La CIA y el atentado contra Rafael Leónidas Trujillo
La posición oficial del gobierno estadounidense en relación con la muerte de Trujillo difiere de versiones que dan cuenta de que la CIA sí estuvo vinculada con disidentes moderados antitrujillistas que complotaban contra el régimen dictatorial.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), es un organismo que, según Tim Weiner, fue creado poco después de la Segunda Guerra Mundial con el objeto de realizar labor de inteligencia en la comunidad internacional, especialmente entre los países enemigos de los Estados Unidos, especialmente los que estaban detrás de la Cortina de Hierro. La misión fundamental de la CIA consistía en reunir información sensible y prevenir al presidente norteamericano de cualquier ataque foráneo sorpresivo, pues no se quería repetir la amarga experiencia de Pearl Harbor (Legado de cenizas. La historia de la CIA, 2007).
Pero, en adición a su principal misión, en diferentes ocasiones la CIA se involucró en actividades encubiertas dentro de países del llamado Tercer Mundo con el fin de derrocar, o eliminar físicamente, a líderes políticos considerados enemigos del sistema democrático.
En 1975, a raíz de una investigación realizada por el senado norteamericano sobre de la participación de los Estados Unidos en el asesinato de lideres extranjeros, el periodista Charles Ashman publicó su libro The CIA-Mafia Link. The Inside Secrets of Assassination: American Style, en el que dedicó un capítulo al tema de la muerte de Trujillo. De acuerdo con este autor, hacia finales de 1960 un agente de la CIA, llamado Plato Cox, fue el primero que contactó a miembros de la conjura contra Trujillo a través del embajador Joseph Farland y de un ciudadano norteamericano, casado con una dama dominicana, de nombre Lorenzo Berry (Wimpy), con quienes coordinó la futura entrega de armas para apoyar a los conjurados.
Este Plato Cox también contactó al general Arturo Espaillat, quien había sido jefe de seguridad de Trujillo, y mantenía conexiones claves con miembros de la comunidad de inteligencia norteamericana. Por cierto, fue el general Espaillat quien en 1962, mientras residía en Canadá, hizo trascendentales revelaciones acerca del involucramiento de la CIA en la muerte de Trujillo.
Se sabe que las armas solicitadas (específicamente 12 rifles «Sterile» con miras telescópicas, municiones y explosivos) nunca fueron recibidas, salvo las 3 carabinas M-1, calibre 30, que el personal de la marina estadounidense dejó en la Embajada y que sí fueron utilizadas la noche del 30 de mayo. Se ha sostenido que cuando Ángel Severo Cabral, uno de los disidentes moderados del complot, recibió esas carabinas, reaccionó muy molesto y comentó irónicamente: «¿Es éste el arsenal que decían no iba a caber en un garaje? ¿Por quiénes nos han tomado los norteamericanos?».
Como se ve, la colaboración norteamericana se circunscribió oficiosamente a esas tres carabinas, pues el personal consular y la CIA tenían instrucciones de permanecer al margen del desarrollo de los hechos. Posteriormente, el informe de la comisión del senado norteamericano en 1975, reveló que si bien no había evidencias en el sentido de que los Estados Unidos de manera directa habían instigado alguna actividad para asesinar a Trujillo, al menos reconoció que algunos funcionarios estadounidenses sí estuvieron involucrados en el complot».
Quienes deseen abundar sobre esos hechos, deberán consultar numerosos documentos del Departamento de Estado norteamericano, ya desclasificados, que tanto Víctor Grimaldi como Bernardo Vega han incluido en diversos libros de su autoría.