Ganó la estrategia de Kamala Harris
Kamala Harris ha conseguido su objetivo: que los espectadores recuerden constantemente lo que hizo o dijo Donald Trump en el pasado. Y lo que significaría una nueva presidencia del republicano. Ha liderado algo definitivo en un debate: la consistencia de una estrategia. Y la suya ha sido más eficaz. Ha conseguido mostrar errático -a veces- y casi siempre a la defensiva a Donald Trump. Los golpes de Trump parecían viejos y previsibles. Los de Harris más frescos y eficaces.
El formato del debate ha favorecido a Harris. La mayoría del tiempo hemos tenido pantalla partida (pudiendo ver las caras de ambos, estuvieran en su turno de palabra o escuchando). La expresividad y gestualidad de Harris ha tenido un protagonismo notable, reflejando desde preocupación, incredulidad, hastío, vergüenza ajena o sorna burlona. El meme de la noche es suyo y muy divertido, además. También ha trasladado confianza en sí misma con su poderosa y contagiosa sonrisa. Frente a este despliegue emocional y de comunicación no verbal, el rostro hierático y acartonado de Donald Trump ha parecido una diana perfecta a los ataques o cuestionamientos de su rival.
El formato también ha permitido lucir al mejor periodismo. Hemos pasado de moderadores a periodistas incisivos, dispuestos a repreguntar o demostrar, en directo, las falacias de Trump. Hicieron dos fact checks en directo a Trump. El primero cuando dijo que inmigrantes ilegales se están comiendo a las mascotas de Springfield, Ohio; y el segundo cuando aseguró que Harris fue a negociar con Vladimir Putin tres días antes de la invasión a Ucrania. “Como dije, hoy vamos a escuchar muchas mentiras”, aprovechó para decir la demócrata después de una de las correcciones. Trump no ha contestado a ninguna de las preguntas directas -”preguntas sencillas”, le decían los periodistas, dejando un vacío que Harris siempre usaba a continuación.
Harris ha tenido mayor amplitud conceptual, más registros, más datos y más propuestas. Ha identificado mejor a sus públicos y ha gestionado adecuadamente su fortaleza: “Soy parte de una nueva generación que quiere pasar página y no retroceder al pasado”. Trump, en cambio, ha usado sus recursos basados en eslóganes y apriorismos, con menos recursos dialécticos y menos sorpresas. Ella nos ha hecho pensar e imaginar…. Y cuando hablaba él, veíamos lo que ella nos apuntaba.
Un gran minuto final de Kamala Harris explicando su visión, sus valores y sus propuestas ha rematado su eficaz actuación. Ofreció esperanza. Donald Trump solo ha podido usar el latiguillo constante de la “nación en declive” y rematar la acusación -cuando ya había perdido el debate- de “¿por qué no ha hecho todo lo que propone?”. Pero ya no quedaba tiempo. Ofreció miedo.
Harris zafó y sobrevoló; y Trump quedó en el barro del que nunca pudo salir. Harris acabó como empezó: consiguió llevar la iniciativa desde el primer minuto, cuando sorprendió a Trump yendo a saludarle, yendo a buscarle, yendo a por él. Ganó la mejor, la más directa, la más preparada. Harris pareció una nueva y superadora oportunidad frente a un candidato que ya sabemos lo que ofrece. “Los estadounidenses merecen algo mejor”, afirmó la demócrata. Y consiguió demostrarlo.