Ucrania desarrolla su arsenal de drones y misiles de largo alcance para sortear el bloqueo aliado
La tierra tembló en Rusia el 17 de septiembre. Un centenar de drones bomba ucranios destruyeron aquel día uno de los mayores depósitos de armamento ruso, en la provincia de Tver. Las explosiones fueron tan grandes que provocaron un terremoto de magnitud 2,7 que se sintió en un radio de 92 kilómetros. Los drones despegaron desde Ucrania a más de 400 kilómetros de distancia del objetivo. Tres días después volvieron a producirse dos ataques de similares dimensiones. El presidente ucranio, Volodímir Zelenski, regresará esta semana de su periplo en Estados Unidos muy probablemente sin la autorización de Joe Biden de que Ucrania utilice misiles de países de la OTAN en misiones de largo alcance sobre Rusia. Consciente de la debilidad que supone depender de sus socios, el plan de Zelenski es desarrollar su propio arsenal en un tiempo récord.
La próxima semana se celebran en Kiev dos congresos que reunirán a las 500 empresas de armamento ucrania con multinacionales de la industria de defensa. El mantra que repite la oficina de Zelenski es que Ucrania no solo puede ser autónoma en sus necesidades militares, también puede ser el mayor fabricante de armamento de Europa. Pero para que ello sea posible necesitan inversiones del exterior. El ministro de Defensa ucranio, Rustem Umérov, afirmó el pasado martes que el 80% de la capacidad bélica de su país depende de las entregas de los aliados. Umérov también dijo que tenía “el compromiso verbal” de las principales potencias de la coalición que les sustenta para financiar un programa de desarrollo de misiles ucranios.
Oleksandr Kamishin, asesor de Zelenski, concretó el 15 de septiembre una cifra: para que la industria militar ucrania funcione a pleno rendimiento necesita 18.000 millones de euros y en el presupuesto del Gobierno solo hay 6.200 millones para ello. El paradigma de lo que Ucrania puede conseguir con esta colaboración exterior es la producción nacional de sus obuses autopropulsados Bogdan. 18 de estos cañones fueron entregados al ejército de Tierra este septiembre dos meses después de que el Gobierno danés financiara su fabricación.
Para que el armamento fabricado en Ucrania alce el vuelo será clave el préstamo de 35.000 millones que la Comisión Europea anunció la semana pasada que concederá a Kiev, y que se pagará con los activos congelados rusos en la UE. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, subrayó que el Gobierno ucranio puede utilizar este dinero como considere oportuno, y Zelenski ya confirmó que en buena medida servirá para desarrollar la industria de defensa nacional.
Ucrania ya ha demostrado su capacidad de innovar con drones de ataque que pueden superar los 1.000 kilómetros de recorrido. Modelos como los Beaver, el UJ-22, el AQ-400 y el Liutii están siendo utilizados a diario contra objetivos en buena parte parte del territorio ruso. Pero como el propio Zelenski ha admitido, estos vehículos no tripulados no pueden reemplazar la capacidad de destrucción y velocidad de un misil.
Nuevo misil-dron
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El presidente anunció el pasado agosto la entrada en servicio del Palianitsia, un misil-dron que el Instituto para el Estudio de la Guerra, centro occidental de referencia de análisis del conflicto, ha considerado como “la respuesta ucrania al bloqueo occidental” en el uso de misiles ATACMS y Storm Shadow dentro de Rusia. El Palianitsia puede recorrer 600 kilómetros y se han sucedido los rumores de que ha sido utilizado en los ataques de septiembre, sin que ninguno de los dos bandos lo haya confirmado.
La apuesta ucrania de mayor peso es el desarrollo de su primer misil balístico. Zelenski anunció el pasado agosto que se había testado con éxito este nuevo armamento, sin precisar más. Analistas de defensa ucranios dan por hecho de que se trata del Grim-2, un cohete de medio alcance (280 kilómetros) en desarrollo desde hace una década. Medios rusos ya aseguraron en 2023 que el Grim-2 había sido utilizado en Crimea.
Más débil es la capacidad ucrania de crear sus propios misiles de defensa antiaérea, sistemas tecnológicamente mucho más complejos. Kamishin reveló en abril que se está avanzando en la creación de dos misiles antiaéreos. Las baterías estadounidenses Patriot seguirán siendo la columna vertebral de las defensas contra misiles y aeronaves rusas, pero el ingenio ha dado a las fuerzas aéreas ucranias refuerzos propios. El ejército ucranio ha recuperado un viejo sistema soviético antiaéreo de largo alcance, el S-200, que lo ha reformado y le ha permitido abatir aviones rusos en el mar Negro. Drones ucranios destruyeron también en agosto dos helicópteros enemigos en la provincia rusa de Kursk. Los interceptaron en vuelo, haciendo detonar en la cola munición de racimo. Defense Express no identifica qué drones fueron utilizados pero asegura que pueden alcanzar una velocidad de 260 kilómetros por hora.
Defense Express destaca que los helicópteros, por su vibración, dificultan que se les incorpore los equipos de defensa radioelectrónicos que interfieren en la señal del dron y su piloto. Pero la experiencia en esta guerra demuestra que aunque Rusia va con frecuencia por detrás de la innovación ucrania, rápidamente se adapta e incluso la supera. Un buen ejemplo ha sido la llegada al frente de una nueva arma, los llamados “drones dragones”, aparatos no tripulados que barren las posiciones enemigas armados con lanzallamas. Ucrania los incorporó este verano y este septiembre ya los está utilizando el ejército ruso.
La gran incógnita es cómo Ucrania puede producir armamento durante la guerra que requiere grandes infraestructuras, como misiles. Con los Bogdan lo ha conseguido, o con munición de menores dimensiones como proyectiles para la artillería o granadas, pero no ha sido así con la versión de su misil naval Neptune para atacar objetivos terrestres. La amenaza de bombardeo rusa dificulta abrir fábricas y el Gobierno quiere destinar mayores partidas presupuestarias a la construcción de fábricas subterráneas. Zelenski ha repetido este septiembre que ya se están produciendo armas ucranias bajo tierra, pero lo cierto es que la gran mayoría se trata de pequeñas instalaciones para drones.
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