Anatomía del intenso camino para encumbrar a Teresa Ribera: cinco meses de negociación y una crisis
Teresa Ribera asumió este domingo uno de los puestos más importantes que ha ocupado una española en la Unión Europea. La socialista, de 55 años y buenas credenciales europeas, es ya vicepresidenta comunitaria de Transición Limpia, Justa y Competitiva y encargada de la poderosa cartera de Competencia, uno de los pocos asuntos en manos de la Comisión Europea con poder ejecutivo real. Para llegar hasta ahí, han hecho falta casi cinco meses de negociaciones entre el Gabinete del presidente Pedro Sánchez y el equipo de la jefa del Ejecutivo comunitario, la conservadora alemana Ursula von der Leyen. Cinco meses y una crisis, la desatada por el Partido Popular Europeo (PPE) con el bloqueo de la evaluación parlamentaria de la ministra española, empujado por el PP de Alberto Núñez Feijóo para tapar la gestión de la dana de su presidente regional de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón.
Horas de teléfono y reuniones para perfilar los matices del puesto y los detalles del personal, según explican varias fuentes al corriente del diálogo. Conversaciones que llegaron a un punto álgido con el bloqueo en PPE, que sumió a las instituciones europeas en la incertidumbre durante dos semanas, y que hizo involucrarse de nuevo para desatascar el proceso a la presidenta Von der Leyen, a Sánchez y a líderes conservadores como el polaco Donald Tusk y el griego Kyriakos Mitsotakis.
La anatomía de las negociaciones europeas, reconstruida a través de conversaciones con varias fuentes, muestra que España codició desde el principio una conjunción de la cartera verde —por el perfil y experiencia de Ribera, ministra de Transición Ecológica— y la de Competencia, la función más ambicionada por los Estados miembros al ser un elemento esencial para el mantenimiento del mercado único, la que vigila las fusiones y se encarga de luchar contra los monopolios, se ocupa de las ayudas de Estado y también la que lidia en gran medida con los grandes gigantes tecnológicos.
El objetivo de España en la UE era tener una mano en los mandos de la política ambiental y otra en los de la industrial y en las ayudas de Estado (una buena parte ahora, precisamente, destinadas a la transición verde). Esto ocurre, además, en un momento en el que la UE, que se está quedando atrás, tiene que movilizarse y acelerar para impulsar su competitividad y productividad frente al empuje de EE UU y China. Todo ello sin perder de vista la transición verde.
Los líderes de los Estados miembros designaron a Von der Leyen —y a los otros dos altos cargos: el presidente del Consejo Europeo, el socialista portugués António Costa, y la alta representante para Política Exterior, la liberal estonia Kaja Kallas— a finales de junio, tras un pacto entre las tres grandes familias tradicionales europeas: populares, socialdemócratas y liberales. Entonces, ya muchos de los líderes pidieron a la alemana que les tuviera en cuenta para ciertas carteras, en cierto modo a cambio de ese apoyo. Menos de un mes después, el Parlamento Europeo confirmó a Von der Leyen en el cargo para su segundo mandato.
Unión de dosieres
Entre medias de esas dos fechas clave, explican fuentes europeas, los equipos de los líderes de los Veintisiete empezaron un carrusel de conversaciones más a fondo, peticiones concretas y presiones al gabinete de la presidenta, dirigido por Björn Seibert, una de las personas más poderosas de Bruselas. España, en una estrategia pilotada por el entonces secretario general de Asuntos Europeos de Sánchez, Diego Rubio —hoy, su jefe de Gabinete—, ya había puesto sobre la mesa la petición específica y clara de doble cartera para Ribera, haciendo valer su experiencia en distintos puestos de Gobierno (ha sido vicepresidenta tercera), su perfil y el argumento de que la unión de esos poderosos dosieres podía dar un impulso decisivo al trabajo de la Comisión.
Von der Leyen, que tiene muy buena sintonía con el presidente español —uno de los negociadores por los socialdemócratas, junto al canciller alemán Olaf Scholz—, con el que se ha estado cruzando mensajes a lo largo del proceso, fue “receptiva” a la idea, afirma una alta fuente europea. La conservadora alemana, que ha tenido roces con varios comisarios del equipo saliente, con personalidades, comentarios muy públicos y visiones políticas no siempre alineadas —como el holandés Frans Timmermans, el francés Thierry Breton y el español Josep Borrell— buscaba perfiles técnicos que persigan resultados y “jugadores en equipo”.
La presidenta también era consciente de que para mantener el equilibrio entre las familias políticas y trabajar con la mayoría proeuropea de centro que la había aupado, necesitaba un contrapeso socialdemócrata en una Comisión Europea muy poco social y muy derechizada —14 comisarios del Partido Popular Europeo (PPE) más la presidenta, también de esa familia política—.
Y Ribera cuadraba en ese puzle en el que, además, Von der Leyen quería paridad de género —finalmente ha logrado 10 comisarias y 16 comisarios—. Tras un par de encuentros en Bruselas con la alemana para hablar sobre el puesto que fueron “especialmente bien”, según un alto cargo de Bruselas, la socialista española se perfiló como su número dos —algo de facto y más bien protocolario, que supone fundamentalmente que sustituirá a la alemana en sus raras ausencias, según confirmó un portavoz de la Comisión—, como vicepresidenta ejecutiva verde y encargada de Competencia.
“Una de las personas más poderosas de Bruselas”
Empezó entonces la negociación más técnica, por los matices, los equipos y el poder dentro del Ejecutivo comunitario, la institución europea que propone y teje la regulación. Así, Ribera tendrá a su cargo una dirección general, la de Competencia, y supervisará, junto a otros vicepresidentes y comisarios, otras cuatro: Clima, Medio Ambiente, Energía y Fiscalidad. “Una de las personas más poderosas de Bruselas”, lanza una veterana fuente europea.
Von der Leyen anunció la composición de su colegio de comisarios el 17 de septiembre. Y Ribera, que, como el resto, debía someterse a una audiencia en el Parlamento Europeo y a la evaluación de las comisiones especializadas en sus carteras, empezó a apuntalar su nuevo equipo en Bruselas. Menos de dos meses después de ese gran anuncio de la jefa del Ejecutivo comunitario, un día antes de la audiencia en Bruselas de la española, se desencadenó la crisis.
En una videoconferencia, el presidente del PPE y del grupo parlamentario popular en la Eurocámara, Manfred Weber, y el jefe del PP español, Feijóo —que a través de los eurodiputados populares ya había maniobrado contra la española y se esforzó por sembrar dudas sobre su nombramiento—, pactaron bloquear la necesaria evaluación de Ribera que los conservadores europeos ya habían acordado con las otras dos tradicionales familias políticas hacer al día siguiente, tras la comparecencia de la española y en forma de paquete, con el resto de vicepresidentes designados. Socialdemócratas y liberales se negaron a respaldar al vicepresidente comunitario italiano, Raffaele Fitto, del partido de la ultraderechista Giorgia Meloni y al comisario húngaro, Olivér Várhelyi, aliado del nacionalpopulista Viktor Orbán.
La trama de Weber y Feijóo contra la futura número dos de la Comisión —unida al órdago del bloqueo de Fitto y Várhelyi— puso contra las cuerdas a Von der Leyen, que con la situación global en llamas, tenía prisa por echar a andar el nuevo Ejecutivo comunitario. Con las negociaciones entre los tres grupos de la tradicional coalición europeísta envenenadas y atascadas, y el tono del PP contra Ribera cada vez más duro, Sánchez —que no solo es el valedor de Ribera, sino también el mandatario socialdemócrata más fuerte ahora en la UE— se lanzó a una ronda de conversaciones con líderes populares europeos preocupados por la dilatación de los nombramientos, como el polaco Tusk y el griego Mitsotakis, y con Von der Leyen. El líder español y la presidenta se vieron en Brasil, durante la cumbre del G-20, para tratar de empujar hacia el desbloqueo.
La jefa del Ejecutivo comunitario —que también trató de mediar para desatascar el lío en la Eurocámara— recalcó su confianza hacia Ribera. Pero también advirtió que no iba a modificar el acuerdo que había alcanzado con Meloni para que Italia tuviera una vicepresidencia con Fitto, la de Cohesión y Reformas, que recaía, además, en un país del sur, como España, de los más interesados en proteger esos fondos solidarios destinados a reducir la brecha entre regiones, explican fuentes comunitarias.
Aunque la familia política de los Reformistas y Conservadores Europeos (ECR) no dio sus votos a Von der Leyen en su confirmación en la Eurocámara ni fue parte del acuerdo de los altos cargos de las tres familias tradicionales, la alemana cultiva su relación con Meloni, a quien considera una aliada constructiva. E Italia no solo es la tercera economía de la Unión; también es un Estado contribuyente neto a los fondos europeos.
Fitto era intocable. Como Ribera. Y ese fue el mensaje cristalino desde la cúpula de la Comisión y desde los principales líderes de los Estados miembros a los jefes de los grupos europarlamentarios: Weber, la socialdemócrata Iratxe García y la liberal Valérie Hayer. El 20 de noviembre, casi al borde del plazo previsto para que el nuevo Ejecutivo comunitario pudiera comenzar este 1 de diciembre, las tres familias alcanzaron un acuerdo. El pasado miércoles, la Eurocámara confirmó —aunque con la mayoría más ajustada de las últimas décadas: 370 votos a favor y 282 en contra, entre ellos todos los del PP español— a Ribera y los otros 25 vicepresidentes y comisarios europeos. Casi cinco meses de negociación y una crisis después, España eleva su posición en la UE con la nueva vicepresidenta.