La mayor iglesia de Ucrania tiene los días contados
El padre Pavel Yakimenko todavía recuerda la batalla campal que se produjo en su iglesia el pasado 13 de marzo. Aquel día se formalizaba el traspaso de la administración de esta parroquia del pueblo de Shishaki, en la provincia ucrania de Poltava. La titularidad pasaba de la Iglesia Ortodoxa Ucrania bajo el Patriarcado de Moscú (IOU-PM) a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania (IOU). Yakimenko y los feligreses partidarios del cambio se encontraron con las puertas bloqueadas y con un grupo de fieles de la IOU-PM que les querían impedir el paso con violencia. Al final tuvo que intervenir la policía, explica Yakimenko. “Esto es Ucrania, si quieren seguir las órdenes de Moscú, que se vayan a Rusia”, dice cinco meses después el sacerdote de Shishaki.
Un grupo de fieles, guiados por Yakimenko, se ampararon en 2023 en la posibilidad legal de organizar una votación popular para decidir el cambio de titularidad del templo. Votaron en Shishaki 400 personas y a favor de abandonar la IOU-PM lo hicieron 392. Los contrarios, admite el sacerdote, no participaron.
Más de 900 congregaciones ucranias han cambiado de titularidad desde el inicio de la invasión rusa, en febrero de 2022, con alternativas legales como la de Shishaki. A partir de ahora ya no serán necesarios mecanismos como este porque una nueva ley aprobada el 20 de agosto por la Rada, el parlamento ucranio, da nueve meses a la IOU-PM para romper su subordinación a la Iglesia Ortodoxa Rusa. Si no lo hace, la justicia actuará parroquia por parroquia. Numerosos expertos y diputados han admitido en los medios de comunicación que existe el riesgo de que se reproduzcan altercados como los que sucedieron en Shishaki.
En Ucrania hay dos iglesias reconocidas por la máxima autoridad ecuménica ortodoxa, la del patriarcado de Constantinopla. La mayor —con cerca de 8.000 parroquias— y la que existe desde hace más tiempo, es la IOU-PM. Esta es considerada por el resto de las iglesias ortodoxas como una rama de la Iglesia Ortodoxa Rusa. La IOU, que tiene 7.000 congregaciones, fue bendecida en 2019 como una iglesia independiente, autocéfala, por el patriarca de Constantinopla, Bartolomé. La IOU-PM modificó sus estatutos en mayo de 2022, tres meses después de estallar la guerra, para retirar de estos su vínculo formal con la Iglesia Ortodoxa Rusa. El principal prelado de la IOU-PM, el metropolitano Onofre, defiende que ya no tienen lazos con Moscú, pero las autoridades ucranias opinan lo contrario.
El Servicio Estatal de Etnopolíticas y Libertad de Conciencia (SEELC) será el organismo público ucranio responsable de determinar si la IOU-PM y sus parroquias mantienen la dependencia de Moscú. El SEELC considera que hay dos hechos básicos que confirman la subyugación al enemigo: primero, todas las iglesias ortodoxas la consideran una rama de la Iglesia Ortodoxa Rusa; segundo, 26 de sus representantes forman parte del Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Y ni siquiera han renunciado a ello, dice el SEELC.
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Los Servicios de Seguridad de Ucrania (SSU) también denuncian que la IOU-PM es una estructura infiltrada por colaboradores del invasor. El SSU mantiene un férreo control de la actividad de sus sacerdotes y son frecuentes las informaciones sobre registros en sus templos. El SSU ha presentado cargos por colaboracionismo o difusión de propaganda rusa contra 70 miembros de la IOU-PM. Víktor Yelenskii, jefe del SEELC afirmó el 21 de agosto en el medio NV que la “gran mayoría” de sus religiosos no mantienen lazos con Moscú. Yelenskii indicaba en esta entrevista que la solución óptima sería la fusión de las dos iglesias ucranias.
Moscú y el Papa, contra la ley
La Iglesia Ortodoxa Rusa, con el patriarca Kiril al frente, es un arma de propaganda del nacionalismo del presidente Vladímir Putin. Los mensajes de Kiril en favor de la guerra y contra Ucrania han sido recurrentes. La respuesta de Moscú a la ley ucrania no se hizo esperar. “Esto es la mayor violación de los principios fundamentales de la libertad de conciencia y los derechos humanos”, escribió en un comunicado el portavoz de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Víktor Legoida: “La implementación de esta ley podría conducir a actos de violencia masiva contra creyentes”.
El Papa Francisco, en su homilía del 25 de agosto, también cargó contra la nueva regulación ucrania: “Pienso en las leyes recientemente adoptadas en Ucrania, temo por la libertad de los que rezan”. “Permitamos a los que desean rezar que lo hagan en la iglesia que consideren”, añadió Francisco, “por favor, no permitamos que ninguna iglesia cristiana sea abolida directa o indirectamente. Las iglesias no deben tocarse”.
EL PAÍS visitó el 25 y 26 de agosto varias iglesias de la IOU-PM en la provincia de Poltava. Todos los creyentes entrevistados eran contrarios a la ley. El templo de la Santa Cruz es un convento construido en el siglo XVII que corona la ciudad de Poltava. El lugar es un remanso de paz, de bellos templos y jardines cuidados por las monjas. Ludmila, una jubilada de Poltava, lo visita con asiduidad desde que se desintegró la Unión Soviética: “No entiendo esta ley, al fin y al cabo se trata de Dios. Lo único que me preocupa es que cierren el convento”. Ludmila asegura que es falso que no se utilice el ucranio en los oficios, como aseguran desde la IOU, el idioma se intercala con el eslavónico, el idioma eclesiástico de uso común en las iglesias ortodoxas del este. Una ceremonia que siguió este diario se desarrolló, efectivamente, en las dos lenguas.
Andrei Poltavski es un feligrés y voluntario en el Convento de la Santísima Cruz. Para él, la situación es difícil porque les obligan a romper su tradición, a renunciar al eslavónico —la lengua de la IOU es solo el ucranio—, al ruso y a una politización de la liturgia, según sus palabras. “Espiritualmente estamos vinculados a Moscú pero políticamente no porque nos han separado. Es difícil convencer a nuestros creyentes de que hemos de ser una nueva iglesia”.
“Ejército. Lengua. Fe”
Poltavski no quiere precisar quién los ha separado ideológicamente de Rusia pero Olga Vidina lo tiene claro: fue el expresidente Petro Poroshenko, promotor de la IOU y de su reconocimiento como iglesia autocéfala. “Poroshenko añadió unos cambios que nos dividieron”, opina Vidina. La fundación de Poroshenko, en ocasión del Día de la Independencia, el 24 de agosto, desplegó en algunas localidades de Ucrania una campaña publicitaria con un conocido mensaje de este político nacionalista y conservador: “Ejército. Lengua. Fe”. “Esto no es un eslogan, es la fórmula de la identidad ucrania moderna”, argumentó Poroshenko en 2018 en un discurso en la Rada: “El ejército defiende nuestra tierra, la lengua protege nuestro corazón, la iglesia protege nuestra alma”.
Vidina, su marido e hija viven en Járkov pero decidieron pasar en Poltava el fin de semana del 24 y 25 de agosto “para poder dormir unos días con tranquilidad”. Járkov es bombardeada a diario por las fuerzas rusas. Vidina se enfada cuando se incide en los vínculos con el patriarcado de Moscú porque ella está convencida de que ya no existen: “Al final me da igual qué iglesia seremos, solo quiero que no cierren este convento”.
Yakimenko es oriundo de la provincia de Donetsk, en el este del país, y fue sacerdote de la IOU-PM hasta que estalló la guerra en Donbás de 2014. Por su experiencia, apunta Yakimenko, esta iglesia ha jugado un papel político determinante para introducir en millones de familias ucranias la consigna de que Ucrania debe estar al lado de Rusia. Asegura que sigue siendo así, y como prueba muestra un diploma sellado por Kiril, con fecha de 2013, que encontró en la iglesia y en la que el patriarca de Moscú reconocía la lealtad de la congregación de Sishaki. “Nuestra iglesia da más libertad a nuestros fieles, más flexibilidad de cómo viven la religión”, reflexiona Yakimenko, “los rusos en cambio, por manera de ser necesitan órdenes, y con sus seguidores en Ucrania no es diferente”.
“Los fieles al Patriarcado de Moscú ni utilizan el ucranio ni rezan por nuestros soldados ni por la independencia de Ucrania”, añade el pope de Shishaki mientras de fondo se oye el motor de un dron bomba ruso Shahed que se dirige a la vecina ciudad de Mírgorod. En la capital de la provincia, Poltava, el pope de la iglesia de San Macario, de la IOU-PM asegura que sí rezan por las tropas ucranias y que utilizan el ucranio. El sacerdote, que pide no mencionar su nombre, dice que no siguen órdenes de Moscú, solo del metropolitano Onofre. “Ahora vivimos en el día a día porque no sabemos cómo se aplicará la ley. Somos una iglesia ucrania para ucranios, y seguiremos rezando para que sea así”.
Frente a la iglesia de San Macario pasa con una bolsa de la compra Volodímir Kurilo, vecino de 24 años. Dice ser ateo y celebra la prohibición de la IOU-PM: “Es un gran paso para la seguridad del país, porque no es ningún secreto que esta iglesia es un arma de propaganda rusa para desestabilizar la sociedad”. Sus abuelos sí son creyentes y practicantes, y Kurilo revela que al inicio de la invasión decidieron dejar de asistir a las misas en San Macario. El nieto llama por teléfono al abuelo, también Volodímir de nombre, de 94 años, para que aporte al periodista el testimonio de su experiencia: “Había ido a San Macario desde tiempos de la Unión Soviética, por entonces era la única iglesia permitida, la oficial. Y dejé de ir porque la mentalidad era rusa, eran la iglesia de los partidos prorrusos. Son una iglesia prorrusa, digan lo que le digan”.
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