Biden promueve un proyecto ferroviario para rivalizar con China en África en su último viaje previsto al exterior
Era el acto final de su última visita prevista al extranjero como presidente de Estados Unidos. Joe Biden ha anunciado en Angola ―su primer y último viaje al continente africano como jefe de Estado― una inversión de 600 millones de dólares en el corredor ferroviario de Lobito, el proyecto estrella con el que Washington aspira a ofrecer una alternativa a la enorme influencia de China en África. Una noticia con la que se despedía de las comparecencias en el escenario internacional, a seis semanas de ceder el poder al republicano Donald Trump.
Biden evitó hacer alusión a las circunstancias de su viaje durante su cumbre con los presidentes de Angola, Joao Lourenço; de Zambia, Hakainde Hichilema; de la República Democrática de Congo (RDC), Félix Tshisekedi, y el vicepresidente tanzano, Philip Mpango, en una factoría de alimentación en Lobito. Prefirió centrarse en la importancia del proyecto: “Estamos en uno de esos momentos de transición en la Historia mundial”, señaló el presidente estadounidense. Para después agregar que el corredor “es un elemento de cambio”.
El proyecto, una antigua línea ferroviaria de la era colonial que había caído en desuso tras los movimientos de independencia y la larga guerra civil en Angola (1975-2002), conecta las minas de cobalto y otros minerales críticos en la República Democrática de Congo y Zambia con el puerto angoleño de Lobito. Su recuperación y modernización, en la que EE UU ya ha invertido cerca de 4.000 millones de dólares y en la que participan también la Unión Europea y el G-7, entre otros, reducirá el tiempo y coste del transporte de esos productos y su exportación hacia los mercados occidentales, según prevé la Administración Biden. Si en la actualidad el traslado requiere cerca de 45 días, pasará a completarse en cuestión de 45 o 50 horas. En el futuro, la línea podría extenderse a Tanzania y conectar las costas atlántica e índica de África.
“Todos estos proyectos e inversiones están pensados para generar un gran impacto”, declaraba el presidente de EE UU. “Estados Unidos entiende que cómo invertimos en África es tan importante como cuánto invertimos”. Angola, para Washington, es una pieza clave en su estrategia. La antigua colonia portuguesa se ha acercado gradualmente hacia Occidente tras una etapa de proximidad a China durante el mandato del presidente José Eduardo Dos Santos, cuando se recurrió a los créditos que Pekín prodigó a naciones en desarrollo ―durante las primeras dos décadas de este siglo― y que han tenido dificultades para devolver.
La idea, según altos cargos del Gobierno estadounidense, es que la línea ferroviaria aliente a empresas occidentales a invertir en esta región, y contrarrestar la influencia de una China que ha cultivado sus lazos económicos y diplomáticos con el continente desde hace años. La mayor parte de las empresas mineras congoleñas están, de hecho, en manos chinas, que controlan la mayoría de los minerales críticos del mundo.
La alternativa de Pekín
Pekín ya cuenta con su propia alternativa al corredor de financiación occidental. En septiembre firmó un acuerdo con Tanzania y Zambia para la renovación de una línea ferroviaria, también abandonada desde los años setenta, para transportar productos hacia el puerto tanzano de Dar es Salam. En septiembre, en la cumbre que celebra cada dos años con los países africanos en Pekín, prometió 50.000 millones de dólares en ayudas financieras en un programa a tres años, aunque parte de esos fondos corresponde a partidas ya anunciadas previamente.
Completar el corredor de Lobito es una tarea que recaerá en la próxima Administración estadounidense, comandada por Donald Trump, quien tomará posesión el 20 de enero. En el pasado, el republicano se ha mostrado muy crítico hacia las inversiones estadounidenses en el exterior que no tengan forma de préstamo. Durante su primer mandato, el republicano también mostró su desprecio hacia los países africanos a los que calificó como “agujeros de mierda”.
Sin embargo, altos cargos de la Administración Biden consideran que el presidente electo mantendrá la inversión en el proyecto, porque es beneficioso para la seguridad nacional y la seguridad económica de Estados Unidos. “De hecho, es el guion que van a seguir las administraciones futuras”, apuntaba un responsable que habló con la prensa bajo la condición del anonimato. “No puedes ponerte y decir que quieres competir con China… y no apoyar lo que se está haciendo en Lobito”.
En un sentido similar se manifiesta Alexandria Maloney, del Centro para África del think tank Atlantic Council: “La Administración Trump debería prever la necesidad de una implicación de Estados Unidos en África como respuesta a la continua influencia de China en el continente. Con la expansión del grupo BRICS [así conocido por sus fundadores Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica], los países del Sur Global están ampliando sus lazos económicos, pese a sus intereses dispares. Cabe esperar que esta dinámica profundice las relaciones económicas entre los BRICS en África, al tiempo que aumenta la competición con los mercados estadounidenses”, apunta la experta.
La visita de Biden a Angola, la primera de un líder estadounidense desde la que completó Barack Obama a Kenia, el país de su padre, en 2015, cumple una promesa que el presidente estadounidense había formulado hace dos años. El demócrata ha reiterado en varias ocasiones que su Gobierno está “totalmente comprometido” con el continente africano, aunque durante sus cuatro años de mandato, la influencia estadounidense ha ido en descenso. Algo que ha quedado retratado con la pérdida de la base militar que la primera potencia mundial mantenía en el Sahel, en Níger, después de que la junta militar al frente de ese país pusiera fin al acuerdo para que las tropas estadounidenses operasen en su suelo.