“Coman menos gatitos, voten republicano”

“El que se enoja pierde”. Me encanta este dicho popular, y probablemente es la mejor forma de describir los resultados del “encontronazo”, perdón, el debate presidencial entre Donald Trump y Kamala Harris.

El expresidente Trump se enojó y perdió… pero solo perdió el debate. No necesariamente perdió las elecciones. Y aunque la vicepresidenta Harris aprovechó sus capacidades que aprendió como fiscal en California —lanzándole a Trump comentarios como si fueran carnada y él mordía el anzuelo, haciéndolo enojarse y tropezarse más— y ganó el debate —de hecho, le puso una “revolcada” a Trump—, no necesariamente ganará las elecciones.

A 55 días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, las encuestas señalan que hay un virtual empate en la contienda, aunque algunos encuestadores creen que en este momento la delantera la lleva Trump, particularmente en los llamados Estados bisagras. Por esta razón, la vicepresidenta no solo necesitaba ganar el debate, urgía que bateara varios jonrones. La pregunta es: ¿fue suficiente?

Hay que admirar la estrategia de debate de Harris. Fue exitosa porque balconeó a Trump como resentido, ignorante y débil. Sus ataques contra Trump incluyeron invitar a la audiencia a que fueran a los mitines del republicano para ver cómo sus seguidores, ante las locuras que dice, lo abandonan porque se aburren. También le recordó a Trump que más de 200 exfuncionarios republicanos, incluyendo su secretario de Defensa, asesor de Seguridad y el exvicepresidente Dick Cheney, no lo van a apoyar y votarán por ella. La vicepresidenta le restregó en la cara cómo Goldman Sachs aseguró que los planes de Trump empeorarían la economía: economistas de la Universidad de Wharton (de la cual Trump es exalumno) afirmaron que con él explotaría el déficit y 16 Premios Nobel expresaron su preocupación porque las políticas del expresidente puedan incrementar la inflación e inducir una recesión en Estados Unidos.

Kamala repitió varias veces como líderes mundiales se ríen de Donald Trump y que Vladímir Putin “would eat him for lunch” —”se lo comería de almuerzo”— por su debilidad ante autócratas que lo manipulaban con halagos y favores.

El acceso al aborto legal fue el tema que demostró la brillante estrategia para debatir de Harris. Usó ejemplos desgarradores de mujeres y niñas para subrayar el impacto de la derogación de Roe v. Wade —que establecía que las mujeres tenían un derecho constitucional a un aborto legal— gracias a los tres ministros del Tribunal Supremo nombrados por el propio Trump. Pero lo que lo destrozó fue cuando Harris afirmó que ni Trump ni el Gobierno tienen el derecho de decirle a una mujer qué hacer con su cuerpo.

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El expresidente insistió en que no perdió las elecciones del 2024, cuestionando, de nuevo, qué fue lo que sucedió durante la toma del Capitolio del 6 de enero del 2021. Trump insistió en que no jugó un papel fundamental en la insurrección. Esto le permitió a la vicepresidenta recordarles a los electores de que no solo enfrentó un juicio político por su participación en el ataque, sino que además enfrenta juicios criminales por ello.

Ante estas aseveraciones, el contraataque del contrariado y a veces confundido expresidente se enfocaba en dos vertientes: la debilidad de la economía que estaría heredando la actual Administración y los peligros que representan, según él, los 15 millones de inmigrantes irregulares que entraron a Estados Unidos en los últimos años. Durante todo el debate, estos dos temas se filtraron en las respuestas de Trump.

Y aunque seguramente los demócratas se sentirán triunfantes ante lo que fue una clara tunda de Harris, es un error asumir que el debate cambie la ruta de las elecciones. Porque algo que no pudo proporcionar la vicepresidenta durante la hora y media que duró, fue una respuesta firme y creíble a la pregunta: ¿qué estrategia propone para controlar el flujo de inmigrantes? Y aunque horroriza la forma en que se refiere Trump a migrantes y su estrategia de perseguir, detener y deportar a millones de personas que se encuentren de manera irregular en el país, también es importante reconocer la popularidad que tienen estas propuestas y cómo ha cambiado la percepción del estadounidense de la migración ilegal: un número mayor cree que ha aumentado la “inmigración criminal” y que los demócratas están permitiendo la entrada de tantos migrantes para que voten por ellos.

Es difícil borrar esa percepción de la peligrosidad que representan los migrantes para Estados Unidos, especialmente porque uno de los temas más ridículos de la noche fueron las aseveraciones de Trump de que migrantes haitianos se estaban “comiendo” mascotas —perros y gatos— en la ciudad de Springfield, en el Estado de Ohio. Aunque todo indica a que esta información es fake news, continúa siendo uno de los temas más comentados en las redes sociales gracias a los memes de Donald Trump, Elon Musk, y el senador Ted Cruz. En el Estado bisagra de Arizona, el ocurrente partido Republicano compró un billboard, un anuncio publicitario, con imágenes de gatitos en el que reza “coman menos gatitos, voten republicano”.

Habrá que seguir de cerca las encuestas, especialmente sobre los electores indecisos e independientes en los Estados clave, para entender el impacto del debate. ¿Podrá despegar la sonriente Harris en las encuestas, apoyada, en el último momento, por la cantante Taylor Swift? ¿O será la amenaza de la deportación masiva de supuestos “criminales” migrantes “come gatitos” lo que moverá al electorado? Faltan 55 días.

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