reconocer la intención del Poder Ejecutivo de corregir estas falencias mediante una modificación profunda que cursaba en el Congreso.
El objetivo de la ley, sin embargo, es válido: consolidar los servicios de inteligencia y establecer mecanismos para prevenir amenazas contra el Estado, garantizando mayor protección a la sociedad en un contexto global marcado por el terrorismo y el delito transnacional. Las democracias modernas necesitan herramientas de defensa ante estos retos.
Aunque los avances tecnológicos proporcionan recursos efectivos para combatir dichas amenazas, también han incrementado la sofisticación de los ataques contra la paz social y las libertades individuales. Sigue siendo imprescindible un equilibrio entre la seguridad y los derechos fundamentales.
La decisión del TC debe interpretarse como una oportunidad para construir una normativa más robusta y respetuosa de los valores democráticos. Reorganizar la inteligencia dominicana es prioritario, pero en línea con la Constitución y el Estado de derecho.
En democracia, la seguridad es un complemento de los derechos ciudadanos. Opera bajo estrictos principios éticos, con transparencia y rendición de cuentas. La confianza de la ciudadanía es clave para su efectividad y para fortalecer el orden democrático.