Junta Central Electoral | Lo que funciona no se toca

Junta Central Electoral | Lo que funciona no se toca

Todos los estudios de opinión revelan los altos niveles de valoración con que cuenta la Junta Central Electoral, resultado de un desempeño sobresaliente en cada uno de los procesos que le correspondió administrar y en todas las áreas de su competencia. Y es que en apenas tres años y medio sus actuales miembros lograron recuperar la confianza y credibilidad gravemente heridas por los lamentables tropiezos sufridos por sus antecesores inmediatos.

Su labor más relevante fue la organización exitosa de las elecciones municipales y las congresuales y presidenciales de febrero y mayo, respectivamente. Procesos complejos que se llevaron a cabo con altos niveles de organización, seguridad y transparencia.

Un elemento que complejizaba esas elecciones era que estaban prácticamente decididas de antemano a favor del oficialismo. Un escenario que suele dejar a la oposición política con la única opción de incidentar y cuestionar la legitimidad de los procesos y sus resultados. Una práctica poco democrática, pero de uso corriente en la política dominicana y que en el pasado ha resultado muy perjudicial para la imagen del organismo comicial.

Sin embargo, en esta oportunidad, la Junta fue previsora y puso atención a cada reclamo opositor sin distinción entre necios y justificados. Y a todos ofreció respuestas satisfactorias dentro de plazos razonable y de acuerdo con el marco legal y reglamentario, con disposiciones apegadas a los principios democráticos y procurando garantizar la equidad de forma justa y equilibrada.

El desarrollo e implementación de los llamados EDET, equipos de escaneo, digitalización, impresión y transmisión, fue todo un acierto y una evolución metodológica y tecnológica que ofreció una solución definitiva al descuadre de las actas que tantos problemas provocó con el voto preferencial.

Esta y otras disposiciones de carácter técnico y logístico permitieron la emisión puntual de los primeros boletines y que en lo adelante estos fluyeran rápida y constantemente. Al punto que el cierre del cómputo electoral se alcanzó en tiempo récord.

La Junta también tuvo un desempeño meritorio en la gestión del Registro Civil, profundizando el proceso de transformación y modernización que viene experimentando en las últimas décadas, y mejorando los servicios al ciudadano mediante la eliminación de trámites burocráticos y la ampliación de las facilidades y los horarios de servicios de las oficialías a nivel nacional.

Son resultados que se encuentran a la vista de todos, de los partidos de gobierno y oposición, del empresariado y las iglesias, de la sociedad civil, de los llamados «líderes de opinión» y de los medios de comunicación. Y que conocen perfectamente los integrantes de la comisión designada para preseleccionar a los próximos miembros de la Junta, el pleno del Senado llamado a elegirlos y todos aquellos con el poder político de incidir en su selección.

Y como lo que funciona no se toca, lo que procede es la continuidad de los actuales miembros de la Junta Central Electoral. Si no de todos, al menos de la mayoría. Comenzando por su presidente Román Jáquez Liranzo, quien con sabiduría, madurez, templanza e inteligencia emocional ha sabido liderar sin ruidos y con notable éxito este organismo colegiado tan complejo como esencial para el sustento de la estabilidad democrática.

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