Bruselas acelera para cerrar esta semana el acuerdo comercial con Mercosur pese al rechazo de Francia
El acuerdo entre la UE y Mercosur llega a un punto definitivo. La Comisión Europea acelera los trámites para cerrar esta semana, en una cumbre en Montevideo, el acuerdo comercial con los países de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, junto a Bolivia), tras 25 años de negociaciones y bloqueos intermitentes y pese al rechazo de la segunda potencia europea, Francia, ahora en plena crisis política. El avance imparable de China en la región frente a la pérdida de influencia de la Unión Europea empuja al club comunitario a avanzar en ese pacto. La determinación de Alemania y de España para sacarlo adelante —en el contexto de la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, que ha amenazado a los productos europeos con una escalada de aranceles— da impulso a Bruselas para rubricar nuevos (o refundidos) acuerdos comerciales y diversificar sus mercados y proveedores. El pacto con Mercosur, con un mercado más de 780 millones de consumidores, será el mayor que ha firmado la UE. Y está a la vista.
“La meta del acuerdo UE-Mercosur está a la vista”, ha lanzado en las redes sociales la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que ha llegado este jueves a la región, junto al comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, en un viaje clave para tratar de dar el empujón definitivo y decisivo al pacto. Von der Leyen, que esta semana estrena nuevo mandato europeo, se reunirá este jueves y viernes con los líderes de los países fundadores de llamado Mercado Común del Sur, junto al de Bolivia, en una cumbre en Montevideo (Uruguay). Bruselas quiere cerrar el acuerdo, el último capítulo pendiente del pacto, antes de final de año. Se trata de la parte más política, que aborda los compromisos regionales, según explican fuentes europeas y americanas.
Francia, que ve que el acuerdo puede estar a punto de cerrarse, ha elevado este jueves la presión sobre el Ejecutivo comunitario en una llamada del presidente Emmanuel Macron a Von der Leyen. “El proyecto entre la UE y Mercosur es inaceptable tal y como está”, ha aseverado el Eliseo.
“No hay argumentos racionales para no cerrar un acuerdo esencial también para la autonomía estratégica y la economía europeas. Es casi ahora o nunca”, afirma una fuente comunitaria. “Si no, otros ocuparán ese espacio”, añade. China ha expandido significativamente su presencia económica en Latinoamérica y ha superado ya a EE UU como el mayor socio comercial.
En realidad, el pacto se rubricó en 2019, tras 20 años de conversaciones, pero no se ha ratificado. Francia, Irlanda, Austria y Países Bajos alegaron graves dudas sobre la sostenibilidad y los compromisos ambientales de la región para retrasarlo y entonces se decidió completarlo con un “instrumento adicional” que recogiera nuevos compromisos en esos campos. Los países latinoamericanos y varios europeos que defienden el acuerdo hablaron de “proteccionismo”.
Touchdown in Latin America📍
The finish line of the EU-Mercosur agreement is in sight.
Let’s work, let’s cross it.
We have the chance to create a market of 700 million people.
The largest trade and investment partnership the world has ever seen.
Both regions will benefit.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) December 5, 2024
Ahora, tras nuevas negociaciones técnicas y varios tiras y aflojas, esa parte del acuerdo está lista para cerrarse. Sin embargo, Francia —y últimamente Polonia— siguen oponiéndose. París argumenta pérdidas en el sector agrícola. Sin embargo, la Comisión Europea ha puesto sobre la mesa subvenciones para los agricultores y cláusulas de salvaguarda agrícolas que se pueden activar si hay riesgo de desestabilizar el mercado de las importaciones. Las cuotas de importaciones de productos latinoamericanos, además, según apunta una fuente europea al corriente de la negociación, son pequeñas y entran en vigor paulatinamente.
Ahora, depende de la ambición de Von der Leyen cerrar el acuerdo —la Comisión Europea tiene competencias exclusivas en política comercial— y luego presentarlo a los líderes de los Estados miembros en el Consejo Europeo, donde por ahora podría salir adelante por mayoría, ya que para los acuerdos comerciales no hace falta unanimidad. Y esa ambición está ahí. Aunque algunas voces remarcan, sin embargo, que no es el mejor momento para hacerlo, con la situación actual en Francia, donde acaba de caer Gobierno tras una moción de censura y el presidente Macron, aliado de Von der Leyen, está cada vez más cuestionado. Para otros, esa situación de debilidad y el hecho de que Francia esté sumida en otros problemas es, por el contrario, una oportunidad.
El acuerdo permitirá a las empresas europeas suprimir unos 4.000 millones en aranceles que aplica el bloque latinoamericano, que beneficiarán sobre todo a la industria automovilística —a la que hasta ahora se imponen unas tasas del 35%—, de maquinaria (14%-20%), química (18%) o farmacéutica (14%). Pero también derriba barreras en sectores como el textil, el calzado, vinos o licores, según datos europeos. A cambio, dará impulso a las exportaciones, que son sobre todo de productos agrícolas y ganaderos, desde los países de Mercosur hacia Europa.
Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, el país que ha liderado la negociación por el lado sudamericano, expresa desde hace semanas su confianza en que la negociación del acuerdo comercial con la UE quede definitivamente cerrada antes de final de año. Los flecos pendientes tras las tres reuniones técnicas que los dos bloques han celebrado en Brasilia desde junio ya están en las mesas de los líderes, según el negociador brasileño Mauricio Lyrio. Los mandatarios tienen la última palabra, informa Naiara Galarraga Gortázar desde São Paulo.
Más allá de las ventajas comerciales, el embajador Lyrio ha enfatizado el significado político que tendría crear, precisamente ahora, una de las mayores zonas de libre comercio del planeta: “En un momento de conflictos, antagonismo, proteccionismo y amenazas unilaterales, [el acuerdo] sería una inversión en integración comercial y en valores comunes, como la democracia y la sostenibilidad”. Una fuerte señal política conjunta de los dos bloques ante el radical giro que se avecina con Trump. Para los países de Mercosur también supone diversificar, mitigar la dependencia de China y de EE UU.
Por el lado argentino, el otro socio mayor de Mercosur, la llegada de Javier Milei supone un problema adicional al acuerdo con la UE. Si bien el ultraderechista no se opone abiertamente a la firma del tratado, llegará a Montevideo con una agenda que pone en cuestión la supervivencia del bloque: exigirá que los acuerdos bilaterales con países terceros, ajenos a Mercosur, ya no necesiten de la aprobación del resto de los socios. Esa es una vieja demanda de Uruguay a la que siempre se opusieron Brasil y, hasta ahora, Argentina. Milei ya adelantó que su intención es avanzar en un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Confía en que la buena sintonía que tiene con Donald Trump, al que considera, junto con él mismo, “el mayor líder del planeta”, será suficiente para avanzar en ese sentido.
Milei será un portavoz informal de Trump en la reunión de presidentes de este viernes. Chocará con la agenda integracionista de Brasil y, al mismo tiempo, trabajará para el republicano en su estrategia de contener la influencia de China en la región, ya muy avanzada.
Mientras Estados Unidos nunca tuvo como prioridad a América Latina más allá de México, Pekín lleva años de trabajo de hormiga. Ha concentrado sobre todo sus inversiones en infraestructura. El ejemplo más reciente fue la inauguración, hace tres semanas, del megapuerto de Chancay, ubicado a 80 kilómetros al norte de Lima. La obra, iniciada en 2007 con una inversión de 1.200 millones de euros, consolida la presencia de China en la región y al mismo tiempo convierte a Perú en el principal puerto del Pacífico Sur ante el mercado asiático. Estados Unidos es aún el mayor socio comercial de América Latina en su conjunto, pero China ya es el principal de América del Sur.