El apoyo de Ucrania a los rebeldes tuaregs que luchan contra Wagner envenena aún más el conflicto del Sahel

El supuesto respaldo de Ucrania a los rebeldes tuaregs en su guerra contra el ejército de Malí y sus aliados rusos de Wagner, que saltó a la luz pública tras la batalla de Tinzaouaten del pasado julio, supone una nueva vuelta de tuerca en el complejo conflicto que vive el Sahel y traslada a esta región del mundo las hostilidades entre Moscú y Kiev con reminiscencias de la Guerra Fría. El pasado 19 de agosto, las juntas militares que gobiernan Malí, Níger y Burkina Faso, que integran la Alianza de Estados del Sahel (AES), pidieron a la ONU la adopción de medidas contra Ucrania por dicho apoyo.

En una carta conjunta dirigida al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los ministros de Asuntos Exteriores de los tres países denunciaron “el sostén oficial e inequívoco del Gobierno ucranio al terrorismo en África, particularmente en el Sahel”, lo que supone, según afirman, “una violación de la soberanía y la integridad territorial”. En este sentido, exigen que la ONU “adopte las medidas apropiadas contra estos actos subversivos que refuerzan a los grupos terroristas en África”.

El pasado 27 de julio, un convoy integrado por mercenarios de Wagner y soldados malienses fue atacado a las afueras de Tinzaouaten, en el norte de Malí, cerca de la frontera con Argelia, por los independentistas de mayoría tuareg del Marco Estratégico Permanente para la Defensa del Pueblo de Azawad (CSP-DPA, por sus siglas en francés) y por yihadistas del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, por sus siglas en árabe). En dicha batalla murieron 84 contratistas rusos y 47 militares malienses, según el CSP-DPA. En un comunicado posterior, Wagner reconoció haber sufrido severas pérdidas.

Dos días después, Andrii Yusov, portavoz de los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa ucranio (GUR), aseguraba en una entrevista a una televisión de su país que los rebeldes tuaregs “recibieron información necesaria, y no solo información, que les permitió llevar a cabo una exitosa operación militar contra criminales de guerra rusos”. Fuentes próximas al CSP-DPA coinciden en que Ucrania facilitó información de inteligencia sobre los movimientos de la columna de Wagner, pero que también, en los últimos meses, contribuyó a la formación militar de los rebeldes tuaregs en la utilización de drones ligeros capaces de arrojar pequeños explosivos.

Estas declaraciones, unidas a la publicación en redes sociales de un vídeo de celebración de la derrota de Wagner por parte del embajador ucranio en Senegal, Yurii Pyvoravov, motivaron que Malí primero y después Níger rompieran relaciones diplomáticas con Ucrania. El Gobierno senegalés también recordó a Kiev el deber de discreción y no injerencia de sus diplomáticos y denunció la “apología del terrorismo” llevada a cabo por su embajador. Incluso la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), enfrentada con los países de la AES, hizo público un comunicado días más tarde para condenar “toda interferencia exterior en la región que pueda constituir una amenaza a la paz y la seguridad, así como cualquier intento de arrastrar a la región a las confrontaciones geopolíticas actuales”.

El Gobierno ucranio niega que respalde “el terrorismo internacional”, tal y como le acusan los países del Sahel, y responsabiliza a Malí de haber roto relaciones “sin presentar pruebas de la participación de Ucrania” en la batalla de Tinzaouaten. Sin embargo, Kiev está haciendo notables esfuerzos por contrarrestar el incremento de la influencia rusa en África. Su ministro de Asuntos Exteriores, Dmitro Kuleba, ha realizado ya cuatro giras por el continente y ha prometido “liberar a África de Rusia”. Aunque sus palabras hacen referencia a esfuerzos diplomáticos, Malí no es el primer país africano en el que Ucrania se enfrenta a Wagner: las fuerzas especiales ucranias combaten en Sudán junto al ejército contra las Fuerzas de Apoyo Rápido que, a su vez, cuentan como aliados a mercenarios rusos.

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En suelo maliense no se ha podido constatar la presencia de fuerzas ucranias, pero las palabras de su portavoz de inteligencia son claras. La cuestión, no solo semántica, es la expresión de “apoyo al terrorismo” que Kiev niega. En su estrategia de comunicación, la junta militar maliense denomina “terroristas” tanto a los grupos yihadistas como a los independentistas de mayoría tuareg del norte del país. Aunque se trata de grupos diferentes con ideologías dispares, rebeldes y radicales islámicos colaboraron en el pasado, existe una gran porosidad entre ellos y tienen un enemigo común: el ejército maliense y sus aliados de Wagner. Aunque oficialmente no exista una estrategia común, lo cierto es que en Tinzaouaten, tanto el CSP-CDA como JNIM hostigaron al mismo convoy militar.

El apoyo ucranio a un grupo rebelde e independentista, aunque se enfrente a una junta militar que llegó al poder mediante un golpe de Estado, ha sentado mal en muchos países africanos y es un revés en la estrategia de Kiev de ganarse el favor de un continente donde Rusia, principal exportador de armas en el continente, cuenta con importantes aliados y donde una veintena de países se negaron a condenar la invasión de Ucrania. “Está aún muy presente el recuerdo de cómo EE UU y la URSS trasladaron a África la Guerra Fría en conflictos que se envenenaron como los de Somalia, Angola o la República Democrática del Congo. Ucrania haría bien en recordarlo también si quieren tener al continente africano de su lado”, asegura un diplomático africano.

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