La oposición bielorrusa teme por la vida de la líder María Kolésnikova: “Está muriéndose de inanición”
Hace 22 meses que nadie, ni siquiera su abogado, ha logrado ver a una de las figuras más importantes de la oposición bielorrusa, María Kolésnikova (Minsk, 42 años), encerrada en una celda de máximo aislamiento y afectada por una úlcera perforante que puede costarle la vida porque las autoridades le niegan los alimentos que tolera su cuerpo. Su entorno apenas logra reconstruir retazos de su vida con algunos chivatazos de la prisión; y las últimas informaciones apuntan a que ha perdido muchísimo peso, apenas ronda los 45 kilos con 1,7 metros de estatura. “Está muriéndose de inanición”, denuncia a EL PAÍS Iván Kravtsov, secretario ejecutivo del Consejo Coordinador de la Oposición Bielorrusa. La disidencia lamenta además que Estados Unidos y Europa nunca les consultaron por los suyos para el histórico canje de presos políticos rusos de agosto.
La familia de Kolésnikova considera impensable que una persona pueda estar recluida en una cárcel “en condiciones tan inhumanas en el centro de Europa en el siglo XXI”, y teme que la activista siga el destino del que fuera el gran rival de Vladímir Putin. “Tengo miedo de que en algún momento se repita la situación de Alexéi Navalni”, manifestó la pasada semana su hermana Tatiana Jomich a Radio Svoboda.
Navalni murió sospechosamente en una cárcel de estricto aislamiento del Ártico el pasado febrero, donde recibió un trato severo en una celda de castigo. El entorno de Kolésnikova denuncia que la activista también está sufriendo serias privaciones que ponen en riesgo su vida en la cárcel femenina N.º 4 de Gómel.
Kolésnikova fue condenada a 11 años de prisión en 2021 por liderar las protestas contra el fraude electoral en las elecciones presidenciales de 2020. Jefa de campaña del candidato opositor Víktor Babariko —detenido justo antes de los comicios—, la opositora fue una de las tres mujeres que encabezó las manifestaciones, junto con las disidentes Svetlana Tijanóvskaya —quien asumió la candidatura unida de toda la oposición— y Veronika Tsepkalo. Antes de ser juzgada, el régimen intentó expulsarla a Ucrania, pero Kolésnikova rompió su pasaporte cuando los agentes bielorrusos la secuestraron.
A diferencia de una cárcel normal —denominadas colonias penales—, donde los reos viven en barracones, tienen un patio al aire libre y pueden recibir más de 30 kilos de comida que les envíen sus familiares cada tres meses, Kolésnikova ha sido encerrada en una celda de aislamiento estricto desde hace casi dos años, según denuncia el consejo opositor.
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“A las presas de la cárcel de Gómel las dejan descalzas incluso en invierno y algunas se envuelven los pies con papel higiénico. Por orden de la administración penal, las prisioneras políticas no reciben chaquetas para la noche, no tienen con qué cubrirse”, revela la organización bielorrusa defensora de derechos humanos Viasná.
Son celdas frías, estrechas, prácticamente vacías y en unas condiciones de salubridad terribles, según los informes de la ONG. “Podríamos enviarle cereales a Kolésnikova, pero está prohibido que reciba productos porque está considerada como una criminal especialmente peligrosa”, lamenta Kravtsov por teléfono desde el exilio. “Esa úlcera le afecta a los nervios y a la alimentación, no puede ingerir los alimentos que le dan porque empieza a tener problemas estomacales”, agrega el disidente antes de señalar otra limitación.
“Las otras presas pueden comprar alimentos aparte —del menú básico— y recibir dinero de fuera para pagarlos, pero Kolésnikova está recluida en un régimen especial por ser potencialmente peligrosa y solo puede gastar 10 euros al mes. Así es imposible que adquiera nada en la tienda”, subraya Kravtsov.
Preocupa que Kolésnikova puede pesar incluso menos, porque la información que sale de la cárcel llega con retraso. La opositora bielorrusa vio por última vez a su padre en diciembre de 2022, con motivo de su hospitalización de urgencia. Fue una breve visita de 10 minutos, la última visita que ha recibido en la cárcel. La última carta que le llegó es de febrero de 2023. Los empleados de la cárcel las rompen delante de ella, según las filtraciones de prisión.
“Su coraje y su fuerza nos hace a todos estar orgullosos de ser bielorrusos”, ha manifestado su colega Svetlana Tijanóvskaya en X, donde pidió su inmediata liberación.
1.376 presos políticos
Víktor Babariko fue vetado por el régimen de Aleksandr Lukashenko en las elecciones de 2020 y posteriormente condenado a 14 años de prisión bajo la acusación de soborno y blanqueo de capitales.
El político, como Kolésnikova, permanece aislado del mundo. “Babariko está bajo constante vigilancia por vídeo y grabación de audio. Es probable que le presten más atención que a nadie, era el candidato más popular en las elecciones de 2020″, declara Kravtsov.
Babariko parece gozar de mejor salud que Kolésnikova, aunque el año pasado fue hospitalizado por motivos que no han trascendido. “Hay rumores, pero no lo sabemos con seguridad. ¿Le golpearon o fue algo urgente?”, deja en el aire el secretario del consejo opositor.
La ONG Viasná denuncia que hay 1.376 presos políticos en las cárceles bielorrusas, a los que habría que sumar otros 2.000 que pasaron por prisión desde las protestas del 2020. Al menos seis de ellos murieron en sus celdas, alguno con evidentes signos de torturas.
Occidente, Rusia y Bielorrusia culminaron el pasado 1 de agosto un histórico intercambio de 16 presos políticos rusos y ciudadanos de EE UU y la Unión Europea a cambio de ocho espías rusos detenidos en Occidente. Aunque el régimen de Lukashenko ayudó en las negociaciones con Berlín soltando a un alemán, ningún preso político bielorruso fue liberado.
“Nos molesta que los esfuerzos que los políticos occidentales hicieron para intercambiar presos políticos rusos también se podrían haber empleado con los bielorrusos, pero ningún político occidental se acercó a nosotros para consultarnos ni nadie nos avisó de que se estaba preparando ese canje”, lamenta el secretario del consejo de la oposición bielorrusa.
“Solo oímos hablar de esto [la negociación] en una etapa muy temprana, cuando solo era una idea”, agrega Kravtsov a este periódico, que no oculta su “decepción”. Pese a todo, reconoce que el intercambio de agosto ya era de por sí “muy complicado” sin incluir a sus compatriotas.
La oposición a Lukashenko comprende que “las guerras de Ucrania y Oriente Próximo eclipsan la represión bielorrusa” en las noticias, pero recalca que los políticos europeos “son profesionales y no necesitan leer a los medios, conocen la situación y los mecanismos diplomáticos”.
“El problema es que los políticos occidentales están involucrados con Bielorrusia a un nivel bajo, en departamentos y grupos especiales. Necesitamos decisiones a un nivel superior, al nivel de los presidentes y de los ministerios de Asuntos Exteriores”, reclama el secretario del consejo opositor bielorruso. “Solo los políticos de alto nivel pueden lograr un cambio, y no tienen a Bielorrusia en su agenda en absoluto”.