La ONU advierte de que el sufrimiento de los civiles alcanza “cotas sin precedentes” en Líbano tras un mes de ataques israelíes

En Líbano, “el sufrimiento de los civiles está alcanzando cotas sin precedentes”, tras casi un mes de bombardeos israelíes que han matado a más de 2.300 personas y desplazado de sus hogares a 1,2 millones de habitantes, un quinto de la población. Lo ha dicho este miércoles la coordinadora de Naciones Unidas en el país, Jeanine Hennis-Plasschaert, con un lenguaje que recuerda a los comunicados sobre la invasión israelí de Gaza y pone de relieve el deterioro de la situación en un país donde la Organización Mundial de la Salud ve “muy alto” el riesgo de un estallido de cólera, como el que tuvo la Franja.

De momento, Líbano no atraviesa una crisis humanitaria, la proporción de población que ha tenido que escapar de sus hogares es menor que en Gaza (prácticamente toda y varias veces) y algunas partes siguen completamente al margen de los bombardeos. Pero el número diario de muertos por los ataques israelíes es similar (entre varias decenas y un centenar) y, como recuerda la coordinadora de la ONU, “el ámbito e intensidad de los intercambios de fuego se sigue expandiendo”.

Como este martes, con el primer bombardeo israelí contra una zona de mayoría cristiana en el norte del país. El ataque aéreo dejó al menos 21 muertos, la mitad de ellos mujeres y niños, según el Ministerio de Sanidad. La oficina de derechos humanos de la ONU ha pedido una investigación: era una casa alquilada que albergaba a desplazados en la localidad de Aitou.

O este miércoles, con una quincena de ataques en la ciudad de Nabatiye, en el sur del país, que ha causado al menos 16 muertos, entre ellos su alcalde, Ahmad Kahil, en una reunión de la célula de crisis en un edificio municipal. Un vídeo aéreo muestra, además, la desaparición de un pueblo entero (identificado como Mhaybib, a un kilómetro de la frontera y que estaba abandonado por sus habitantes) tras varias explosiones controladas, una de las cuales (de un túnel) celebraban los soldados israelíes en un vídeo que han difundido en redes sociales.

La situación se traduce de momento en zonas casi desiertas (el sur, el valle de la Becá y Dahiye) y el resto del país con una rutina de familias desplazándose con sus enseres, comercios cerrados por doquier y más presencia de soldados en los puntos neurálgicos. Francia acaba de enviar 2,5 toneladas de ayuda médica de urgencia al ejército libanés, según ha informado este miércoles un comunicado de su Embajada en Beirut.

Es por todo ello que Hennis-Plasschaert ha recordado que “los civiles y la infraestructura civil deben ser protegidos en todo momento”, que “las violaciones del derecho internacional humanitario son absolutamente inaceptables” y que ―más allá de los casos concretos― “las soluciones militares no aportarán ni pueden aportar seguridad a ninguno de los dos lados de la Línea Azul”, la divisoria entre Israel y Líbano que toma como referencia la comunidad internacional, aunque no sea una frontera formal.

Los equipos de la defensa civil libanesa buscan víctimas entre los escombros tras un bombardeo israelí en Aitou, una aldea de mayoría cristiana, el pasado lunes.Omar Ibrahim (REUTERS)

El Instituto de Finanzas Internacionales, similar a una patronal global de la banca que representa a cientos de entidades, acaba de publicar sus proyecciones para la economía libanesa para lo que queda de año y 2025. Plantea dos escenarios. El más optimista consiste en una profundización territorial de la invasión israelí, con hostilidades hasta mediados del año que viene, en el que el PIB caería un 7%.

En el más pesimista, la contracción superaría el 20% y 1,2 millones de personas (aproximadamente los mismos que hoy están desplazados) abandonarían el país. Sería una extensión del conflicto en el tiempo y en el número de actores, con la implicación directa de Irán y quizás de Estados Unidos, que acaba de enviar a Israel una batería antimisiles THAAD. La operarán soldados estadounidenses, en lo que ―aunque haya pasado relativamente inadvertido― supone su primera implicación directa militar en suelo israelí desde que comenzó la guerra de Gaza, en octubre de 2023. Precisamente, meses antes, cuando Washington instaló en las costas de la Franja un muelle temporal para la entrada de ayuda humanitaria (y que retiró antes de tiempo porque se lo llevaba la corriente), el Pentágono insistió en que sus soldados no pisarían Gaza.

Las esperanzas de un alto el fuego cercano, además, se han evaporado. El ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, ha dejado claro este miércoles que las negociaciones para cesar las hostilidades “solo tendrán lugar bajo fuego”. Y el número dos de Hezbolá, Naim Qasem, insistió en la víspera en que no habrá tregua en Líbano sin una paralela en Gaza y que, igual que “el enemigo israelí bombardea por todo Líbano”, sus hombres “tienen el derecho, en posición de defensa, de hacer lo mismo en el norte, centro y sur” del Estado judío.

Este miércoles, Hezbolá ha difundido en su cuenta de Telegram vídeos presentando dos misiles que nunca había mencionado en sus comunicados: el Nasr 1 y el Qader 2. Describe el primero como “un proyectil tierra-tierra de precisión desarrollado por los ingenieros de la resistencia islámica” con un margen de error en el objetivo de cinco metros y notable capacidad de superar tanto los sistemas de defensa aérea de Israel como sus interferencias en la señal para dificultar el guiado de los proyectiles. Las interferencias se notan en el norte de Israel, el sur de Líbano y hasta en la cercana isla de Chipre, donde los sistemas de navegación por GPS, como Google Maps, suelen mostrar erróneamente la ubicación en aeropuertos de países cercanos, lo que impide seguir una ruta.

Durante cuatro días, en coincidencia parcialmente con el Yom Kippur, la festividad judía más solemne, el ejército israelí no bombardeó Beirut. Según medios israelíes, a petición del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, aunque no está claro si referente solo a la ciudad (que ha atacado ya en tres ocasiones en la ofensiva que inició hace un mes) o también a Dahiye, el casi desierto suburbio chií al sur de la ciudad en el que se escondía la cúpula de Hezbolá, que Israel ha ido eliminando.

El primer ministro libanés, Nayib Mikati, aseguró el martes contar con “unas ciertas garantías” de la Administración de Biden para “reducir el nivel de la escalada israelí sobre Beirut y Dahiye”. Israel, en cualquier caso, retomó allí este martes sus bombardeos. Tres, en un suburbio del sur, Haret Hreik, desde donde se podían ver elevándose sobre el cielo columnas de humo negro, minutos después de que el ejército exigiese a la población evacuar de inmediato las zonas marcadas.

Como suele suceder ante las informaciones en las que puede aparecer como tibio, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, salió a “dejar claro” que seguirán “golpeando a Hezbolá sin piedad en cualquier lugar de Líbano, incluido Beirut”. “Todo se hace sobre la base de consideraciones operativas. Lo hemos demostrado recientemente y lo seguiremos demostrando en los próximos días”, dijo al visitar a las víctimas del ataque con más muertos (cuatro) y heridos (más de 60) en un año de enfrentamientos con Hezbolá, por el impacto de un dron contra una instalación militar cerca de la ciudad de Haifa.

Nuevo ataque contra la Unifil en el sur de Líbano

La misión de cascos azules en Líbano, Unifil, ha dado cuenta este miércoles de un nuevo ataque, «aparentemente deliberado», del ejército israelí contra una de sus posiciones en el sur del país. Un tanque Merkava abrió fuego contra una torre de vigilancia, dañándola y destruyendo dos cámaras de vigilancia. “Una vez más, vemos fuego directo y aparentemente deliberado contra una posición de la Unifil”, ha lamentado la misión en un comunicado, justo horas después de que el ministro de Exteriores israelí, Israel Katz, asegurara que su país «considera muy importantes las actividades de la Unifil y no tiene ninguna intención de dañar a la organización ni a su personal”, por lo que continuará haciendo «todos los esfuerzos» para evitarlo. La semana pasada, los cascos azules en la zona (entre ellos cientos de españoles) sufrieron varios días de ataques consecutivos israelíes, algunos deliberados, según denunciaron justo cuando el primer ministro, Benjamín Netanyahu, les pedía retirarse de inmediato por su propia seguridad.

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