Martha Rivera-Garrido y una poesía total
«Y la suma de todo lo que duele fue certera, como estocada nueva en las palabras malheridas. Y la certera suma de lo que no ha de vivirse ni morirse fue presagio»
Hace veintiocho años, Martha Rivera ganó el Premio Internacional de Novela de Casa de Teatro. La reconocida novelista cubano-puertorriqueña Mayra Montero y el también novelista cubano Francisco López Sacha me comentarían la misma noche en que terminaron de deliberar para seleccionar al ganador del certamen que el libro que se llevó las palmas era una pieza excelente que había permitido una decisión unánime, sin debate alguno, del jurado. «Merece ser publicado en España», me dijo la autora de «Tu, la oscuridad» y «Del rojo de su sombra». Marcio Veloz Maggiolo, que fue el otro juez del premio, me susurró que acababan de premiar una de las mejores novelas contemporáneas de la literatura dominicana.
«He olvidado tu nombre» retrataba una nueva realidad existencial en la juventud de la época, que no había enfocado ninguna otra novela de las producidas hasta entonces, y creo que tampoco después. Martha Rivera crecía como narradora desde el aliento de los dilemas y desafíos que aquellos años demandaban, con sus contradicciones, sus enigmas, sus alergias, sus ceremonias. No toda la población joven de esos años tumultuosos giraba en torno a una misma premisa. Había otra, esa de los ochenta, que gestaba una nueva voz y que se deleitaba en otras alucinaciones. La novela laureada permitía abrir un nuevo camino a la narrativa dominicana que, hasta donde alcanzo a ver, no siguió esa trayectoria -de biografía y desgarro propio y colectivo- y siguió complaciéndose en el malditismo trujillista y en recuerdos y vivencias de otra coloración. «He olvidado tu nombre» es un hito en la novela dominicana.
La autora galardonada decidió continuar su ruta anterior. Volvió a la poesía, de donde venía desde que en 1985 Miguel D. Mena mimeografió (era la prehistoria, sin dudas) su primera incursión poética y la lanzó a la calle: «20th century/aún sin título en español/y otros poemas». Y ahí comenzó la historia de una poeta absorbente, huracanada, de dolores y vitalidades que planean sobre sus estertores y encima de sus movimientos de tormentas y azares; una poeta que no conocí hasta que leí «Geometría del vértigo», su tercer libro (1995) y entonces volví hacia atrás y a partir de esas lecturas, seguí hacia delante, pisándole las huellas, hasta ver dónde podía llegar y cómo lo haría la próxima vez. Y que conste, no es poeta de ruidos, imprime algunos de sus libros en ediciones limitadas y tiende a regresar a sus laberintos conocidos.
Y entonces, llega «Memorial de Medusa», su libro más reciente. Lo dejo en salmuera junto a otras adquisiciones, y me involucro con Murakami y Harari, por esa malacostumbre propia de abordar tres libros a la vez y de géneros distintos. Entre set y set, abro la Medusa para concluir con Murakami la noche siguiente y detener la pelea que siempre sostengo con Harari y los vericuetos por donde ambula. Y ya no me detengo hasta concluir. Disquisición: no acostumbro separar la poesía de la prosa poética. Para mí, no hay distinción. Es sólo arquitectura del texto. La poesía se asienta en cualquier espacio, pero sigue siendo sólo una. Una poesía prosada, como se le llama también, es algo así como vestir con otro ropaje el lenguaje que cubre a lo que es solamente poesía. Habrá diferencias, según la calidad, pero la buena poesía ancla en cualquier atascadero. Y es sólo eso: poesía. «Memorias de Medusa» es una poesía de aliento feraz, que martilla, que golpea, que sacude, que hiere.
«Nunca sé lo que escribo y tampoco me interesa. No siento nada en los abismos sin bordes y sin vértigo. Para no creer en nada es que creo en lo que creo».
La clave poética se desborda. Se irrita. Se vuelve posada y matriz de una vida, de un dolor, de un sufrimiento, de un amor. Y ahí está su núcleo y su elevación. No dejo de anotar aquí y allá mis apostillas. Ando entusiasmado con la lectura. El poema se revela. La poeta, isla perpleja, inexcusable y encadenada en sus porfías, se descubre y se afirma. Está enferma y se cobija en el poema que la sobrevive. Es su cura y su arrebato testamentario.
«Cuídate de la enamorada que soy en el desvelo, de la viajera en el viento, la que desprende su alma para dejarla correr en la penumbra hacia el tacto breve de un beso…Cuídate amor de mi amor, cobíjate de mi aguacero y de mi voz».
En inglés o en español, los títulos, y un texto que se cuela solo en la primera lengua, la poeta transcribe, traduce y violenta la vida propia del poema, como en «Embraceable you» con el cual rinde homenaje a Charlie Parker, ese abrazable tú que también nos recuerda a Nat King Cole, a Ella Fitzgerald y a Sara Vaughan, uno de los imperdibles poemas de esta Medusa, mito de piedra y mar. O ese «Cleavage», esa escisión entre el ser y su escotadura, debajo del cual anoto la excelencia de un poema escrutador, indócil, exvoto del amor y su tiempo.
«Hay una pequeña libertad perdida, mancillada, deshonrada, en el miedo de mirar lo que imaginamos; en sus miles de deformaciones; en la incapacidad, no de que nos miren sino de poder mirarnos. El tiempo no existe, existe el cuerpo. Y existe el inextricable terror con que padecemos la ausencia de bondad para perdonarnos».
La poeta regresa y vuelve a su camino. Da marcha atrás y sigue. En Martha Rivera es una constante: las lenguas en las que lee y traduce su vida, los vocablos que la asfixian, sus verdades y sus fugas, sus abrazos y sus búsquedas. Leerla en su Medusa es leerla completa, total. No solo es «Emma, la noche, el mar y su maithuna…», que parece el proemio de este libro. Es toda su obra que es un eterno presente. Quizás, por eso, estos poemas son tan transparentes, plenos de una diafanidad opulenta, y a su vez retruécano de only lovers left alive, porque ella, la poeta, es una amante sobreviviente, como la llegada de un cuerpo a otro cuerpo, como la carne zurcida donde ella escribe «el poema que se levanta de su cadáver y anda». Las clinicadas, los días difíciles, los desamores, las pertenencias, las lecturas, los escapes, los espejos donde se mira, todo confluye hacia la identidad propia, hacia la vida que se cuenta, hacia la mirada que se diluye en el Yo acuciante, perturbador, enamorado. «Martha My Dear» retrata a la mujer que es, a la poeta que ha sido y al «ave posada en lo impávido de sus narraciones». Es su definición y su llama.
Todo está dicho en este libro, incluyendo su ars poética, su teoría del poema; el mejor poema que he leído del conflicto Israel-Gaza, y está su soledad, su silencio, sus mandalas, sus invocaciones, su orfandad. Y la mujer plena.
«Cada mujer que es plenamente mujer es un hogar. Un hogar en sí misma…Por donde pasa la plenitud de una mujer queda un perfume que no cesa…Una mujer entera no cuida un jardín porque el jardín es ella…Toda mujer plena hace vibrar el absoluto, aunque a veces ella misma no lo sepa, porque es difícil mirarse sin vértigo en múltiples espejos».
«Memorial de Medusa» es una poesía total, totalizadora. Fortaleza del ser y sus ahogos. Con un gran final que incendia todo lo acontecido y lo que sigue aconteciendo en la diatriba de pie de esta mujer sentada sobre un trono de verdad y carácter. Creo que fue Heráclito que sentenció que «este mundo siempre fue, es y será fuego eternamente vivo», el mismo que dijo que «el carácter de una persona es su destino». Martha Rivera-Garrido, la bisnieta de Gastón Fernando Deligne, sorprende a la sociedad literaria dominicana con el que es, a nuestro entender, el mejor libro de poesía de los días que discurren y un poco más atrás.
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MEMORIAL DE MEDUSA
Martha Rivera-Garrido, Huerga & Fierro, 2023, 139 págs. Prologado por Sanyia Flaviá, editado en España el año pasado, es ahora cuando llega a las librerías locales. Su lectura es un imperativo de hoy.
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NARRACIONES DE ELLA
Martha Rivera-Garrido, Huerga & Fierro, 2022, 72 págs. Este es uno de los libros más espléndidos de nuestra literatura. Retrato poético y vital de 16 poetas nuestras y de otros lares.
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GEOMETRÍA DEL VÉRTIGO
Martha Rivera, Editora El Nuevo Diario, 1995, 67 págs. «Mi mujer se está muriendo aquí…Y sola voy dejando los espejos a mis otros: incendiada, mi mujer se murió de morir».
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ALFABETO DE AGUA POESÍA REUNIDA 1985-2013
Martha Rivera-Garrido, Ediciones Ferilibro, 2014, 376 págs. Miguel D. Mena, Manuel García Cartagena, José Mármol, Plinio Chahín y León Félix Batista se encargan de prologar los libros reunidos en este volumen, una parte de los cuales son textos inéditos.
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HE OLVIDADO TU NOMBRE
Martha Rivera, Casa de Teatro, 1997, 139 págs. La novela ganadora en 1996 del Premio Internacional de Casa de Teatro. Una narración de rebeldía y desencuentros donde la poesía convive desde la primera línea.