Otra renovación llama a cuidado
Verlo remodelado y casi listo emociona. Con la debida atención, el viejo recinto de 1974 parece otro. La puesta a punto apura, estamos a días de que las mejores adolescentes del mundo se den cita en nuestro país para el mundial ´categoría menores de 17 años´. Sin embargo, una vez más tenemos que ser sedes de un evento internacional para que, a la carrera, nuestras instalaciones deportivas sean remozadas y estén a la altura de la responsabilidad asumida, quedando fuera, por hábito, del ideal de mantenerlas en remozo constante.
Las imágenes que a la distancia se perciben de gradas, vestuarios y terreno de juego del Estadio Félix Sánchez reflejan un trabajo incansable; un esfuerzo que vale la pena reconocer. El estándar de la infraestructura deportiva dominicana no debe ser menor de ahí para un país cuna de deportistas mundialmente exitosos.
El escepticismo se manifiesta a la hora de preguntarnos sobre el cuidado y el mantenimiento del inmueble una vez terminado el evento. La gestión de las infraestructuras deportivas públicas es un problema sin solución, una pelota caliente que cada cierto tiempo nos explota en las manos y que, entre una coyuntura y otra, solo beneficia al contratista de turno. Telelo Vargas, Oscar Gobaira, Gioriver Arias, José Briceño… ejemplos hay de sobra.
La celebración agendada de conciertos y otros eventos artísticos es también una amenaza latente, porque las instituciones encargadas de mantener nuestras instalaciones han fallado históricamente en su misión de preservarlas, como si se concentraran más en el beneficio económico del arriendo que en preservar la infraestructura.
Y no es que no se esté a favor de la celebración de recitales, en todo el mundo artistas locales y extranjeros llenan estadios y arenas deportivas semana tras semanas deleitando con su música al público que se da cita. El problema acá es que por mala costumbre no tomamos en cuenta los aspectos legales y logísticos que garantizan el uso adecuado y la preservación del espacio. Antes de prestar la casa, hay que ponerla en orden estableciendo protocolos y normativas que condicionen su cesión y permitan así la exigencia debida de su cumplimiento.
Existe un marco que va más allá de las fotos del primer picazo y el corte de la cinta. La historia nos sigue demostrando que la cosa pública importa exclusivamente para el figureo habitual. Apagadas las luces, la continuidad brilla por su ausencia y a la hora de gestionar ese compromiso, que a todos mucho que nos cuesta, terminamos olímpicamente haciéndonos los locos.