Uno de los presos políticos de Ortega liberados: “Lo más lindo es volver a sentir la libertad. Fuimos detenidos injustamente. Algún día volveremos a nuestra patria”
Cuando Mario Iglesias Pereira vio a un funcionario de la Embajada de Estados Unidos en la cárcel donde estaba detenido en Managua, supo que había llegado el momento de su liberación. Este hombre de piel morena, robusto, de hablar pausado, cuenta en el restaurante de un hotel de Guatemala que la presencia del estadounidense era una señal clara que de que podía dejar la prisión en la que fue injustamente encarcelado solo por expresar públicamente su apoyo a la Iglesia Católica de Nicaragua, donde el presidente Daniel Ortega ha impuesto un régimen de terror y persecución ante cualquier crítica o disensión. “Lo más lindo es volver a sentir la libertad”, dice Iglesias Pereira con los ojos enrojecidos. “Fuimos detenidos injustamente. Algún día volveremos a nuestra patria”, afirma el hombre con temple. Él forma parte de los 135 presos políticos liberados por el régimen de Ortega el jueves y que llegaron a Guatemala escoltados por funcionarios del Gobierno de Estados Unidos en un acuerdo entre ambos Estados cuyos detalles aún no han sido revelados.
Iglesias Pereira llora mientras sorbe un jugo de frutas. Dice que la noche del miércoles sus carceleros le ordenaron a él y sus otros compañeros del galerón 16-1, el de máxima seguridad de la prisión La Modelo de Managua, vestirse con ropas limpias y nuevas. Hubo alboroto en el recinto, donde 24 presos políticos del régimen cumplían sentencias consideradas espurias por organizaciones de derechos humanos. A Iglesias Pereira, de 34 años, lo detuvieron en la capital el domingo 16 de julio de 2023, a las 17.30, cuando seis patrullas de la Policía rodearon su casa. Dice que fue denunciado por una vecina que lo escuchó gritar su apoyo a la iglesia nicaragüense. Su catolicismo fue su crimen. Cuando vio el despliegue policial en su domicilio decidió entregarse y se enfrentó a un juicio ridículo, en el que el acusado estaba condenado desde el principio. La justicia de Ortega pidió cuatro años de prisión contra él, acusándolo de traición a la patria, espionaje a favor de Estados Unidos, menoscabo de la soberanía y otros cargos. “Todo ciudadano nicaragüense está en riesgo por decir lo que piensa, por no pensar igual que ellos”, dice este hombre, padre de un niño de seis años y que el jueves pasó su primera noche en libertad tras más de un año de encarcelamiento. “La primera noche en una cama sin temor a caerte del catre o que te coman los mosquitos”, acota con una tímida sonrisa.
El Gobierno de Joe Biden informó la mañana del jueves de que el régimen de Ortega había decidido excarcelar a 135 presos políticos y los envío en un avión con destino a Guatemala. “La Administración de Biden y Harris logró la liberación de 135 presos políticos injustamente detenidos en Nicaragua, por razones humanitarias. Nadie debe ser encarcelado por ejercer pacíficamente sus derechos fundamentales de libre expresión, asociación y práctica de su religión”, dijo Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del Gobierno de Estados Unidos, a través de un comunicado publicado el jueves. Washington ha exigido al régimen de Ortega un “retorno pacífico a la democracia” y que libere a todos los presos políticos en Nicaragua.
Mario Iglesias Pereira es uno de los centenares de nicaragüenses que han sido reprimidos por expresar críticas a un régimen que ha impuesto el terror en el país. Aunque asegura que no sufrió torturas físicas, afirma que hubo intimidación psicológica. Suspira aliviado al percatarse que ya es libre y dice que su religión lo mantuvo fuerte durante el tiempo que estuvo en prisión. Él se hospeda, junto a otros 35 nicaragüenses, en una cadena de hoteles de la Zona 10 de Ciudad de Guatemala, el epicentro de la movida guatemalteca, y muestra su agradecimiento al Gobierno del presidente guatemalteco Bernardo Arévalo por haberlos acogido.
Dice que comenzó a tener certeza de su liberación la noche del miércoles, cuando vio movimiento de sus carceleros. Luego vino la orden de quitarse el mono azul de prisionero y les dieron ropas nuevas. Cuando escuchó el motor de los autobuses en los patios de la prisión supo que su suerte cambiaba. Entonces los subieron a los vehículos y luego llegaron funcionarios de la embajada estadounidense. “Lo único que dijeron es que habían llegado a un acuerdo para nuestra liberación inmediata, pero con la condición de que nosotros teníamos que abandonar el país, que no era nada a la fuerza, el que se quería ir perfecto, el que decía que no, estaba de acuerdo, pero que seríamos expatriados o regresábamos a las cárceles, no a nuestras casas”, cuenta Iglesias Pereira mientras la lluvia cae en la noche guatemalteca.
Las autoridades estadounidenses gestionaron los pasaportes para estos presos políticos y han costeado no solo el viaje de traslado, sino el hospedaje y la atención que reciben en Guatemala, cuyo Gobierno accedió a recibirlos. No han trascendido detalles del acuerdo, pero el Ejecutivo de Arévalo ha dado 90 días a los nicaragüenses para estar en libertad en su territorio. Estados Unidos ha accedido a conceder visas humanitarias para quienes quieran viajar a ese país e iniciar la petición de refugio. Iglesias Pereira asegura que funcionarios estadounidenses les han acompañado desde que salieron de la prisión, volaron con ellos a Guatemala y los entrevistan en esta ciudad, para conocer a detalles sus casos y analizar si pueden postular al visado estadounidense. Se emociona al recordar cuando las puertas del avión que los trasladó a Guatemala se cerraron, los detenidos se reconocieron y se abrazaron. Dijo que los estadounidenses los recibieron con calidez. “Nos dijeron ‘fuerza, fuerza, ya son libres’. Nos dieron palabras de aliento, de ánimo”. El avión despegó con su destino a la libertad. “Lo más lindo es volver a sentir la libertad, eso es lo más lindo después de tanto tiempo, después que fuimos tratados como enemigos en Nicaragua. Nosotros no somos enemigos de nadie. Lo único que queremos es algún día volver a nuestra patria”, dice el hombre entre lágrimas la primera noche de su libertad.