Empoderamiento femenino no es suficiente
Empoderarlas no es suficiente. Así se llama una de mis charlas, porque hay algo que me molesta mucho: el cliché barato, muy de moda, de que las mujeres están empoderadas. No lo entiendo, porque siento que siempre lo estuve. Nunca me he sentido menos que un hombre.
Hablo de sexo… como hablan los hombres. Fui a la universidad, rompí barreras y ataqué a los machistas, hasta que me di cuenta de que también somos responsables de haber permitido que nos machacaran.
Y entonces me vino a la mente ese nombre: Empoderarlas no es suficiente. ¿Qué significa? Realmente, comenzamos la liberación femenina, pero se nos olvidó trabajar con los hombres. Y cuando digo esto, muchas mujeres me responden que no tenemos por qué hacerlo, si ellos no son nuestros hijos.
Pero, si usted es mujer heterosexual, tiene que lidiar con su novio, su marido o con el papá de sus hijos. Y, por ende, debemos contribuir a que esa brecha tan ancha, creada entre ser hombre y ser mujer, se mejore y cambie.
No es verdad eso de «estoy empoderada y no necesito nada, porque que ya logré que me respeten como mujer, trabajar y salir de la casa».
El empoderamiento de la mujer, en algunos casos bien entendido, pero en otros, muy mal, ha «logrado», según los estudios, un aumento en los divorcios, en la violencia en la pareja y un sinfín de gente sin ponerse de acuerdo.
Y cuando digo que no se están poniendo de acuerdo, me refiero a limar las asperezas, tratar de comprendernos y ceder. ¡Tenemos que ceder! No es verdad que somos el «nuevo femenino».
El nuevo femenino se supone que sea una mujer en armonía y comprensión con la pareja. Que no está como en un pulso. Al estilo de cuando dos muchachitos se ponen a pulsear, para ver quién le tumba el brazo al otro, quién tiene más fuerza. Así están las mujeres de ahora.
Lo que han creado es un infierno en el hogar.
No es verdad que las mujeres están liberadas. Todavía están en un pleito con el hombre, queriéndole cobrar lo que ellos nos hicieron. Pero no olvide que usted lo permitió. Eso no justifica que lo que ellos hicieron —y todavía hacen— es una barbarie.
O sea, muchos hombres creen que sus mujeres son esclavas, las tratan mal, se sienten inseguros, la viven celando si ven que tiene éxito, si llega un poco tarde.
Hay muchas cosas mal, pero me río cuando oigo a mis compañeras decir: «como somos empoderadas, ellos no pueden, tienen miedo a mujeres como nosotras». Recuerden, empoderarlas no es suficiente, esa es la mitad del camino.
El otro camino es aceptar que soy una mujer completa, que puedo ser feliz sin un hombre, sí, pero soy más feliz en una pareja que me ama y me comprende, y son más felices mis hijos y mi familia.
Estamos en la mitad del camino. Hay que aprender a comprender a los hombres y ayudarlos a que nos comprendan. Necesitamos un ambiente de respeto, equidad, amor.
Ayudar al hombre, darle la mano y enseñarlo a caminar hacia nosotras. Pero, para ello, hay que tener los brazos abiertos, recibirlos con sus defectos y ayudarlos a crecer.