La ruta de Angélica Noboa Pagán
La vida suele ir tejiendo los destinos con las hebras de nuestras aficiones primarias. Esto le sucedió a Angélica Noboa Pagán, abogada de profesión, escritora y cineasta por vocación, a quien, siendo solo una niña, su padre le trajo de México un poncho morado. Mucho tardaría ella en descubrir que aquel obsequio marcaría una ruta.
Angélica nació en el ámbito de una familia cinéfila. De hecho, su padre fue administrador de salas y distribuidor de películas. Vestida siempre con su poncho morado, asistía asiduamente al cine con familiares y amigos.
De este modo, antes de haber tomado plena conciencia, el séptimo arte ha formado parte de su existencia. Incluso, se matriculó en la carrera de Derecho, motivada luego de ver una película.
De igual manera, su voz interior sintió, ¿por vez primera?, la necesidad de salir a flote a través de la escritura de un guion. El primer cortometraje que redactó y produjo fue Concha, realizado por su propia productora, Poncho Morado Films.
Se trata de un corto basado en un suceso particular que le ocurrió a su bisabuelo materno, Arquímedes de la Concha, pintor artístico dominicano de personalidad excéntrica, quien fue un crítico del régimen dictatorial de Ulises Heureaux (alias Lilís), a finales del siglo XIX.
Más adelante, las circunstancias la llevaron a vivir por un tiempo en México. Lo que resultó en un viaje de autodescubrimiento. Allí sus habilidades narrativas florecieron más tenazmente. Asimismo, inició una columna semanal en un diario nacional que le permitió ganar una red de lectores.
Sus escritos, en formato de crónicas, le permitieron expresar de manera sensible lo que habían sido parte de sus vivencias personales, sus conocimientos legales, su amor por la literatura, su pasión por el cine, y, sobre todo, su amor y admiración por nuestro gran humanista Pedro Henríquez Ureña.
A quien, por cierto, también México marcó significativamente.
Estando allí, retomó sus dotes cinéfilas y un día se aventuró a tocarle la puerta a la escritora Elena Poniatowska para hacerle una entrevista. De aquella conversación, surgió una película documental inspirada en el intercambio de correspondencias, la cual tituló Carta Malva, Poniatowska y Dominicana conversan.
Este trabajo le ha valido recientemente el premio a Mejor Documental en Lengua Extranjera en el Festival Internacional de Cine de Madrid. Noboa Pagán lo describe como una invitación a la lectura, a la escritura creativa, así como al desarrollo de otras artes y oficios, que evocan cercanía y afecto.
En la actualidad, Angélica sigue diversificándose y está enfocada en su próximo proyecto, el largometraje Mi Pedro, sobre la vida y obra de Pedro Henríquez Ureña. Así, aquel poncho morado continúa abriéndose camino en el séptimo arte.