La última fuga de ‘El Ruso’, el atracador que cometió asaltos en 50 países
Como todos los delincuentes profesionales, el argentino Rodolfo José Lohrman Krenz tiene un alias, El Ruso, y muchas identidades falsas. También tiene un cuerpo fortalecido en la cárcel con disciplina espartana y una cabeza brillante para los idiomas, los robos y las evasiones. En sus antecedentes se mezclan los hechos con los mitos propios de los jefes mafiosos. Las bandas de Lohrmann atracaron, secuestraron, extorsionaron y a veces mataron en Argentina, Paraguay, Bolivia, Perú, Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala y Ecuador. Cuando se instaló en Europa se especializó de nuevo en golpes a bancos y blindados.
En una larga carta publicada en 2019 en el diario argentino Clarín, El Ruso se vanagloriaba de ser un delincuente global: “La lista de países que conocí supera los 50 destinos. Hay que tener en cuenta que durante 13 años no volví a Argentina. Hablo portugués y alemán a la perfección. Me defiendo, y mucho, con los idiomas francés, inglés, búlgaro, rumano y ruso. En Europa también viví y asalté en Lituania, Grecia, Serbia y Montenegro, Moldavia y Eslovaquia, entre otros. Estuve hasta en Asia y en África. Robé en todos lados”. También pasó por España, donde cumplió cuatro años de condena en una prisión de Valencia y tuvo una relación con una reclusa, según su relato.
Durante años fue el argentino más buscado por la Interpol y la esperanza de la familia de Cristian Schaerer, el estudiante de 21 años que se esfumó junto a su casa de Corrientes en 2003, para conocer su paradero. A pesar de que la familia pagó 277.000 dólares (unos 250.000 euros) por el rescate, el joven no apareció ni vivo ni muerto. Ninguno de los condenados por el hecho dio pistas sobre lo ocurrido y la familia confiaba que El Ruso, cuando fuese extraditado a Argentina, podría dar detalles para acabar con una incertidumbre que arrastran desde hace más de una década. Esa esperanza se disipó el pasado sábado, 7 de septiembre, con la fuga de Lohrman, ahora con 59 años, de la prisión Vale de Judeus, en Alcoentre, a 65 kilómetros de Lisboa.
La huida junto a otros cuatro reclusos triunfó por lo que tuvo de meticulosa planificación cronológica —se hizo en horario de visitas— y de estudio de las debilidades del sistema, que la propia ministra de Justicia, Rita Alarcão Júdice, admitió como graves y que ya le han costado la dimisión al director general de Instituciones Penitenciarias, Rui Abrunhosa. Por lo demás, fue una fuga clásica con sábanas, cuerdas y dos escaleras suministradas desde el exterior por tres cómplices, que incluso llegaron a acceder al primer recinto de la prisión sin ser detectados por los guardias. Las cámaras grabaron el momento de la escapada sin alertar a nadie. Para facilitar las cosas, Vale de Judeus carece de torres de vigilancia. “En 2017 se tomó la medida más errónea, que fue desmantelar las cuatro torres que permitían vigilar el 80% del recinto y dar una visión periférica completa”, lamenta por teléfono Frederico Morais, presidente del Sindicato Nacional del Cuerpo de Guardias Penitenciarios.
Las fotos de Rodolfo José Lohrmann, los portugueses Fábio Santos Loureiro y Fernando Ribeiro Ferreira, el georgiano Shergili Farjiani y el británico Mark Cameron Roscaleer con las palabras Se busca se han desplegado ya en carteles de la policía española desde el miércoles, un día después de que se emitiese la orden de detención europea. Varios tenían antecedentes de intentos de fuga en otras cárceles, incluido El Ruso. Morais tampoco entiende por qué se facilitó que, pese a las señales de alerta, se les permitiese coincidir en las horas de patio y disponer de tiempo suficiente para planificar su evasión.
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Una “evasión de película”
Es probable que desde el mismo día que ingresó en una prisión de Portugal en 2016, El Ruso comenzase a pensar en la huida. A Rodolfo Lohrman le gusta presumir tanto de sus viajes como de sus fugas: él sostiene que protagonizó una evasión “de película” en Bulgaria en 2011 y otra desaparición en España durante un permiso penitenciario en 2005. Lo cierto es que para huir hace una semana tuvo primero que conseguir que lo trasladasen, el pasado 6 de marzo, a la prisión de Vale de Judeus desde la cárcel de máxima seguridad de Portugal, Monsanto, donde se custodian 50 presos peligrosos, que pasan la mayor parte del día incomunicados y que solo se relacionan en las horas de patio con reclusos seleccionados por la dirección, según fuentes penitenciarias.
El argentino logró que un juzgado autorizase su cambio de régimen de seguridad a común pese a la oposición de los informes de los técnicos y responsables de la prisión. Y Lohrmann abandonó así “la pequeña Guantánamo portuguesa”, como él la calificó en la carta de Clarín, donde jugaba al ajedrez y a las cartas, leía, corría más de ocho kilómetros y hacía centenares de abdominales cada día. Para protestar contra este régimen hizo dos huelgas de hambre en 2018 y 2019 y, a pesar de una tentativa de fuga, un juzgado accedió a suavizar su situación.
“Como impresión: es un delincuente profesional. Un tipo que ama ser delincuente, y nunca dejará de serlo. No roba por necesidad. Roba porque es ladrón. Es su esencia. Como nosotros necesitamos escribir, él necesita robar. La mayoría de los ladrones de su edad se pasaron al narcotráfico. Él dice que es ladrón y morirá ladrón. No ve como una opción la venta de drogas”, expone por correo electrónico el periodista argentino Nahuel Gallota, el destinatario de la carta de 40 páginas que se publicó en Clarín. “Yo creo que es muy peligroso pero a la vez muy inteligente. Sabe cuándo utilizar la violencia. No me lo imagino matando, pero podría matar si llegan a rodearlo”, señala.
En su misiva, Rodolfo Lohrmann le contó lo que quiso contarle: su infancia feliz y su deslizamiento hacia el lado oscuro. No hay ningún trauma original que explique su afición por el delito. Fue un niño que jugó al fútbol, aprendió a pescar, a hablar alemán y a conducir camiones. En campeonatos del juego de cartas truco conoció a un jugador que le inició en un nuevo mundo. Tenía 15 años cuando empuñó su primera pistola y asaltó un camión de vacas robadas.
Tras ser detenido por primera vez en 1985, su agenda de contactos se amplía en la cárcel, donde conoce a la gente que luego se integrará en sus primeras bandas. Se especializan en dar golpes a bancos, supermercados, comercios y blindados por diferentes países de América Latina. Cuando en Argentina se instaló el corralito y la gente comenzó a guardar los ahorros en casa, cambió la estrategia. Creó un grupo para hacer secuestros y cobrar rescates, que no siempre acabaron en la liberación de las víctimas, como en el caso de Cristian Schaerer.
El Ruso desapareció luego del radar de la policía argentina. En algunas noticias le implicaron en el secuestro en 2004 de Cecilia Cubas, la hija del ex presidente de Paraguay, Raúl Cubas, que apareció en una fosa común cinco meses después, pero la justicia paraguaya acabaría condenando por este hecho a varios integrantes del Partido Patria Libre, un grupo de extrema izquierda. Comenzaron los bulos sobre Lohrmann: que si había muerto, pasado al narcotráfico o alterado el rostro con una cirugía estética. Pero no. En 2016 reapareció en Portugal, detenido por cinco robos a bancos y joyerías bajo el nombre de José Luis Guevara Martínez. Pasaron aún tres meses hasta que emergió su verdadera identidad. Poco después un juzgado le condenó a 18 años y 10 meses de prisión por ocho delitos, incluidos la asociación criminal, el robo, la posesión de armas, la falsificación y el blanqueamiento de capitales.
Argentina solicitó su extradición por un secuestro cometido el 5 de octubre de 2004, que se relata en el fallo del Tribunal de la Relación de Lisboa que se pronunció sobre la petición. El Ruso y dos cómplices salieron de su coche armados para secuestrar a una mujer que viajaba en motocicleta en Baradero, en la provincia de Buenos Aires. La agarraron del pelo y la introdujeron en el coche de lunas polarizadas. Ese mismo día telefonearon al marido de la víctima para exigirle un rescate. Seis días después los secuestradores recogieron el pago en efectivo y en joyas de oro, debajo de un camión aparcado en la localidad de San Miguel y liberaron a la mujer.
En 2018 el tribunal portugués concedió la extradición, pero impuso una condición: solo podría ejecutarse después de que Lohrmann hubiese cumplido su condena en Portugal. El Ruso decidió dejar de oponerse a la extradición. “Estaba jugado. Creo que en Portugal le quedaban 15 años de condena, y tiene pedidos de extradición de Argentina y un par de países más. Por lo que pasaría el resto de su vida en prisión”, señala Nahuel Gallota. Hace una semana logró zafarse de nuevo de una cárcel, mientras la familia de Cristian Schaerer veía esfumarse la esperanza de conocer el destino de su hijo.