Las campañas de Harris y Trump ajustan sus estrategias para la recta final en las elecciones de Estados Unidos

Ahora sí que la campaña electoral estadounidense ha entrado en la fase definitiva. Tras el debate a cara de perro del martes en Filadelfia entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump, los dos partidos ajustan sus estrategias para los 54 días de recta final, en los que la lucha por conseguir la ventaja se promete a muerte. Los demócratas quieren aprovechar el impulso que perciben tras la buena actuación de su candidata. Los republicanos pretenden enmendar el mal sabor de boca que dejaron las intervenciones del suyo.

El tiempo corre, y las oportunidades para captar nuevos votos —o evitar perderlos— son cada vez menos. En algunos Estados, como Alabama, ya se ha abierto el plazo para votar por correo. En Pensilvania se podrá empezar a depositar las papeletas a partir del lunes. Otros Estados se sumarán en los próximos días.

Salvo que ambos partidos acuerden un segundo debate en las próximas semanas, algo que aún no está claro que vaya a ocurrir, en el horizonte previo al 5 de noviembre solo se pergeña otro evento de alcance nacional: el debate del 1 de octubre entre los candidatos a la vicepresidencia, el demócrata Tim Walz y el republicano J. D. Vance. Pero históricamente los duelos retóricos entre los números dos no suelen mover la balanza; su seguimiento en televisión es mucho menor que el de sus jefes.

Gira por los Estados bisagra

Los demócratas no han tardado en mover ficha. Tras participar este miércoles en una serie de actos en honor de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre junto al presidente Joe Biden, Harris tiene previsto volver a la campaña y ofrecer una serie de mítines en Estados bisagra, aquellos que tienen la llave del desempate. En el acto de Nueva York, la vicepresidenta se reencontró con su oponente, con quien se estrechó la mano por segunda vez en dos días.

El jueves estará en dos localidades de Carolina del Norte, el comienzo de una nueva gira “para generar más apoyo, impulsar el entusiasmo y llegar a los votantes que decidirán estas elecciones, a medida que nos acercamos a las últimas semanas de la campaña”, sostiene el equipo electoral de la vicepresidenta. El viernes, Harris ofrecerá un mitin en Wilkes-Barre, una ciudad industrial del noreste de Pensilvania.

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Allí cortejará a los votantes blancos de clase trabajadora, un bloque electoral que se le resiste y en el que Trump cuenta con enormes simpatías. Harris necesita ganar votos a toda costa entre este grupo, una importante proporción del total en Pensilvania. Este Estado es vital para sus aspiraciones de llegar a la Casa Blanca: es el que aporta más votos, 19, en el colegio electoral estadounidense (hacen falta 270 para ganar). Sin él, sus posibilidades de ganar disminuyen drásticamente.

Inmediatamente, tras el debate, Harris se mostraba jubilosa. En una comparecencia sorpresa en una reunión de simpatizantes en Filadelfia, aseguraba que había sido una “gran noche”. La vicepresidenta, a la que una encuesta relámpago de la cadena CNN dio por ganadora del duelo dialéctico por un 63% frente al 37% de su rival, recibía también la guinda del pastel: la popularísima Taylor Swift, ídolo musical estadounidense, anunciaba que la votará en noviembre.

Trump, por su parte, trataba de limitar los daños tras un debate en el que difundió el bulo de que inmigrantes haitianos se comen las mascotas de los vecinos en Ohio, aseguró que tenía el “concepto de un plan” para cambiar el actual sistema de seguro sanitario implantado por Barack Obama, sin dar más detalles, y perdió los papeles cuando su rival puso en duda las cifras de seguimiento de sus mítines electorales. También sostuvo que Harris quiere llevar a cabo “operaciones de cambio de sexo a inmigrantes ilegales detenidos en prisión”.

“Tuvimos una gran noche. Ganamos el debate. Tuvimos una cadena de televisión terrible, terrible”, se lamentaba este miércoles en una intervención en su emisora favorita, Fox News, en la que, como hacía inmediatamente al término de su choque retórico con Harris, culpaba a los moderadores de la cadena que lo organizó, ABC News, de su mala actuación. “Deberían estar avergonzados. Me corregían todo el tiempo y eso que lo que decía era fundamentalmente correcto, o espero que fuera correcto”.

Pero aunque el tiempo corre, aún quedan ocho semanas por delante, y ninguno de los dos partidos puede permitirse el lujo de bajar el pistón. La propia Harris recordaba el martes por la noche que los demócratas continúan sin ser los favoritos. Los republicanos deben enviar un mensaje de tranquilidad a sus bases. No está claro si, pese a la expectación despertada, el debate ha servido para cambiar opiniones entre quienes ya habían decidido su voto, o para motivar al 8% de indecisos que aún no lo tienen claro, según las encuestas.

Para saberlo, habrá que esperar a los sondeos de los próximos días. Harris necesita avances: las últimas encuestas apuntaban a que el impulso que había cobrado a lo largo del verano, tras reemplazar a Biden como candidata demócrata, se había estancado. Un 28% de los votantes, según un sondeo de ABC News previo al debate, declaraban que no sabían lo suficiente sobre las posiciones de la vicepresidenta. Otras consultas apuntan que el apoyo con el que cuenta entre bloques de votantes tradicionalmente demócratas, como los afroamericanos y los jóvenes, ha crecido con respecto al que recibía Biden en los meses antes de renunciar a la reelección, pero aún no llega a los que obtuvo el presidente en las elecciones de 2020.

“La buena actuación de Harris en el debate no cambia los fundamentos de esta campaña presidencial”, considera Amy Walters, directora de la respetada firma de análisis político Cook Report. “El fracaso de Trump en definir de manera efectiva en el escenario del debate lo que está en juego en una presidencia de Harris se puede compensar mediante una campaña de anuncios efectiva y un enfoque adecuado en los grupos de votantes”.

Pero la analista añade un matiz: “A pesar de todo, Harris ha demostrado que puede hacer lo que Biden no consiguió: convertir estas elecciones en un referéndum sobre Trump”.

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