Julian Assange regresa a Europa en su primera intervención pública desde que fue liberado en junio
El fundador de Wikileaks, Julian Assange, ha regresado a territorio europeo para declarar este martes, ante el Consejo de Europa en Estrasburgo, sobre el largo proceso judicial que lo tuvo 12 años privado de libertad y los “efectos disuasorios en materia de derechos humanos” que su caso ha tenido. Es la primera vez que el australiano, de 53 años, rompe su silencio “desde antes de su encarcelamiento, en 2019″, para testificar oficialmente sobre su caso, según ha destacado la plataforma de filtraciones creada por Assange en 2006.
El hacker tiene previsto realizar este martes una declaración y responder a preguntas durante una audiencia organizada por la Comisión de asuntos legales y derechos humanos de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa (APCE), en el marco de un informe realizado por la ponente islandesa Thorhildur Sunna Ævarsdóttir sobre su caso. A mediados de mes, esta comisión ya manifestó en una propuesta de resolución —que será debatida y aprobada el miércoles por el pleno, con la asistencia una vez más del fundador de Wikileaks— su “profunda preocupación” por el “duro” trato dado a Assange. Algo que, advierte la comisión, puede tener un “efecto disuasorio” en materia de derechos humanos y crear un “ambiente de autocensura que afecta a todos los periodistas, editores y otras personas que informan de cuestiones esenciales para el funcionamiento de una sociedad democrática”.
La resolución también llama a Estados Unidos, que es un país observador del organismo con sede en Estrasburgo y al que pertenecen 46 Estados, a “investigar los presuntos crímenes de guerra y violaciones de derechos humanos revelados por él [Assange] y Wikileaks”. La comisión responsable plantea también, entre otros, una “reforma” de la Ley de Espionaje estadounidense y una mejor protección a los informadores.
Según la comisión, los “cargos desproporcionadamente graves” que presentó la justicia norteamericana contra Assange, así como las duras penas previstas por la Ley de Espionaje por realizar un trabajo periodístico, hacen que Assange entre en los criterios establecidos por el Consejo de Europa en 2012 para definir a un “preso político”.
Al confirmar su primer viaje al extranjero desde su liberación, Wikileaks explicó la semana pasada que, con la audiencia de este martes, “su primer testimonio oficial sobre su caso desde antes de su encarcelamiento, en 2019″, Assange busca “enfatizar las implicaciones más amplias de su caso” en materia de libertad de expresión y derechos humanos. El evento permitirá además “escuchar las conclusiones sobre que su encarcelamiento estuvo políticamente motivado”, destacó la plataforma.
Assange regresó a su Australia natal a finales de junio, tras pasar 12 años privado de libertad —siete de ellos recluido en la embajada de Ecuador en Londres y cinco más en una cárcel de máxima seguridad, también en Reino Unido— y después de aceptar declararse culpable de espionaje en un tribunal estadounidense de las islas Marianas del Norte, en pleno Océano Pacífico.
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Antes de ese acuerdo, el Departamento de Justicia norteamericano acusaba a Assange de 17 delitos contra la Ley de Espionaje y uno por intromisión en un ordenador. El líder de Wikileaks se enfrentaba a una pena máxima de 175 años de prisión, principalmente por la filtración de más de 200.000 documentos clasificados del Departamento de Estado estadounidense en noviembre de 2010. EL PAÍS fue uno de los medios que participó en el esfuerzo concertado de publicación de esos cables diplomáticos del Departamento de Estado que sacudieron la diplomacia mundial.
Cablegate, como se bautizó una de las mayores filtraciones de documentos de la historia, puso en evidencia la gestión de la política exterior de EE UU, como el cambio en las relaciones con China y Corea del Norte y la orden de Washington de espiar al secretario general de la ONU, entonces Ban Ki-moon.
El acuerdo con Washington, por el que aceptó una pena de cinco años de prisión que se dio por cumplida, le permitió regresar a su país como un “hombre libre”, como dijo la jueza que decidió rápidamente el caso antes de que Assange volviera a tomar un avión para aterrizar, definitivamente, en Canberra el 26 de junio. Desde entonces, el hacker ha mantenido un perfil discreto, alejado de todas las redes sociales, como subrayó su esposa —y portavoz, junto a Wikileaks— en agosto.
Algo que ha cambiado esta semana: Assange aterrizó el lunes en París, acompañado de su mujer y de los dos hijos pequeños que tuvo con ella durante su encierro en la embajada ecuatoriana. Juntos se trasladaron en tren a Estrasburgo, tal como mostró en unas imágenes que publicó Wikileaks en su cuenta en X. El australiano permanecerá como mínimo hasta el miércoles en Estrasburgo. Su entorno ya ha adelantado que no tiene previsto hacer declaraciones a la prensa, aunque sí se espera que su mujer, la abogada Stella Assange, hable tras la primera jornada en el Consejo de Europa.
Según Wikileaks, Assange “sigue recuperándose tras su liberación” y, si ha decidido acudir a Estrasburgo, se debe a la “naturaleza excepcional de la invitación” y para agradecer “el apoyo recibido por la APCE y sus delegados en los pasados años”, en los que la institución de Estrasburgo reclamó reiteradamente su liberación.