La incógnita Sahra Wagenknecht, la populista de izquierdas que guarda la llave de dos gobiernos en Alemania del este

Sahra Wagenknecht es la política alemana más poderosa del momento. La que fuera figura destacada del partido poscomunista Die Linke (La Izquierda) tiene ahora la llave de los gobiernos en los Estados federados de Turingia y Sajonia. Su formación, creada hace solo nueve meses, se ha convertido en la otra gran vencedora de los comicios celebrados este domingo en los que la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se alzó con la victoria, en el caso de Turingia, y quedó en segundo puesto, en Sajonia.

El éxito electoral de esta excomunista de 55 años la sitúa en el centro de todas las negociaciones para formar coalición en los dos länder, donde sumar mayorías será un ejercicio de malabarismo ideológico. Con un 15,8% de los votos en Turingia y un 11,8% en Sajonia, Wagenknecht es tercera fuerza en ambas regiones y está en disposición de exigir. Los democristianos de la CDU, que pretenden formar ambos gobierno excluyendo a los ultras, ya han confirmado que se sentarán a hablar con ella pese a las diferencias fundamentales en sus programas electorales.

El partido que lidera esta política elocuente y persuasiva no disimula su personalismo. Se llama Alianza Sahra Wagenknecht (BSW, por sus siglas en alemán) en un intento de aprovechar la popularidad de su líder, curtida en innumerables tertulias políticas desde los años noventa del siglo pasado. Ha sido su cara, y no la de las candidatas regionales, la que ha ocupado la mayoría de carteles electorales, para disgusto de algunos de sus adversarios. El primer ministro de Turingia, Bodo Ramelow, la llama “candidata fantasma”. La entrada en tromba en los parlamentos regionales ha acabado de hundir a Die Linke (La Izquierda), el partido de Ramelow, que ha caído en Turingia hasta el 13,1% de los votos (en 2019 obtuvo el 31%).

La creación de BSW va ligada al ascenso de la ultraderecha en el este de Alemania y a la paulatina pérdida de votos de Die Linke, que durante años catalizó el voto de protesta en el territorio de la antigua República Democrática Alemana (RDA). Wagenknecht ha dicho que La Izquierda, su antiguo partido, había dejado de representar a las clases trabajadoras y a los jubilados de bajos ingresos del este, su tradicional clientela, y que era necesario cubrir ese hueco con una formación que volviera a hablar a la clase obrera de los problemas que realmente les preocupan.

“BSW es una alternativa a AfD”, sostiene André Brodocz, politólogo de la Universidad de Erfurt. “Ha tenido tanto éxito porque atrae el apoyo de ciudadanos descontentos con las políticas migratorias, medioambientales y de seguridad de los partidos gobernantes a escala federal y estatal, pero que no están de acuerdo con las posiciones de extrema derecha de la AfD”, apunta.

Sus detractores afean al partido de Wagenknecht que se haya dedicado a hablar de cuestiones sobre las que los gobiernos regionales apenas tienen competencias; los ejes de la campaña han sido la guerra de Ucrania y la inmigración. BSW es fundamentalmente anti-OTAN, tiene un discurso antinmigración muy similar al de AfD y reivindica el pacifismo: niega ser prorruso, pero aboga por dejar de enviar armas a Ucrania.

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El partido apela a valores tradicionalmente de izquierdas, centrados en la defensa de los trabajadores y la redistribución de la riqueza, y juega con la nostalgia del comunismo que “no dejaba a nadie atrás”, pero rehúye la denominación “izquierda”. Pretende convencer también a votantes que podrían perfectamente dar su voto a un radical de derechas como Björn Höcke por su rechazo de lo woke y su defensa de los valores tradicionales.

“Resulta atractiva para los votantes de protesta que antes escogían la papeleta de la AfD ante la falta de una alternativa democrática. El hecho de que un nuevo partido haya tenido tanto éxito y tan rápidamente es algo completamente nuevo en Alemania”, subraya Brodocz, que lo atribuye al enorme tirón de Wagenknecht, una de las alemanas del este más conocidas del país. Nació en la ciudad de Jena, en Turingia, hija de una alemana y un estudiante iraní opuesto al sha que desapareció sin dejar rastro tras volver a su país, cuando ella tenía dos años.

Wagenknecht llevaba al menos desde 2015 desviándose de la línea de Die Linke. Con la crisis de los refugiados criticó la política de puertas abiertas de la canciller Angela Merkel, con la que su partido estaba esencialmente de acuerdo. Durante la pandemia puso en duda las vacunas y las restricciones. Aboga por dejar de perder el tiempo con los debates sobre género. Ha pedido negociaciones de paz con Moscú prácticamente desde que Rusia lanzó la invasión de Ucrania y critica al Gobierno de Olaf Scholz por aprobar sanciones que, según afirma, perjudican a la economía alemana.

No parece que la política migratoria vaya a suponer un obstáculo insalvable para pactar con los democristianos de la CDU, pero su rechazo a la OTAN y la cercanía con Rusia pondrán en un aprieto a los conservadores. También serán controvertidas sus propuestas de política social y económica, mucho más a la izquierda de las que defienden los socialdemócratas.

Wagenknecht está en contra de la presencia de misiles estadounidenses de medio alcance en suelo alemán, algo que en lo que el partido del conservadorFriedrich Merz apoya al canciller Scholz. Este lunes puso como condición para participar en los gobiernos regionales que estos se opongan claramente a su despliegue y que fomenten las conversaciones de paz en Ucrania. “El canciller acaba de dar permiso a Estados Unidos para estacionar nuevos misiles en una cumbre de la OTAN, cuando ningún otro país europeo lo permite”, se quejó.

“La mitad de los alemanes tienen miedo de verse arrastrados a una gran guerra”, añadió durante una rueda de prensa en Berlín sobre su exigencia de que Ucrania deje de recibir armas alemanas para defenderse de la invasión rusa. “Dos tercios de los alemanes del este no quieren tener misiles estadounidenses”, añadió, a modo de advertencia. “Quien vota a BSW obtiene las políticas que defiendo”, subrayó junto a las candidatas de Turingia (Katja Wolf) y Sajonia (Sabine Zimmermann). Era previsible que Wagenknecht, necesaria para conseguir mayorías en los dos Estados, pusiera precio a su asociación. Está por ver cómo de alto es ese precio. Y si el partido de Konrad Adenauer y Helmut Kohl está dispuesto a pagarlo.

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