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Le Pen anuncia que tumbará el gobierno de Barnier al sumarse a la moción de censura de la izquierda

Le Pen anuncia que tumbará el gobierno de Barnier al sumarse a la moción de censura de la izquierda

El camión de las mudanzas se prepara para volver a Matignon, sede del Gobierno francés, apenas 90 días después de descargar el mobiliario de su actual inquilino, Michel Barnier. El primer ministro, después de días negociando con los grupos políticos, decidió el lunes aprobar los presupuestos de la Seguridad Social a través del artículo 49.3 de la Constitución, o sea, por decreto. La medida activa directamente una moción de censura del Nuevo Frente Popular, el artefacto electoral que agrupa a toda la izquierda, y otra de la ultraderecha del Reagrupamiento Nacional. Y basta que uno de los dos vote la del otro para que el gobierno caiga. “Que cada uno asuma sus responsabilidades, yo asumo las mías”, lanzó Barnier desde la tribuna de la Asamblea Nacional mirando hacia las bancadas de la oposición. El primer ministro esta cada vez más cerca de ser el jefe de gobierno más fugaz de la V República.

La secuencia política de los últimos días deja varios elementos de análisis. El principal, sin embargo, es evidente: el Reagrupamiento Nacional perdió las elecciones (pese a ser la fuerza más votada con 11 millones de votos), pero es quien decide la suerte del Ejecutivo. Le Pen ha ido torciendo el brazo de Barnier hasta lograr importantes concesiones en las últimas horas: la última, a propósito del reembolso del pago de medicamentos que quería suprimir para ahorrar. Pero no ha sido suficiente. “Las cosas estaban claras, Michel Barnier no quiso responder a las demandas de los 11 millones de electores del Reagrupamiento Nacional, asumiremos nuestra respnsabilidad y votaremos las mociones de censura: en primer lugar, la nuestra”, proclamó Le Pen, con gesto severo y levantando el tono de voz, tras anunciar que acababan de depositar el texto en el Parlamento.

La iniciativa, en cualquier caso, no podría votarse hasta al menos 48 horas después de ser depositada en sede parlamentaria. Es decir, nunca antes del jueves. Ese sería ahora el margen, creen algunos todavía en el Ejecutivo, del que dispondría Barnier para tratar de convencer a Le Pen: cediendo o presionando con las consecuencias que podría tener la desestabilización del país sobre su electorado. “Hemos llegado al momento de la verdad, cada uno ante sus responsabilidades. Sois vosotros, parlamentarios, quienes decidiréis si entramos en un territorio desconocido. Me dirijo a vosotros con respeto y una certidumbre: los franceses no nos perdonarían preferir los intereses particulares al futuro de la nación”.

Barnier, afamado negociador del Brexit y empedernido aventurero de montaña, tiró estos días de ambas señas biográficas para sacar adelante el presupuesto de la República y evitar una moción de censura. Primero apuró los márgenes del texto financiero para contentar a Le Pen, que logró una victoria importante la semana pasada cuando el primer ministro anunció que no subiría el precio de la luz, renunciando a más de 3.000 millones de ingresos extra para hacer frente al agujero presupuestario de 60.000 millones que el Gobierno necesita cubrir. Además, obtuvo también la promesa de que se reducirá la asistencia médica gratuita para migrantes irregulares. Pero los márgenes se agotaron, y Barnier tuvo que tirar de su faceta aventurera y adentrarse en el universo desconocido que se abre tras la activación del artículo 49.3. de la Constitución.

La situación es extremadamente preocupante y pone a Francia en el alhambre. El presupuesto que debe aprobarse estos días pretendía cubrir un agujero de 60.000 millones de euros para intentar

Bardella, cabeza de cartel en las pasadas legislativas, dio a Barnier hasta las 15.00 horas para cambiar totalmente el proyecto de Presupuestos que fue adoptado la pasada semana por una comisión mixta de diputados y senadores, entre los que sí tiene mayoría absoluta. “Pero tengo pocas esperanzas de que sea iluminado por la gracia”, había sentenciado en una entrevista. Las mismas que los mercados, que comenzaron la jornada con nerviosismo. El diferencial de tipos entre Francia y Alemania vuelve a ampliarse, situándose cerca de los 86 puntos básicos frente a los 81 al cierre del viernes.

El Nuevo Frente Popular, el artefacto electoral que reunió a toda la izquierda en las pasadas elecciones, ya ha anunciado que si los presupuestos se aprueban por decreto, activará la moción de censura. Y la ultraderecha ha confirmado que, en ese caso, la apoyará, sin importarle la extraña alianza que se formaría. La clave para la supervivencia del Gobierno, pues, es esquivar la necesidad de recurrir a ese método comúnmente conocido como el 49.3 (por el artículo de la Constitución) e intentar ganar tiempo sometiendo los presupuestos a una votación en el Parlamento. Pero si eso no fuera posible, si la izquierda y el Reagrupamiento Nacional, el primer grupo en la Asamblea, unen finalmente sus votos, el Gobierno caerá. Sería la primera vez que se emplea esta fórmula desde la caída del Ejecutivo de Georges Pompidou en 1962. El Gobierno de Barnier se convertiría entonces en el más breve de la historia de la V República.

La caótica situación es fruto del resultado de las últimas elecciones legislativas, en las que el Parlamento quedó fragmentado en tres bloques casi iguales. El Nuevo Frente Popular (NFP) —la alianza integrada por La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Mélenchon, socialistas, comunistas y ecologistas— logró 193 de 577 diputados, pero quedó muy lejos de la mayoría absoluta de 289. El bloque presidencial, formado por tres partidos de centro y centroderecha, obtuvo 166; y el ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), 126. El partido de Le Pen, pese a terminar tercero en ese esquema de bloques, se convirtió en el árbitro de la contienda al no encontrar el presidente Emmanuel Macron una mayoría absoluta estable en el Parlamento.

En caso de censura del Gobierno de Barnier, Macron, que se encuentra completamente fuera de juego en la política nacional y que el lunes comenzaba un viaja Arabia Saudí, tendrá que nombrar un nuevo Ejecutivo, algo muy complicado visto este equilibrio parlamentario.

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