Israel extiende su invasión a todo el sur de Líbano y suma a otros 7.000 soldados a las operaciones

Primero, el ejército de Israel avisó en árabe a los ―hoy escasos― libaneses que se acercan a las playas o usan barcos en el suroeste del país para que no lo hiciesen, en una señal de que las fuerzas navales iban a operar en la zona. Luego, este martes, ha anunciado el inicio de una incursión terrestre “limitada, localizada y focalizada” en la zona para la que ha sumado una división de reservistas. Con unos 7.000 soldados, es la primera que participará en operaciones de combate y se suma a otras tres, que venían centrando su avance en el sudeste, en paralelo a las decenas de bombardeos diarios, como en la víspera, con más de cien cazas sobrevolando Líbano a la vez. Israel extiende así la invasión a todo el sur del país.

Poco después, el número dos de Hezbolá, Naim Qasem, ha dado su segundo discurso desde el asesinato del líder, Hasan Nasralá, el mes pasado. En un tono más seguro que el primero, pero también desde un lugar sin identificar y a través de la cadena de televisión del partido-milicia, Al Manar, Qasem ha vuelto a insistir en que la realidad de los combates (con el lanzamiento cada día de entre 120 y 230 proyectiles contra Israel) está mostrando que “ha dejado atrás” la pérdida de Nasralá (su líder durante 32 años) y que sus capacidades militares “no se han visto afectadas” y “están bien”.

De forma paralela y, en un nuevo intento de mostrar músculo, la milicia ha llevado a cabo la mayor ofensiva con misiles de todo el año de guerra, con el lanzamiento sobre la ciudad israelí de Haifa, la tercera del país, de dos oleadas con más de un centenar de proyectiles, aunque sin causar víctimas mortales ni llevar a las autoridades a anunciar nuevas restricciones de seguridad a la población. Este ataque coincide justo con el 8 de octubre, aniversario del primer lanzamiento de cohetes de Hezbolá en solidaridad con la respuesta militar israelí a la matanza de Hamás del 7 de octubre de 2023.

Qasem ha asegurado además que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, vive en una “ilusión”, al invadir el sur de Líbano, porque “no puede conseguir sus objetivos”. “Dice que trabaja para que los colonos [los habitantes] del norte de Israel puedan volver. Le respondemos que vamos a obligarlos a desplazarse más y más”, ha proseguido el dirigente de la milicia libanesa.

Escombros en una zona residencia de Dahiye, al sur de Beirut, tras un bombardeo israelí, este martes.Houssam Shbaro (Anadolu/Getty Images)

Aunque ―ha añadido― la guerra “no partió de la voluntad” de Hezbolá, la milicia está “preparada” para librarla dure lo que dure, incluso después de los mayores golpes de sus cuatro décadas de historia. El último, aunque de menor entidad, la muerte del responsable de logística y presupuestos, Suhail Hussein Husseini, en un bombardeo al sur de Beirut. La ha anunciado Israel, pero Hezbolá aún no la ha confirmado ni desmentido.

Pese a todo, ha subrayado Qasem, los hombres de Hezbolá no solo siguen lanzando diariamente proyectiles contra Israel (el mayor envío en un año de enfrentamientos contra la zona de Haifa, hasta más de un centenar, justo cuando hablaba el dirigente), sino que frenan también el avance en el sur de las tropas israelíes. La mayoría de proyectiles han podido ser interceptados por el sistema antiaéreo israelí, pero otros han impactado en la mayor ciudad portuaria del país, a una treintena de kilómetros de la frontera con Líbano, y sus localidades de alrededor. Haifa, además de ser la tercera ciudad más grande de Israel tras Tel Aviv y Jerusalén, es un lugar crítico para la industria y el mayor núcleo de población del norte.

El combate se libra entre Israel y la milicia chií, con el ejército libanés al margen, más allá de una respuesta puntual esta semana a la muerte de dos soldados libaneses por fuego israelí. Aunque Israel vulnera por tierra, mar y aire el territorio soberano libanés a diario (el sobrevuelo de los cazas y el zumbido de los drones israelíes forman parte ya de la realidad cotidiana), las fuerzas armadas regulares no responden. Por eso, y ante las críticas de uno y otro lado, el ejército libanés ha emitido este martes un comunicado para subrayar “su disposición a la hora de defender el territorio, dentro de las capacidades disponibles” antes de aclarar que depende de las “decisiones de las autoridades políticas”.

Mientras, crece el miedo de las aerolíneas a operar en la región en medio de las crecientes hostilidades en distintos frentes y a la espera de la represalia que Israel ha asegurado que pondrá en marcha frente a Irán tras la mayor ofensiva con misiles lanzada por el régimen de los ayatolás hace ahora una semana. Una treintena de compañías han anunciado restricciones en el movimiento de sus aparatos hasta que la situación se calme.

Dos agencias de Naciones Unidas han dado además este martes la voz de alarma sobre la situación en Líbano. El responsable de la Organización Mundial de la Salud en el país, Ian Clarke, ha advertido de que las condiciones de hacinamiento en los refugios para desplazados y el cierre de hospitales por los ataques del ejército israelí “incrementan mucho el riesgo de que se produzcan brotes de enfermedades, como la diarrea acuosa aguda, la hepatitis A y varias enfermedades prevenibles mediante vacunación”. Y el Programa Mundial de Alimentos ha trasladado su “extraordinaria preocupación” por la capacidad de Líbano para generar suficiente comida, con cultivos pudriéndose en los campos porque, con hasta el 20% de la población desplazada, nadie puede recogerlos.

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