Cinco claves del debate entre Donald Trump y Kamala Harris: sobre bulos, ataques y el papel de los moderadores

La vicepresidenta Kamala Harris llegó al plató del debate que la enfrentó este martes por la noche, hora de Filadelfia, con un objetivo claro: crispar a su contrincante, el expresidente Donald Trump, con la misma estrategia de ataque de la que hace gala su campaña desde que, a finales de julio, quedó claro que ella sería la candidata del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos tras la renuncia de Joe Biden a perseguir la reelección.

El objetivo declarado era también darse a conocer un poco mejor a ojos de los estadounidenses y, de paso, dejarles claro los puntos principales de su programa. En esa parte, no resultó tan efectiva como cuando se trataba de agotar los nervios de Trump, que mordió una y otra vez sus anzuelos y perdió los nervios a medida que fue pasando el tiempo: algo más de 100 minutos en total de un cara a cara que, si se atiende a la historia de los debates presidenciales, no está claro que vaya a tener un efecto decisivo en las urnas.

De la estrategia demócrata a los bulos de Trump, estas son las claves de un debate que todo indica que será el único que enfrente a ambos rivales antes de la cita del 5 de noviembre.

Kamala Harris pasó al ataque desde el principio

La vicepresidenta estadounidense llevaba aparentemente listo su primer golpe de efecto, cuando, antes de empezar el debate, caminó decidida al encuentro de Donald Trump para darle la mano en el espacio que la cadena ABC News le había reservado a la izquierda de la imagen, despejar todas las dudas sobre si se produciría ese saludo o no, y presentarse: “Soy Kamala Harris”, le dijo, tal vez para dejarle claro cómo se dice correctamente su nombre de pila (y dado que el rival se había burlado en las últimas semanas sobre su pronunciación). “Que lo pases bien”, le dijo él. Después, Trump no pronunció ni una sola vez durante la noche el nombre de su rival.

Era la primera vez que se encontraban en persona. Y Harris atacó repetidamente al expresidente, al que se vio incómodo y, a ratos, impaciente, levantando la voz. Tal vez el momento más incómodo fue cuando ella le tendió con éxito una trampa y le hizo hablar de una de sus obsesiones más risibles: los números de asistentes a sus mítines. Trump tuvo, con todo, sus momentos, como cuando Harris lo interrumpió y este le pidió que no lo hiciera, estableciendo un paralelismo entre ese momento y la frase (”Estoy hablando”) que ella pronunció cuando se enfrentó en 2020 al candidato republicano a la vicepresidencia Mike Pence.

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Joe Biden, tan lejos, tan cerca

Es uno de los más incómodos contorsionismos de la candidata Harris: presentarse como alguien que representa el cambio, y al mismo tiempo, defender a quien ha sido su jefe durante los últimos tres años y medio, el presidente Joe Biden. Trump le echó en cara en su parlamento final que prometiera cosas que no había podido llevar a cabo en ese tiempo como segunda de a bordo en la Casa Blanca. Ella le recordó en un momento determinado que ella es su rival en las elecciones, y no Biden. “No soy Joe Biden, y, desde luego, no soy Donald Trump. Represento a una nueva generación, otra forma de hacer política”, dijo Harris. Nunca quedó tan patente como este martes que batir a Biden, un presidente impopular, era para Trump una tarea más fácil que la de vencer a quien aspira a convertirse en la primera mujer en ocupar el Despacho Oval.

Los moderadores David Muir y Linsey Davis (en el centro), tras el debate Trump-Harris. Brian Snyder (Reuters)

Los moderadores superaron las expectativas

No solo las de los demás, sino, aparentemente, también las suyas propias. Antes del cara a cara, la cadena ABC News había prometido que sus periodistas, David Muir y Lindsey Davis, dejarían “fluir la conversación”, y que su trabajo no era interrumpir con hechos los argumentos de los candidatos. El caso es que sí lo hicieron, fundamentalmente con Trump, cuando esparció falsedades y medias verdades.

El aspirante republicano perdió la paciencia con ellos en varias ocasiones, y sus partidarios se quejaron en las redes sociales de lo que interpretaron como un trabajo parcial de los periodistas. La personalidad mediática de la derecha estadounidense Megyn Kelly resumió esa frustración en X con la siguiente frase: “¿Para qué necesitan los moderadores a Kamala Harris?”. El mensaje daba a entender que el objetivo de la cadena era atacar al expresidente. Lo cierto es que la campaña de Trump había aceptado, aún a regañadientes, las reglas del debate, y el hecho de que se celebrara en esa emisora concretamente. También lo es que los moderadores apenas llevaron la contraria a la candidata demócrata, quien, sin duda, faltó menos a la verdad que su rival.

Una noche agitada para los verificadores de datos

Los cazadores de bulos ―factcheckers, en la jerga local― tuvieron mucho trabajo. Sobre todo con Trump, que, fiel a su estilo, les mantuvo ocupados. Dijo que los inmigrantes haitianos indocumentados llegados a un pueblo de Ohio llamado Springfield se están dedicando a “comerse a las mascotas” de los vecinos (pese al escándalo que tal afirmación ha generado en los últimos días, no existen pruebas de que algo así sea cierto); mintió sobre los números de la frontera y aseguró que hay lugares (demócratas) en Estados Unidos en los que se permite el aborto después del nacimiento (pasando por alto el hecho de que si eso fuera verdad, no sería un aborto, sino un asesinato).

Harris, por su parte, insistió en vincular la campaña de su contrincante con el extremista plan de acción conocido como Proyecto 2025, pese a que esta se ha desvinculado explícitamente una y otra vez de ese plan, hinchó cifras y recordó unas palabras del candidato republicano que se retorcieron en su día. Fue cuando durante un mitin habló de “un baño de sangre” si no ganaba las elecciones. En realidad, y pese a que se puede cuestionar que escogiera ese lenguaje, se estaba refiriendo a los efectos en la economía.

Dos comunicaciones verbales muy diferentes

Trump miró al frente, con obstinación, durante todo el cara a cara, como si se negara a admitir que había una persona, con la que además había venido a debatir, a su izquierda. Harris, por su parte, hizo gala de un amplio repertorio de gestos: puso caras de disgusto y de sorpresa, se rió, se mostró impaciente y movió la cabeza ostensiblemente. Esa actitud fue un tanto excesiva al principio, per fue conteniéndose con el pasar de los minutos. El contraste entre ese despliegue de la vicepresidenta y el comportamiento de Biden en su debate del 27 de junio contra Trump, una desastrosa actuación que precipitó la retirada de su campaña para la reelección, no pudo ser más evidente.

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